La mentira por bandera

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Se han cumplido diez años desde aquella lamentable manifestación –17 de marzo de 2007– mediante la que, sirviéndose del nombre de Navarra, la derecha indecente echó un pulso a Zapatero. Me referí a ello en ‘Navarra, moneda de cambio‘. ABC, por su parte, lo narraba así al día siguiente: “El pueblo de Navarra se echó ayer a la calle para gritar alto y claro, con firmeza, pero pacíficamente, que no permitirá que se implique, como moneda de cambio, al Viejo Reino en un «proceso de claudicación, que no tolerará, en una mesa de negociación, paz a cambio de Navarra para anexionarla a la gran Euskal Herria que ansía ETA-Batasuna». Con este objetivo, más de cien mil personas, según la Policía Foral, que la Delegación del Gobierno rebajó a 75.000 –y los cálculos periodísticos a 44.000–, se manifestaron por las calles de Pamplona bajo el lema «Fuero y Libertad. Navarra no es negociable», atendiendo a la convocatoria del Ejecutivo de Miguel Sanz, respaldada por el Parlamento Foral, por el PP y asociaciones de víctimas del terrorismo y movimientos cívicos que luchan por la paz y la libertad. «Navarra no se vende», «Navarra es España» fueron algunos de los gritos más coreados por los participantes”.

A nadie que no tenga una venda en los ojos le quedará duda a estas alturas, de que el “Navarra no se vende” fue, como señalaba, una simple excusa para intentar poner a Zapatero, y por extensión al PSOE, contra las cuerdas. No existían motivos para pensar que los socialistas fueran a variar su postura con respecto a la conveniencia o no de la integración de Navarra en Euskadi, fijada incluso antes de que, en 1982, el PSN abandonara el Partido Socialista de Euskadi. De sobra es conocido que en la carrera de la españolidad y el antivasquismo –que en Nafarroa son la misma cosa–, los socialistas siempre hacen podio. Pero hay mentiras que venden, y aquí la de «que vienen los vascos» copa el mercado. La manifestación en cuestión, impulsada por UPN pero instrumentalizada por el PP, se inscribió en la ofensiva de este último partido contra José Luis Rodríguez Zapatero, basada en las negociaciones mantenidas por el gobierno con ETA. Dicha ofensiva no funcionó –en las elecciones generales del año siguiente, el PSOE incrementó en cinco sus diputados–, pero nadie podrá quitarles a los navarreros ese momentico de gloria, de comunión nacionalista, que supuso el 17-M, convertido hoy en icono de la más rancia navarridad.

Pues bien, parece que a la carcundia navarra diez años le parecen muchos, y de ahí que se haya decidido a renovar votos. La ceremonia tendrá lugar el próximo 3 de junio, frente al Parlamento de Navarra. El motivo, o más bien la excusa, una nueva mentira. La de que la bandera de Navarra está en peligro. El cuatripartito, dice la derecha indecente, se dispone a sustituirla por la ikurriña del mismo modo en que se dispone a sustituir el castellano por el euskara, todo ello como paso previo a la incorporación forzada de Navarra a Euskadi. No voy a gastar demasiada saliva en intentar desmontar tan burda patraña, al margen de que ya me he referido a ello en entradas anteriores. Los únicos pasos dados en el terreno de los símbolos por el gobierno del cambio, apuntan a la eliminación del carácter restrictivo o punitivo de la ley de 2003. Impulsada, ésta sí, por el odio visceral del navarrismo ultramontano a las manifestaciones, no sólo gráficas, que delatan la indudable vasquidad de Nafarroa. Tolerar la ikurriña en modo alguno equivale a desterrar la bandera de Navarra.

