La participación de los nabarros occidentales en la conquista de 1512-24

 

Iparla 10 (2011): “Alfonso VIII e Inocencio II, Fernando el Católico y Julio II, Louis XIII y sus sucesores atacaron y usurparon el reino de Nabarra por la violencia y el terror, sin condiciones previas, ni votos, ni consultas ni elecciones “para reconocer la voluntad de los pueblos” antes de la conquista y la anexión.”

 

 

Jon Oria Oses, historiador estellés, en su trabajo “Influencia de la conquista en el pensamiento, la cultura y la literatura” comenta: “Sus soberanos, junto con el pueblo, llamarían a esta pérdida «usurpación», un término que aparece en los documentos de la época (…) A Navarra nos la barajaron entre España y Francia sin respeto ni a sus instituciones ni a su historia, rebajándola como está ahora (…)”.

 

La invasión castellana de la Nabarra Occidental (período prolongado de avances y retrocesos entre los siglos XI al XV), trajo fuertes problemas sociales al tener que dividir los ancestrales pastos comunales entre dos Estados, se llamará “la frontera de malhechores”. La poderosa familia de Azpeitia de los Oñaz era la más perjudicada por tener intereses en Urbasa, en la Burunda, en el Goierri gipuzkoano y en los pastos comunales de Aralar, tierras a caballo entre la Nabarra conquistada y la Nabarra libre. En estos años, en 1321, tuvo lugar la Batalla de Beotibar, narrada como el punto álgido de la “Guerra de Banderizos”, sin embargo no fue más que una nueva escaramuza entre las familias que seguían luchando por su libertad y las que intentaban sacar provecho de la situación. Se creó entonces “La Hermandad de frontera” para poner paz entre hermanos, que también se denominó “Hermandad de los Hipuzcoanos e de los Navarros”, será el germen de la actual provincia de Gipuzkoa con tres tenencias Nabarras.

 

Siglos después, en mayo de 1521, el azpeitiarra y capitán de las tropas castellanas Eneko López de Oñaz y de Loiola (latinizado como “Iñigo”), fue herido en un asedio que duró 6 horas mientras intentaba mantener para Castilla-España la recién conquistada fortaleza de Pamplona contra la voluntad de los naturales. Convertido después en San Ignacio de Loiola, cuenta con una escultura en Pamplona que recuerda éste su último hecho de armas.

 

La situación del pueblo llano de la Nabarra Occidental y de las villas era muy diferente. Castilla reforzó la Nabarra conquistada creando villas a lo largo de la nueva frontera, como las de Segura (1256), Ordizia (1256) o la de Tolosa (1256), así hasta que en el año 1310 el rey de Castilla Fernando IV mandó fundar la villa de Garmendia de Iraurgui después Salvatierra de Iraurgi, la actual Azpeitia, valle donde se fundó poco después la villa de Azkoitia (1324). Pero en Azpeitia para entonces y desde hacía muchos siglos, ya existía población, eran los terrenos de las familias Nabarras de Ozaka e Iribarrena dentro de la anteiglesia o “eleizate” del románico nabarro de Soreasu. Se le asignó a Azpeitia el fuero también nabarro de Vitoria-Gasteiz, villa fundada un año después que San Sebastián por el mismo rey nabarro Sancho VI el Sabio, fueros de villa que en realidad sólo conceden derechos de carácter económico y obligaciones de fortificación y defensa a una población preexistente, donde se incluyen las “levas” y recaudaciones forzosas para las diferentes guerras imperialistas de los castellanos y después de los españoles.

 

La situación del pueblo nabarro occidental durante la guerra entre 1512-1530 y su posicionamiento en esta invasión, era muy comprometida. Sirva como botón de muestra la orden de reclutamiento de alabeses por la asamblea de Alaba reunida en Vitoria para la conquista de la Nabarra reducida:

“QUE TODOS SE PRESENTEN CON SUS ARMAS DISPUESTOS A TIRAR, SIN RETRASO, INMEDIATAMENTE, A LA CIUDAD DE ESTELLA, BAJO PENA DE VIDA Y LA PRIVACIÓN DE TODOS LOS BIENES, A FIN DE SERVIR EL SERVICIO DE SUS ALTEZAS CON EL SACO LLENO DE LAS PROVISIONES NECESARIAS PARA OCHO DÍAS”.

 

“Las tropas alavesas, que sumaban un total de 2.000 hombres (…) se introdujeron por Eznate, portillo situado entre la localidad alavesa de Eguino y la localidad Nabarra de Ciordia, y en cabeza de estas tropas se encontraban los beamonteses, exiliados, dirigidos por Luis de Beamont”, Estibaliz González Dios[1].

