¿Megaciclo o cambio de paradigma?

No es fácil encontrar análisis sobre la reciente evolución y volatilidad de los precios de las materias primas que vayan más allá del cortoplacismo más recalcitrante y de la cantinela de la burbuja, a punto de estallar, propiciada por la codicia de los especuladores. Parece como si no quedara lugar para el análisis crítico a mediolargo plazo, de modo que uno acaba por aburrirse ante la reiteración de argumentos que inevitablemente concluyen lo que nos gusta oír: no se asusten, todo se debe a fallos del mercado que pueden y deben ser corregidos.

Pero, ¿y si la actual fase de escalada y volatilidad de los precios de las materias primas no formaran parte del limbo ascendente de un ciclo iniciado en el 2003 y que tras el sonado batacazo del 2008 se dispone a alcanzar techo para desplomarse de nuevo? ¿y si esta vez la tendencia alcista iniciada en el 2003 marcara un gran cambio de paradigma y el final de los recursos abundantes a bajo precio?

Esta última es la tesis que propone Jeremy Grantham, jefe de inversiones de GMO Capital (una firma que gestiona activos por valor de unos 106.000 millones de dólares) en un interesante ensayo titulado Es hora de despertarse: los días de los recursos abundantes y de los precios a la baja se han acabado para siempre.

Para Grantham, la evolución histórica de los precios de las materias primas ha constituido una ayuda inestimable para el progreso económico de la humanidad, ya que en el transcurso del último siglo dichos precios han disminuido de forma sostenida. Esta tendencia queda claramente reflejada si se analiza el comportamiento de un índice desarrollado por GMO Capital a partir del control de 33 de los productos básicos más importantes (aluminio, carbón, aceite de coco, café, cobre, maíz, algodón, fosfato diamónico, semillas de lino, oro, mineral de hierro, yute, manteca, gas natural, plomo, níquel, petróleo, paladio, aceite de palma, pimienta, platino, madera, caucho, plata, sorgo, soja, azúcar, estaño, tabaco, uranio, trigo, lana y zinc). Desde 1900, y en el transcurso de 102 años, el citado índice ha caído a un ritmo medio del 1,2% anual, una vez ajustada la inflación a los valores mínimos alcanzados en el 2002. Por supuesto que esta evolución aparece jalonada por una larga serie de ciclos de subida y bajada de desigual magnitud, entre los que sobresalen cuatro picos de precios máximos relacionados con la Primera y Segunda Guerra Mundial y con los dos shocks petroleros acaecidos en los setenta y ochenta.

Durante poco más de un siglo esta claro, pues, que el aumento de la productividad derivado de los avances tecnológicos ha superado los inconvenientes previstos por la ley de los Rendimientos Decrecientes. Sin embargo, a partir del 2002 – un año que para Grantham será recordado en los libros de historia-algo fundamental parece haber cambiado. Con altibajos notables, los precios de las materias primas han iniciado una escalada espectacular, más abrupta que la experimentada durante la Segunda Guerra Mundial y que ha borrado de un plumazo el declive de precios experimentado en los últimos cien años. Sin duda, lo acontecido refleja una explosión sin precedentes de la demanda por parte de las grandes demografías, China e India, así como del resto del mundo en desarrollo.

A propósito de China, Grantham no identifica la aceleración del crecimiento económico y demográfico como único motor del cambio de paradigma en ciernes. Para este analista, también hay que considerar el alto porcentaje de gasto de capital del gigante asiático, que se sitúa por encima del 50% del PIB, un nivel nunca alcanzado, ni de lejos, por ninguna otra economía en la historia. Y como muestra un botón. China sólo utiliza una pequeña fracción del petróleo mundial, poco más del 10%, lo que está en consonancia con su contribución porcentual (13,6%) al PIB global. Pero a partir de ahí las cifras de otras materias primas se disparan, como sucede con el níquel (36% del consumo mundial), cobre (39%), aluminio y zinc (41%), plomo y acero (45%), carbón (47%), hierro (48%) y cemento (53%). Y en el caso de algunos productos básicos agrícolas y ganaderos, los porcentajes también son impactantes: pollos (16%), trigo (17%), soja (25%), arroz (28%), huevos (37%) y cerdos (46%).

Seguro que los más optimistas argumentarán (sin, por supuesto, molestarse en aportar datos) que todo esto es un asunto pasajero. Sin embargo, un análisis realizado por GMO Capital muestra que la mayoría de las materias primas tienen probabilidades muy bajas de volver a situarse en línea con la tendencia del descenso medio del 1,2% anual observado entre 1900 yel 2002. Las cinco probabilidades mas bajas están encabezadas por el hierro (1 entre 2.200.000), al que siguen el carbón (1/ 48.000), cobre (1/ 17000), maíz (1/ 14.000) y plata (1/ 9.300). Y entre las más altas se sitúan el gas natural (1/ 2, o sea un cara o cruz), aluminio (1/ 12), potasa, zinc, estaño y uranio (todas ellas con 1/ 35). El oro y el petróleo muestran probabilidades de 1/ 210 y 1/ 160, respectivamente.

¿Y si nos encontramos ante el cambio de paradigma más importante desde la revolución industrial?

 

Mariano Marzo. Catedrático de la UB.

 

Publicado por La Vanguardia-k argitaratua