Impresionante lección de democracia

La organización y celebración del referéndum de autodeterminación del pasado 1 de octubre, ha sido uno de los acontecimientos más importantes y significativos de la historia europea contemporánea. El pueblo catalán ha dado a Europa y al mundo una lección de democracia difícilmente superable.

El gobierno español, sobre la base de una legalidad fundamentada en el no reconocimiento de Catalunya como nación soberana, ejecutó con todos los medios a su disposición las indicaciones del Tribunal Constitucional respecto de la ilegalidad del referéndum. Denunció a los organizadores a través de la fiscalía, se incautó de millones de papeletas y carteles, ordenó cerrar cientos de páginas web, prohibió todo lo referente a la consulta. Pero lo que no pudo impedir es que el pueblo catalán actuara de forma coordinada, democrática y pacífica para que el referéndum fuera posible. Las urnas han sido el símbolo del triunfo del pueblo catalán sobre las fuerzas ejecutivas y judiciales del Estado español. Cada una de las urnas que se pusieron en los colegios el día 1 de octubre y cada uno de los votos emitidos, han sido otros tantos triunfos del pueblo catalán que libre, pacífica y democráticamente quiere decidir su futuro.

El Estado español y su cabeza de estado han sido doblegados por el pueblo catalán de forma pacífica y democrática, dando una inolvidable lección de democracia a España, a Europa y al mundo. La brutal y desmedida represión del referéndum ha sido una manifestación de la impotencia y rabia de las instituciones del Estado español, que no han podido vencer la determinación democrática del pueblo catalán. Esta reacción histérica se manifiesta también en las acusaciones sobre la no validez del referéndum, sobre su falta de garantías, de la cual es culpable el propio Estado que avala esas acusaciones.

Se dice insistentemente que el referéndum de autodeterminación es cosa de unos dirigentes catalanes radicalmente nacionalistas que han manipulado y manipulan al pueblo catalán, como si este pueblo fuera una marioneta; se dice que ha sido organizado por una minoría del pueblo que quiere imponerse a la mayoría; se dice que las manifestaciones en defensa del derecho del pueblo catalán a decidir su futuro son producto de una educación manipuladora que ha convertido a los ciudadanos catalanes en nacionalistas radicales a los que se ha inoculado el odio a España.

Y quienes mantienen todas estas falsedades e insidias son aquellas personas e instituciones que defienden la secular imposición de la nación y de la lengua españolas sobre el pueblo catalán, quienes defienden una definición de nación española (avalada en la Constitución de 1978) basada en la negación de la condición de nación soberana de los pueblos gallego, catalán y vasco. Por muchas garantías que tenga, un referéndum del pueblo catalán nunca podrá tener validez para el Estado español simplemente porque para este estado y para la totalidad de los partidos constitucionalistas la nación catalana no existe como nación soberana.

El pueblo catalán es un pueblo culto y tolerante, abierto y democrático: así lo ha demostrado en los últimos siglos. Ha sufrido en diversas ocasiones el desmantelamiento de sus instituciones, la imposición del castellano como única lengua oficial, lo que ha ocasionado la marginación y mengua de su lengua nacional, el catalán. El pueblo catalán no desea renunciar a su reconocimiento como nación soberana: lo ha demostrado en muchas ocasiones y lo ha vuelto hacer en el referéndum del 1 de octubre. El pueblo catalán ha tenido abiertas las puertas a otros pueblos y a otras lenguas, pero eso no quiere decir que haya renunciado a ser lo que es, a su identidad y a su dignidad nacional.

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