Sepulcros visigodos en Bizkaia, según la Revista Euskal Herria

El especial de la revista Euskal Herria de este verano “75 Hitos del arte de Euskal Herria” es recomendable para cualquier persona interesada en nuestra riqueza arquitectónica, pero cumple en uno de esos 75 hitos con lo que comenta en “El libro de la risa y del olvido” el escritor checo Milán Kundera: “Cuando se quiere liquidar una nación se empieza por sustraerle la memoria. Se destruyen sus libros, su cultura, su historia. Y alguien escribe otros libros, de otra cultura e inventa otra historia. Entonces, lentamente, la nación comienza a olvidar quién es y quién ha sido”.

 

La página 28 de este especial de la revista lleva el sugerente título de “Sepulcros visigodos de Argiñeta” en Elorrio (Bizkaia). Se trata de 23 enterramientos en sarcófagos (uno doble) datados entre los siglos IX-XI según el texto. Son sepulcros que se componen de dos piezas labradas en piedra: la caja es de una sola pieza antropomorfa y la cubierta de sección triangular a modo de tejadillo. Estos sepulcros se hallaban en diferentes barrios del municipio (Mendraka, Miota o Berrio) y fueron llevados a mediados del siglo XIX a Argiñeta a la ermita San Adrián del barrio Zenita (perteneciente a la antigua anteiglesia de San Andrés de Etxebarria, anexionada a la villa de Elorrio en 1630), por orden del clérigo Sr. Retolaza preocupado por su estado de conservación. El autor del texto sobre Argiñeta de “75 Hitos del arte de Euskal Herria” dice: “Los sepulcros cristianos datan del siglo IX y eran destinados, probablemente a magnates y nobles y príncipes visigodos, aquellos que desdel año 711 venían huyendo de los árabes tras la derrota de Guadalete”[1].

 

Lo que no se ha dado cuenta el autor de este escrito es que para el siglo IX los visigodos eran historia pasada. Cuando entran los musulmanes por el sur de la Península Ibérica en el año 711, el cabecilla visigodo Rodil o Rodrigo estaba alzado por hacerse con la corona goda e intentado tomar Pamplona-Iruñea a los baskones. Corrió Rodil a socorrer a los suyos, pero la derrota goda o visigoda (godos del Oeste) fue total. Tras Guadalete (711), el ejército musulmán (compuesta por árabes pero sobre todo bereberes) se plantó en Pamplona en el año 716 y en Gijón o Asturias en el año 735. En el 755 la guarnición musulmana que custodiaba Pamplona fue aniquilada y se creó una frontera estable con una línea de contacto en Olite-Tafalla y al sur de Alaba en las Conchas de Haro; ésta última será llamada la “Puerta de la cristiandad”.

 

Estos intentos de buscarse un pariente lejano en la casa real visigoda era muy  propio de la corona castellana y luego española, quizás porque era bastarda al menos desde la coronación del primer miembro de la familia trastámara Enrique II “el Fraticida” en 1379 (aunque los trastámara más famosos en estos menesteres novelescos fueron los reyes Católicos). Este intento de buscar, por parte de la corona española, supuestos abolengos germánico-escandinavos (lugar de origen de los godos), provocaba en San Ignacio de Loyola comentarios como el de “humor español” y “humor de la Corte y rey de España”. El propio Esteban de Garibay (s. XVI), cronista del rey español Felipe II “el Inquisidor”, cuestiona la descendencia goda de los reyes de España a los que llama “godos extranjeros (…) tenidos por bárbaros que andaban peregrinando por el mundo”. Fue el arzobispo San Isidoro de Sevilla, cronista del s. VI, el principal sustentador del mito de la legitimidad de la corona de los reyes godos para gobernar toda la península ibérica o Hispania (dividida hasta en 6 provincias romanas), legitimidad que supuestamente les dieron los propios romanos cuyo Imperio Occidental en realidad ayudaron a destruir en el siglo V, siendo su libro uno de los más copiados en la Edad Media hispánica.

 

El mito español de buscarse un antepasado visigodo se repite una vez más en este especial de la revista “Euskal Herria” con tumbas que es imposible que sean godas, pues para el siglo IX ya no existían visigodos en la toda la península ibérica. Es más, no se tiene constancia alguna de que los visigodos controlasen en algún momento Bizkaia o incluso que sus ataques llegasen tan lejos.

