Una prensa de Estado

Los lectores de periódicos hemos visto con estupor la vulneración flagrante y sistemática de los más elementales principios del periodismo por la prensa de Madrid. Su beligerancia con relación al gran tema, el proceso y la celebración del referéndum de autodeterminación de Cataluña, ha laminado seriamente su credibilidad. Causa vergüenza ajena y profunda decepción profesional destapar la hemeroteca y constatar día a día cómo los periódicos, los de papel y los digitales (estos con algunas excepciones), hacían bueno el modelo de control y propaganda que Chomsky atribuía a los ‘mass-media’ norteamericanos.

Ante las demandas del gobierno legítimo de Cataluña y de la mayoría parlamentaria, la negativa contumaz del Estado español para abrir vías de negociación se ha basado en el control absoluto por parte del PP de los diversos poderes del Estado. Es discutible si el gobierno del PP ha conseguido eliminar la separación de los tres poderes clásicos. Pero, no hay duda de que Rajoy ha logrado la lealtad del “cuarto poder” en su estrategia del “no puedo ni quiero”.

La intervención del “cuarto poder” español en la evolución del proceso y del conflicto, en la definición de actores y de temas, en la construcción de micro y macrorelatos, en la criminalización del proceso, en la pugna por imponer marcos cerrados de referencia a la opinión española y a la internacional, ha sido de una envergadura imponente, nunca vista. Sin embargo, la independencia de Cataluña ha pasado de ser un “no-tema” para el gobierno de Rajoy, a convertirse en ‘trending topic’ a nivel mundial. El millar de periodistas acreditados en el Parlamento de Cataluña el pasado 10 de octubre lo atestigua. Ahora bien, las actuaciones periodísticas en la creación de discurso y narrativas sobre el proceso presentan modalidades variadas.

Mi hipótesis es que el conflicto catalano-español ha generado tres bloques bien diferenciados de intervención periodística: el de la prensa y cadenas de Madrid; el mapa catalán de medios y opinadores; y el bloque internacional de medios de referencia. Por razones de espacio, sólo examinaré con cierto detalle el primer bloque. Pero, el comportamiento de los medios catalanes en relación con todo el proceso ofrecería muchas claves para entender la situación, al igual que la impresionante cobertura de los grandes medios de todo el mundo con un relato muy cuidadoso de los hechos y del conflicto político.

El interés por la intervención de los grandes medios de Madrid con relación al proceso nace de su comportamiento heterodoxo respecto de los estándares deontológicos del periodismo en democracia. Qué diría C.P. Scott, el fundador del Manchester Guardian, que definió en 1921 la independencia como el valor supremo del periodismo, autor del “comment is free, but facts are sacred”, si hubiera leído portadas como, por ejemplo, éstas: “La Generalitat lanza a la población contra el Estado” (el País, 30-9-17) o “Puigdemont usa niños como ‘escudos humanos’ en los colegios” (la Razón, 29-9-17) o “Los radicales de la CUP aparcan la violencia hasta el 2-O” (ABC, 17-9-17) o “Farsa y chantaje” (El Mundo, 11-10-17, sobre la declaración de Puigdemont). ¿Esto era información? A pesar de la crisis de la prensa de papel, no podemos ignorar el impacto de estas portadas: son iconos eficaces y estables, profusamente reutilizadas en las teles “amigas” y en las redes. Editoriales camuflados. Armas de combate.

La novedad de este proceso histórico ha sido la reconversión de la prensa de Madrid en una prensa al servicio del Estado. En una prensa de Estado. Mejor, en una estructura de poder al servicio de un Estado contra otro (proyecto de Estado). Así, la pulsión anticatalana del gobierno del PP y de otras instancias de la ‘nomenclatura’ ha empapado las líneas editoriales y las rutinas profesionales de la gran mayoría de redacciones de la capital del reino. Y por sintonía, las de muchos otros medios de influencia regional. La evidencia más sorprendente de esta involución ha sido la deriva del diario El País hacia la misma caverna hipernacionalista de los otros tres (ABC, El Mundo y La Razón).

Por más que no sea deseable una realidad mediática y periodística como la detectada en Madrid, vale la pena identificar las razones profundas de su actuación como imprescindible estructura de Estado. Y de preguntarnos si Cataluña, con una pluralidad teóricamente encomiable de medios y de opiniones, pero con una oposición frontal a la independencia de periódicos como La Vanguardia y El Periódico, más la contribución entusiasta de todas las cadenas españolas de TV con el 80% de la audiencia, podrá aspirar a obtener una amplia mayoría social y emocional en favor de la vía catalana hacia el Estado propio.

EL PUNT-AVUI