Los binomios Vasco-Nabarro y Euskera-Fueros

Tras un viaje por nuestras tierras, el intelectual prusiano Wilhelm von Humboldt sobre el año 1801 dijo: “El País Vasco es un pueblo que ha conservado por una larga serie de siglos su primitiva lengua y, en gran parte también, su antiguo régimen y costumbres, y que, según la feliz expresión de un moderno escritor, se ha sustraído tanto a la mirada del observador, como a la espada del conquistador, el pueblo de los vascos o nabarros (…)”.

Tal y como vemos en este texto de W. Humboldt vasco-nabarro son sinónimos. Es así como nuestro idioma fue denominado “lingua navarrorum” en el siglo XII por el rey euskaldun Sancho VI el Sabio de Nabarra y “linguae vasconum primitiae” en el siglo XVI por el nabarro Bernard Etxepare, reinando el también euskaldun Enrique II “el sangüesino”. Por tanto, en todos esos siglos el euskera fue el idioma del Pueblo pero también de sus élites, ya que las propias familias reales nabarras mostraron su interés por aprenderlo y queda reflejado en la correspondencia en euskera entre los altos cargos del gobierno nabarro o en el Nuevo Testamento de Leizarraga, patrocinado y promovido por la reina Juana de Labrit. En realidad el binomio vasco-nabarro no es extraño, pues tiene sus equivalentes por toda Europa: griego-heleno, francés-galo, español-hispano, húngaro-magiar, portugués-lusitano, noruego (sueco o finlandés)-nórdico, germánico-alemán-teutón, finlandés-lapón o suizo-helvético etc.

Además, el texto señala como distintivo de nuestro Pueblo el propio euskera y nuestro “antiguo régimen y costumbres”, el derecho pirenaico o Fueros cuyos principios básicos se constituyeron dentro del reino baskón. Por tanto, eran nuestros Fueros y nuestra lengua lo que nos diferenciaba para Humboldt como observador extranjero e imparcial al Pueblo vasco o nabarro de los demás a principios del siglo XIX.

Otro ejemplo de que esto es así, nos lo dio otro ilustre personaje que estuvo por nuestra tierra, lo que refuerza lo generalizado que estaba este binomio vasco-nabarro y la percepción sobre el euskera. En Pasai Donibane existe un pequeño museo en la estancia donde el escritor francés Víctor Hugo (1802-1885) y su mujer durmieron para pasar 10 días entre nosotros haciendo turismo en el año 1843. Víctor Hugo debió de quedar muy impresionado por lo que vivió, y es así como lo anotó en su cuaderno de viajes “Alpes et Pyrénées” editado en 1890: “La antigua palabra Nabarra no es una palabra. Se nace vasco, se habla vasco, se vive y se muere vasco. La lengua vasca es una patria, he dicho casi una religión. Decid una palabra vasca a un montañés en la montaña; antes de esa palabra apenas erais un hombre para él; ahora sois un hermano”. Es decir, también para Víctor Hugo casi un siglo después, lo vasco y lo nabarro eran lo mismo y el euskera era su signo de distinción, esto era así tras la Revolución francesa y las Guerras Carlistas (entre 1789 y 1876), donde los Fueros fueron suprimidos por los gobiernos español y francés con sus ejércitos, pese a la enconada defensa de todo nuestro Pueblo alzado en armas para defenderlos.

Víctor Hugo en su cuaderno de viajes aseguraba que: “La lengua española es aquí una extrajera como la lengua francesa (…)”. Hoy esto no es así ya que los idiomas castellano y francés son prácticamente hegemónicos en todo el territorio de Nabarra. El imperialismo lingüístico se da siempre en todo Estado imperialista y en todos los ámbitos: administración, enseñanza, religión o espacio público. Los vascos acabábamos de perder a finales del siglo XIX los Fueros o el paraguas que le daba la administración propia al euskera, con lo que pasó a ser un idioma de segundo o tercer orden en las tierras del euskera o Euskal Herria. La ley Paccionada de 1841 y el Estatuto de Gernika de 1979, no son más que concesiones de los vencedores y no leyes que este Pueblo se haya dado, en éstos dos casos el soberano es el presidente del Estado invasor, el cual cambia las reglas de juego a su antojo dando o no “transferencias” o recurriendo leyes “autonómicas” ante sus jueces elegidos por su camarilla a dedo.

Como el lingüista inglés Norman Fairclough dijo: “los Estados han utilizado siempre los idiomas como un instrumento de dominación, y el estatus que tiene el idioma es el que tiene su hablante”. Es así como los euskaldunes hoy somos ciudadanos de segunda, sin los mismos derechos que los castellano o francés parlantes al perder por la violencia de las armas nuestro Estado y después nuestra administración (para más información http://nafarzaleak.blogspot.com.es/2015/12/250-anos-de-leyes-contra-el-euskera-y.html)

Desde el comienzo de la conquista de Nabarra hasta la actualidad se están intentando crear diferentes realidades en los territorios de nuestra nación. Se trata de una oposición artificial que facilita la labor de fagocitación por el imperialismo franco-español de la nación nabarra, separando por ejemplo al romanzado del euskaldun (binomios Gascuña-Baskonia o La Rioja-Nabarra desde el siglo XII), el sur del Pirineo del norte (binomio vasco español-vasco francés desde 1512-24), el Este del Oeste (binomio vasco-nabarro desde 1978, CAV-CFN) y la última partición de momento es la de Ribera, Zona Media y la Montaña por hablarse más o menos euskera en ellas tras siglos de lingüicidio, beneficiando siempre a los castellano parlantes (trinomio zona no euskaldun, zona mixta y zona predominantemente euskaldun, Ley del Vascuence del año 1986).

Pero lo más significativo como triste del libro de viajes de Víctor Hugo, es leer como la descripción que el insigne escritor hizo hace 127 años, sirve para describir nuestra realidad actual, la cual no ha cambiado ni un ápice: “Francia tomó una cara de los Pirineos, España tomó la otra; ni Francia ni España han podido disgregar al grupo vasco. Bajo la nueva historia que se superpone desde hace cuatro siglos, todavía es perfectamente visible como un cráter bajo un lago. Un vínculo secreto y profundo, y que nada ha podido romper, une, incluso, a pesar de los tratados, esas fronteras diplomáticas, incluso a pesar de los Pirineos, esas fronteras naturales, a todos los miembros de la misteriosa familia vasca.

Aún en tiempos más modernos, desgarrado por dos pedazos muy desiguales y subordinado a naciones poderosas, no han renunciado los vascos, empero, a ningún modo a su propia manera de ser (…), han conservado siempre la peculiaridad de su carácter nacional, y ante todo el antiguo espíritu de libertad e independencia, que ya ensalzaban los escritores griegos y romanos”.

Pese a toda esta violencia brutal y sostenida en el tiempo, nuestro pueblo ha resistido al imperialismo y por ello existimos, aunque nuestros signos distintivos históricos como son los Fueros y el euskera, están casi suprimidos o en el caso de la lengua tiene peligro de desaparición (libro rojo de la UNESCO del año 2009). Esta es nuestra realidad escondida por los intelectuales españoles y franceses, pero, desgraciadamente, también por el nacionalismo vasco en general.