 

Las tropas alabesas no tuvieron tiempo de participar en la toma de Pamplona a cargo del Duque de Alba y sólo participaron en batallas sobre reductos de resistencia, principalmente en la toma del castillo de Estella-Lizarra, sitiado 6 semanas por tropas castellanas del marqués de Comares. Los alabeses eran dirigidos en estas batallas por su Diputado General, Martínez de Alaba, el único que sacó provecho de la guerra.

 

Los 1.200 alabeses que sitiaron Estella, iban acompañados de tropas alto Nabarras del conde de Lerín y riojanas del Duque de Nájera. Al no conseguir la plaza, Fernando de Aragón “el Falsario” solicitó a la Diputación Alavesa de 1.000 hombres más “so pena de las vidas y perdimiento de todos sus bienes”. La amenaza de Fernando se extendía también a las Hermandades alabesas, así “el Falsario”, a través de la Diputación, amenazó con 100.000 maravedíes a las Hermandades que no cumplieran con su parte y 50.000 a los procuradores[2].

 

El 23 de noviembre de 1512 las tropas alabesas fueron licenciadas, para entonces Álava y su cultivo de cereal estaba arruinado por el coste de la guerra. En diciembre hubo otro llamamiento amenazante del rey español para el reclutamiento de tropas que duró hasta el día 12 del mismo mes.

 

En el intento del rey de Nabarra Juan de Albret de recuperar la libertad de su reino tras la muerte de Fernando de Aragón acaecida 1516, otros 800 alabeses fueron movilizados para tomar Olite y Sangüesa. Hubo también disposiciones a favor de las viudas de guerra y huérfanos de soldados por las Juntas alabesas, requiriéndoselo así a las Hermandades, todo ellos so pena de una multa de 2.000 maravedíes.

 

La Hermandad de Orozko (hoy perteneciente a Bizkaia pero entonces dentro de Álava), no quiso mandar soldados y vituallas contra Alta Navarra, por lo que las Juntas le impusieron una multa de 50.000 maravedíes. Hubo embargos de bienes a los que no acudieron a la orden militar de alistarse y también existía la venta del puesto de las clases más pudientes que no querían ir por otros alabeses más pobres, estas situaciones también tienen su reflejo en Gipuzkoa y Bizkaia.

 

José Antonio Recondo en su trabajo “Tolosa en la conquista de Navarra”[3], comenta que Lope de Isasti en su libro “Compendio historial de Guipuzcoa” de 1850, hablaba de 3.000 gipuzkoanos y de 400 lanzas reclutadas para la conquista de Nabarra. Tarsicio de Azcona demuestra que Gipuzkoa fue en esa conquista sobre todo un gran centro de aprovisionamiento y logística, no así de soldados (documentos del Archivo de Simancas).

 

Similares documentos han aparecido en villas gipuzkoanas como en el caso de Azpeitia, por el que se demuestra que las villas eran obligadas también a participar en las guerras de los reyes castellanos bajo coacción.

 

Víctor Herrero lo relata así en su trabajo “La participación de Gipuzkoa en la conquista de Navarra: El ejemplo de las villas de Azkoitia y Azpeitia (1516-1524) (Diario de Noticias de Gipuzkoa, 19 de sept. 2011): “El contacto geográfico entre el reino y la provincia fue utilizado por la monarquía castellana para incidir en la conquista del reino. (…) Observamos, a través de esta documentación contable, cómo fue esa participación. Se envían cartas a las Juntas Generales de la provincia pidiendo que se preparen un número determinado de hombres y esta última, a su vez, solicita a cada una de las villas el levantamiento de los mismos (…) No obstante, es cierto que estos llamamientos no son voluntarios, el alistamiento es una imposición del gobierno de la villa a petición del gobierno de la provincia (…)

 

Podemos hablar de 3.000 hombres en pie de guerra en la provincia, que según los listados de las pagas que se llevan a cabo, son carpinteros, carteros, caseros o se dedican a otras profesiones. Básicamente no son soldados; son alistados no voluntariamente. (…) En teoría quien en la época concede las mercedes, las exenciones de impuestos, los derechos…. era la propia monarquía. Sin embargo, lo que demostramos a lo largo del estudio es que esos beneficios no se obtuvieron. Consolidada la conquista de (Alta) Navarra la monarquía no otorga a las villas nuevos privilegios, por lo menos en el periodo que hemos analizado que va desde 1516 a 1524. Lo que se advierte es el endeudamiento de estas villas, es decir, quienes al final asumen el coste de estas movilizaciones son las villas, a través de distribuir esas deudas entre sus vecinos”.