 

Respecto a Bizkaia y los baskones en general, en el libro “Historia General de España, Crónica del Señorío de Vizcaya”, el historiador español Francisco Rodríguez García, ya en el año 1865, escribía que según el arzobispo San Isidoro de Sevilla el rey visigodo “Recadero, hijo de Leovigildo, tan poco éxito obtuvo que más parecía, haberse propuesto ejercitar los pueblos en la disciplina militar que alcanzar la victoria sobre las gentes con quienes guerreaba (…). Los vascos (sic) no estaban sujetos al imperio (godo), sino absolutamente independientes, libres y obrando en todo como declarados enemigos de los godos y francos”.

 

Francisco Rodríguez García habla de que los reyes godos pretendieron dominar o devastar a los baskones. Así, San Isidoro, sobre los hechos acaecidos en el año 588, dice que el rey “Gundamarus wascones una expeditione vastavit” o sobre la época del rey godo Wamba “prius feroces Vascones in finibus Cantabrie perdomuit”; el rey Suintila por su parte “Hizo también al comienzo de su reinado una expedición contra los Vascones, que con sus correrías infestaban la Tarraconense…” (Vasconum Tarrac. Provinciam infestantium). Otros cronistas coetáneos a los hechos, hispanos y francos, como fue San Julián de Toledo (672-680), escribieron en similares términos: “el piadoso rey Wamba, que venía de plantar batalla al montaraz pueblo de los vascones…”[2].

 

La implantación del Imperio godo en la Península Ibérica fue epidérmica, superficial, como lo demuestra su caída frente al avance musulmán en muy pocos años y nula en el saltus de Baskonia, salvo incursiones expeditivas o de represalia sin frutos permanentes para los invasores. Los pocos templos dispersos que dejaron los godos en la península, las pocas monedas y tumbas encontradas, están lejos del ámbito baskón. El edificio visigodo más antiguo es la iglesia de San Juan de Beños en Palencia, mandada construir por Recesvindo en el 661 (San Juan de Beños en Palencia), por tanto tan sólo 50 años antes de la caída del Imperio visigodo a manos de los ejércitos musulmanes (711), tal y como lo relata en su libro “Campesinos vascones” Alberto Pérez de Laborda.

 

Julio Caro Baroja (Madrid 1914-Bera 1995) en su libro “Problemas vascos de ayer y de hoy” es contundente al respecto: “no hay formas de origen visigodo, es decir, esa idea del aislamiento del País (vasco) frente a los visigodos es una realidad que la toponimia confirma. Mientras por ejemplo en Castilla las formas de villa se dan en la época visigótica creando nombres como Villafáfila, Villarramiel, Villarramirelli y se usan los nombres visigodos en toda Castilla la Vieja, en Álava no hay restos” y menos en Bizkaia.

 

Antonio Tovar Llorente (filólogo, lingüista e historiador español, Valladolid 1911– Madrid 1985) y el lingüista vasco Koldo Mitxelena, en 1968 dijeron: “La lengua vasca se conservó probablemente porque los vascos como los cántabros se rebelaron contra los invasores y no llegaron a ser incorporados a los reinos francos y visigodos”.

 

Recientemente, el nabarro Tomás Urzainqui en el libro “Vasconia en el siglo XI” añade que la Baskonia musulmana coincide con la goda de Leovigildo, por tanto muy alejada de Bizkaia como hemos visto.

 

Las tierras que conformarán Bizkaia eran una comarca más englobada en el Sur del ducado de Baskonia, al menos desde los gobiernos de Otsoa I Lupo y su hijo Eudon I “el Grande” (años 670-734). Cuando el ducado de Baskonia cayó en la anarquía tras la muerte en el 768 de su duque Waifre a manos de los francos, surgieron diferentes fuerzas regionales. La más importante fue la creada al sur de Baskonia de los llamados “nauarri”, que ya aparecen documentados en las crónicas francas tan solo un año más tarde, en el 769. Fueron estos baskones del sur los que germinaron el reino de Pamplona-Nabarra, el cual fue aglutinando todas las fuerzas baskonas hasta volverlas a englobar totalmente en los siglos IX y XII, al menos desde Sancho I Garcés hasta la toma por hambre de Gasteiz en las Navidades de 1200, tras 9 meses de asedio por las tropas castellanas. Son centurias de libertad dentro de una organización estatal propia.

