Pau, la capital ocultada

Enrique II el Sangüesino fija la corte del reino de Navarra en Pau. Esto se debió a dos causas principalmente. La primera fue por la ocupación militar española que sufría Iruñea, vieja capital del Estado vasco(n), y la segunda fue por la reina Margarita de Angulema. Es la reina de Navarra quien mandó traer a artistas de toda Europa, para reconstruir, ampliar, decorar y restaurar el viejo castillo en estilo renacentista.

El nombre le viene a la ciudad de la primera construcción que se realizó en ese terreno de la antigua Baskonia. Dicha construcción tuvo lugar en la Edad Media, siendo de carácter militar, un castillo, que estaba provisto de una empalizada de estacas, que en bearnés se dice Pau. La fortaleza sufre importantes mejoras en el siglo XII, siendo Gastón IV del Bearne el promotor de la construcción de tres nuevas torres.

En el siglo XIV y más concretamente durante la guerra de los cien años, entre los reinos de Inglaterra y Francia, Gastón Phébus (Gastón III de Foix-Bearne) logra unir e independizar la región del Bearne. Este señor de la guerra manda construir de ladrillo la torre homenaje de 33 metros de altura, y grabar en ella la inscripción en idioma bearnés, Febus me fe, Phébus me hizo.

La mayor y principal modificación se realizó cuando Enrique II y Margarita de Navarra fijan su residencia y con ello la corte del reino vasco(n) en el castillo de Pau. La instalación de la capital navarra en Pau benefició enormemente a la ciudad, que ve como incrementa rápidamente su población gracias entre otras cosas al comercio y al tránsito de viajeros.

Enrique II de Navarra potencia la agricultura en el país de Bearne, que pertenecía a Navarra, tras el mandato de sus padres, Juan III de Albret y Catalina I de Foix, en 1494. El rey, desde la capital de Pau, potenció la industria, aprovechando los numerosos saltos de agua. Incluso fundó en Nay una fábrica de paños preciosos, para favorecer la ciudad, auténtico centro industrial del Bearne.

Hasta la llegada del rey de Navarra a Pau, las viejas costumbres bearnesas se habían vuelto impracticables, en su mayoría por la acción del señor y de la corte mayor del Bearne. El Sangüesino fue clave al reformar los fueros medievales del Bearne, que habían sufrido la acción de jurisprudencia romana. Enrique II de Navarra hizo pasar las viejas costumbres por los más sabios del país, recuperando con ello el derecho pirenaico al crear el nuevo Fuero General, recalcando en su formula constitucional, que las libertades son anteriores al rey.

En 1553 en la capital de Navarra, concretamente en su castillo, nacía Enrique de Navarra, hijo de la princesa de Viana, Juana de Albret y del duque de Vedôme, Antonio de Borbón. Tras la muerte de Enrique II, accede al trono navarro Juana III de Navarra. La reina de Navarra introduce la Reforma protestante en el reino. Navarra se convierte en lugar de refugio de reformadores, siendo el más destacado Calvino.

Pau continúa siendo la capital del reino protestante de Navarra durante el reinado de Enrique III el Bearnés, que accede al trono tras el asesinato por envenenamiento de su madre, la reina Juana III, en París, a manos de la madre del rey de Francia, María de Médicis.

En 1594, el escritor y dramaturgo inglés, William Shakespeare, edita una obra de teatro titulada, Trabajos de amor perdidos, cuya acción está situada en la corte de Navarra. En dicha obra pone en boca de uno de los personajes la siguiente frase: “Navarra será la admiración del Mundo”.

La corte de Navarra en Pau fue uno de los principales focos de cultura europeos. Fue la reina Margarita quien comenzó dicha labor, continuada de manera ejemplar por Juana III y manteniéndola posteriormente Enrique III de Navarra. Escritores, traductores, escultores, pintores, arquitectos, reformistas… se encontraban en la capital del reino y ello sirvió de inspiración al genial escritor inglés.

El Renacimiento y la Reforma protestante contribuyeron en gran medida al esplendor de Pau. Enrique III de Navarra accedió al trono francés como Enrique IV en 1594, tras convertirse a la religión católica. Pese a ello no llega a prohibir la religión protestante, ni tampoco anexiona Navarra al reino de Francia.

El asesinato de Enrique III de Navarra y IV de Francia a manos de un fanático religioso, el jesuita Ravaillac, en 1610, no significa la pérdida de la capitalidad de Pau, ni de la independencia de Navarra, al menos hasta el año 1620. Luís XIII ordena la disolución de las cortes de Navarra de forma militar, tras restaurar la religión católica y prohibir el culto protestante.

Pese a los intentos de eliminar los Estados Generales de Navarra por parte del rey francés, éstos perduraron cada vez con menos competencias, en el parlamento navarro de Pau. Luís XIII de Francia intentó suprimirlos por completo en 1632, sin conseguirlo. Pau dejo de ser la capital del reino soberano de Navarra en 1620, pero el parlamento navarro en dicha ciudad existió hasta el año 1789, es decir, hasta la Revolución Francesa.

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