 

A mediados de noviembre del año 1512, al mando de Lautrec y Odet de Foix, 14.000 gascones y bearneses de infantería y 400 a caballo, entraron en Gipuzkoa para intentar tomar Hondarrabia y Donostia-San Sebastián. Tuvieron que desechar tomar Hondarrabia al estar fuertemente custodiada con gente de la provincia y tropas españolas recién llegadas por lo que se dirigieron a San Sebastián. Finalmente abandonaron la provincia de Gipuzkoa camino Francia sin lograr su objetivo. Durante esta incursión, fueron reclutados los tercios de Tolosa, los más numerosos de la provincia al ser la más poblada (en aquel entonces, la villa tolosana abarcaba todos los pueblos circunvecinos). Por tanto, también en Gipuzkoa, los reclutamientos se hacían a la fuerza, so penas graves de multas y confiscaciones de bienes de los gipuzkoanos, como en las demás provincias.

 

La situación fue igual o similar en Bizkaia. Fernando de Aragón “el Falsario” pidió a las Juntas de Bizkaia y a sus villas el reclutamiento forzoso de 4.000 bizkaínos, así lo hicieron las anteiglesias de Galdakano (que incluía a Bedia), Arrigorriaga (que incluía Basauri) y Zaratamo o las villas de Bilbao, Balmaseda, Portugalete, Ugao y Plentzia. En otra misiva el aragonés daba orden a los Señores de la Guerra del bando oñacino para que también mandaran tropas y vituallas. Tras numerosas negociaciones con idas y venidas de representantes bizkaínos a las Cortes castellanas, se consiguió, finalmente, reducir los reclutados a 2.000 naturales del señorío.

 

Las tropas bizkaínas acudieron a la invasión de la Nabarra reducida bajo la bandera de San Andrés (incorporada luego por Sabino Arana a la “ikurriña”): soldados, ballesteros (de los que eran los galdakaneses los de más prestigio) y sus capitanes: un gamboino, Martín Ruiz de Abendaño (familia asentada en la casa-torre de Urgoiti de Galdakano) y un oñacino, Gómez Galán de Butrón.

 

Tal y como narra Amaia Barrentxea, Doctora en historia y Directora del “Museo Arqueológico, Etnográfico e Histórico Vasco”[4], lo curioso del caso es que ya el Corregidor o representante de los reyes de Castilla había mandado la orden de reclutamiento bajo amenaza… ¡en el mes de febrero de 1512! Cinco meses antes de la invasión. Sin embargo, la orden no se hizo pública hasta octubre, cuando las tropas gasconas, bearnesas y francesas de Lautrec entraron en Gipuzkoa como hemos comentado.

 

La orden a las tropas bizkaínas era la de la creación de una armada para la defensa de San Sebastián y Gipuzkoa al mando de Juan de Lazkano, otra tropa de tierra para defender dicha provincia de Gipuzkoa y una tercera para acudir a la invasión de la Nabarra reducida con vituallas para la toma de Pamplona y Garazi (San Joan de Pie de Port). Bilbao, por ejemplo, mandó 87 reclutas para la armada, 175 para la defensa de San Sebastián y 234 para la invasión de la Nabarra reducida.

 

Las villas de cada provincia adelantaban el dinero de las soldadas y otras veces las Juntas, después intentaban recuperarlo de las arcas reales sin mucho éxito al parecer.

 

Por el “fuero de ferrerías” de 1440 de Bizkaia y de las Enkartaciones, los ferrones pero también los carboneros, estaban exentos de acudir al servicio de armas aunque lo reclamaran así las Hermandades o el propio rey español, pero debían de producir todo el material para las guerras de estos reyes y sus ansias imperialistas.

 



[1] “Actas del II Congreso de Historiadores de Navarra” Nabarralde 2011, “La participación  de las villas y las Jutas alabesas en la conquista de Navarra”.

[2] Ricardo Ciarbide, “Participación de las tropas alabesas en la conquista de Navarra”, Año 1994, Págs. 122 y 124, Fundación Sancho el Sabio.

[3] Artículo del autor en: “Actas del II Congreso de Historiadores de Navarra” Nabarralde 2011.

[4] Ibidem.

 

Publicado por Nabarralde-k argitaratua