Si en 2007 fueron UPN y PP quienes, desde el propio Gobierno Foral, impulsaron la pantomima, en esta ocasión tales partidos han preferido actuar desde la trastienda. Y digo bien trastienda, pues de vender –humo– estamos hablando. En la página web creada al efecto, banderadenavarra.org, los organizadores se declaran “personas de la sociedad navarra, que queremos festejar nuestros símbolos, los de todos los navarros”. Figuran, como convocantes, Vecinos de Paz, el blog Desolvidar, de Patxi Mendiburu (miembro de Libertad Ya, versión navarra de Basta Ya) y Doble12, una asociación “apartidista” próxima a UPN cuya puesta de largo fue la concesión hace escasos meses del galardón Cadenas de Navarra a Víctor Manuel Arbeloa. Vecinos de Paz y Libertad Ya participaron, en calidad de convocantes, del 17-M, mientras que si echáis un vistazo a lo que en ‘Desconfía de los ex‘ dije sobre Arbeloa, os podréis hacer una idea acerca de qué hay detrás de Doble12. Se trata, en todo caso, de simular que la iniciativa no responde a intereses políticos determinados, sino que surge como acto espontaneo de la sociedad civil. Sociedad civil que, según estos personajes, estaría mayoritariamente en contra del modo en que el gobierno del cambio está manejando la situación.

Las mentiras, para desgracia de los mentirosos, tienen las patas cortas, y el engaño no ha tardado en ser descubierto. Por partida doble. Por un lado, el lunes 15 Diario de Noticias destapaba que “en un mensaje de difusión interna, el partido –UPN– solicita a sus cargos que den máxima difusión de la marcha entre sus simpatizantes y allegados, pero les insta a que «esperen unos días» para adherirse a la manifestación. «Si podéis moved a vuestra gente para que se inscriba. Los que seáis cargo público vamos a esperar unos días para no dar el cante», recoge la comunicación interna”. Por otro lado, ayer martes 16 Naiz informaba de que “poco antes del mediodía se ha difundido un email masivo dirigido a las secretarías de los ayuntamientos navarros. En ella, «un grupo de navarros pertenecientes a organizaciones civiles» animaban a aprobar «en el siguiente Pleno Municipal» una moción que se adjuntaba (…) El email contiene una dirección a una página web cuyo propietario ha sido anonimizado. No obstante, UPN no ha tenido la habilidad suficiente y no ha borrado todos los datos del documento de texto en el que se detalla el contenido de la moción. En él se refleja como autor un tal Pello Gámez (…) el experto en redes sociales del Comité Local de UPN en Iruñea”.

Queda claro, por tanto, quiénes se esconden detrás de la organización del acto, y cuál es el objetivo último de éste. Desde luego, no la defensa de Navarra, su régimen y sus símbolos. ¿Cómo iba a ser éste el auténtico objetivo, si a la manifestación se ha adscrito también Ciudadanos? Ya sabéis, ese partido casi inexistente en Navarra en buena medida por su postura antiforal. ¿Tiene sentido defender la bandera de Navarra y, al mismo tiempo, abogar por la desaparición de sus fueros? Según Miguel Sanz, que sin duda estará presente tras la pancarta codo con codo con los naranjitos, no. O al menos así se manifestaba en, precisamente, 2007: “los Fueros son, sin lugar a dudas, una de las señas de identidad más enraizadas y patentes de este pueblo milenario que es Navarra”. El interés político hace extraños, y a menudo antagónicos, compañeros de viaje. ¿Seguirá pensando alguien que estas líneas lea, que la manifestación del próximo 3 de junio se realiza realmente en apoyo de la bandera de Navarra?

Bastará, si la duda persiste, con echar la vista atrás para que ésta se disipe definitivamente. El organizador del acto, que a estas alturas ya sabemos que es UPN, nunca ha profesado especial amor a la bandera de Navarra. Tampoco a su escudo. La bandera nació en 1910 por iniciativa de la Diputación Foral. ¿Se trató de una reacción patriótica o identitaria al decreto de 25 de enero de 1908, por el que se establecía la obligatoriedad de la presencia de la bandera española no sólo en los edificios del Estado, sino también en las diputaciones y ayuntamientos? Tal vez. El caso es que aquélla encargó su diseño a la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra, que dejó el asunto en manos de tres insignes vasquistas: Julio Altadill, Arturo Campión y Hermilio de Oloriz

Dicha circunstancia hizo que, como señalan María del Mar Larraza y Álvaro Baraibar en ‘La bandera de Navarra (1910-1937). Un símbolo plural’, “Tanto el escudo como la bandera de Navarra se impregnaron del universo histórico y simbólico de los euskaros. Ellos fueron exponentes no tanto del prenacionalismo vasco, como de un nabarrismo con b que reivindica las raíces vascas de Navarra y las raíces navarras de Vasconia, y que no se opone a España, sino a la uniformización política y cultural derivada de una determinada idea de España y de la política española”. Siguen: “Nadie como los euskaros manifestó semejante capacidad de sentir a Navarra como cuna, ni nadie como ellos subrayó la diferencialidad histórica de Navarra como reino: el viejo reino de los vascones, el pueblo originario de Navarra…”. Visto así, ¿en qué cabeza cabe que los nacionalistas vascos de Navarra, herederos en mucha mayor medida de Campión que de Arana, estén pensando en prescindir de la bandera roja? ¡Si fue una bandera del nabarrismo mucho antes de ser enseña del navarrismo! “El Centro Vasco de Pamplona (inaugurado en 1910) y tras él los sucesivos batzokis que fueron abriéndose en estos años en la provincia utilizaron con profusión la bandera de Navarra”.

Y esta última no es una afirmación gratuita. Está constatado que la paternidad de la bandera de Navarra, y quizá también el hecho de que ésta fuera una respuesta a la obligatoriedad de colocar la rojigualda en la Diputación Foral y en los ayuntamientos navarros, hizo que no fuera bien recibida por algunos navarros, entre los que no se incluían los predecesores del navarrismo, que la acogieron “sin reservas, porque vieron en ella una exaltación de lo propio –el viejo Reino– con un leve aire vasquista que también les era querido”. De hecho en 1919, con ocasión de los actos de clausura de la constitución de la Juventud Vasca de Iruña, el palco principal del Teatro Gayarre lució una colgadura con los colores de la ikurriña. “Es decir, también en este ámbito las banderas conviven –la navarra y la ikurriña–, sin que un discurso más elaborado hable de la relación –jerárquica o no– que media entre ellas. Por lo demás, todavía la mirada de la prensa conservadora hacia su presencia conjunta es tolerante, y diríamos que hasta comprensiva”. No sucedió lo mismo con los liberales, que se referirían a la proliferación de la bandera roja como una una “explosión del separatismo más puro y neto”. Vamos, que los predecesores del PP no la querían ver ni en pintura.

El diseño original de Altadill, Campión y Oloriz se vio modificado, como es bien sabido, como consecuencia de la incorporación al escudo de Navarra de la cruz laureada de San Fernando concedida por Franco. Algo comenté al respecto en la entrada ‘De berzas y baleztenas‘; únicamente señalaré que muerto el tirano, UCD y UPN se opusieron a la eliminación de dicho símbolo franquista. Es decir, que la bandera por la que hasta hace nada latía el corazoncito de españolistas y navarristas con v, no era precisamente aquélla que hoy dicen defender con todo su alma. Era otra. La que, sin sacudir siquiera de polvo y caspa, siguen asomando de tanto en tanto a sus balcones los inquilinos del nº 2 del Paseo de Sarasate.

Visto todo lo anterior, sólo cabe concluir que la manifestación convocada para el próximo 3 de junio por las fuerzas reaccionarias se funda en mentira sobre mentira. Su objeto no es la defensa de una bandera cuya supervivencia como símbolo oficial de la Comunidad Foral no está en modo alguno en peligro, sino el ataque gratuito al gobierno del cambio. Exactamente igual que sucedió en marzo de 2007… si bien a ésta se ha sumado, en el enésimo acto de sumisión, también el PSN. No es una iniciativa de la sociedad civil, sino que tras las organizaciones pantalla que dicen promoverla se encuentra el principal partido de la oposición, Unión del Pueblo Navarro. Dicho partido, por otra parte, sólo ha abrazado la bandera de Navarra tal y como hoy la conocemos, a regañadientes y una vez superado el disgusto que le supuso el arrumbamiento de la bandera franquista. Algo parecido a lo que cabría decirse de otro de los partidos que se han sumado a la manifestación, Ciudadanos, que siendo enemigo declarado del régimen foral, difícilmente puede sentir aprecio por la más alta expresión gráfica de nuestro autogobierno.

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