 

En Bizkaia las tumbas o necrópolis de ésta época  (s. V-IX), además de las mencionadas de Argiñeta (Elorrio), se han encontrado en Finaga en Malmasín (Arrigorriaga, necrópolis con numerosas armas), Mesterika (entre Plentzia y Mungia), las excavadas en piedra en el monte Ganguren en Galdakano descritas por el historiador bizkaíno José Ramón Iturriza que aún no han sido estudiadas (s. XVIII) o los enterramientos recientemente encontrados en el monte Ereñozar en la costa bizkaína de este período -junto con monedas nabarras posteriores de Alfonso I “el Batallador” (s.XII)-.

 

Muchas de estas tumbas contienen armas y todo tipo de ajuar similar a los hallados en las excavaciones de Alaba como en Aldaieta (Nanclares de Ganboa), descampado de Aistra cerca al paso de San Adrián o en Zornoztegi (Salvatierra-Agurain), así como en las halladas en las excavaciones de Buzaga y Pamplona –que se convertiría en el epicentro político medieval de Baskonia-, cuyos resultados son contundentes según la arqueóloga María Ángeles Marquínez: “Desde el punto de vista étnico, tal vez haya que atribuir a la necrópolis a otro pueblo (no a los visigodos), posiblemente vascones que presentaría en su ajuar elementos importados por los invasores del norte de los Pirineos y de los visigodos, que constantemente intentaban dominar Pamplona, pues es innegable la diferencia que se encuentra entre los materiales muy unitarios de las necrópolis castellanas y las que aquí nos ocupa”.

 

Todas estas excavaciones han confirmado el dominio de todo el territorio baskón (Baskonia) por una misma gente (lo que es coincidente con las diferentes crónicas), al ser el material encontrado en los enterramientos de la Baskonia peninsular iguales a los hallados al otro lado de los Pirineos. Las excavaciones reducen la influencia goda sobre el territorio baskón (nula fuera de los territorios fronterizos y alguna incursión), llevando el centro político de la Alta Edad Media baskona hacia la zona continental. Sin olvidar que los arqueólogos franceses, entre los que se encuentran N. Aberg, E. James o S. Lerenter, distinguen perfectamente en las distintas excavaciones que han realizado, un conjunto de caracteres arqueológicos definido como “facies vascona” o “aquitana”, diferenciable de otra calificada como “septentrional o franca”. Los godos, por ejemplo, se enterraban sin armas en su viaje al más allá debido a sus creencias religiosas.

 

Es más, junto a los sepulcros, en Argiñeta hay 5 estelas de las que la página Web de la Diputación de Bizkaia señala: “Las estelas fueron también labradas en arenisca del Oiz (como los sepulcros). Cuatro son discoideas y una triangular. De las primeras destacan las grandes cabezas ovales que apoyan en estrechos cuellos realzando el aspecto antropomorfo de las mismas. La iconografía representada es fundamentalmente de carácter astral (círculos concéntricos, prolongaciones radiales, cruciformes, orlas dentadas, etc.), repitiendo motivos heredados de una larga tradición aunque interpretados según esquemas mentales de filiación norpirinaica, desconocidos hasta finales del siglo VI en el territorio”, es decir: baskonas.

 

Recientemente, se ha hallado un poblado alto medieval en Argiñeta pegado a la ermita de San Adrián, se trata de un asentamiento permanente: “El primer examen arqueológico realizado sobre la necrópolis de Argiñeta ha hecho aflorar vestigios de un poblado junto a la ermita de San Adrián, a las afueras de la villa de Elorrio. Se trata de un hallazgo «excepcional», que de ser analizado serviría para aclarar cómo eran los pueblos en la Vizcaya medieval. Este poblado sería también, junto con el localizado hace dos años en Gorliz, los únicos del altomedievo ubicados en la provincia.

El poblado se ha descubierto en la zona norte de la necrópolis, uno de los enclaves más conocidos por su colección de tumbas y estelas funerarias (…) Si bien se desconoce qué tipo de viviendas eran y a qué fecha exacta pertenecen, «creemos que podían ser de los siglos VIII y IX» y corresponderían a las personas que habían sido enterradas en el cementerio anexo hallado también durante los sondeos y que, según confirmó Solaun, sí data de esa época. En el área funeraria, similar a las existentes en Mundaka o Garai, se han encontrado sepulturas medievales y alhajas de piedra.” (12 de diciembre del 2010 http://domusapientiae.wordpress.com/2010/12/12/descubren-en-argineta-restos-del-segundo-poblado-medieval-de-vizcaya/)

 

Sobre Argiñeta

 

Se creen cristianas varias de las sepulturas de Argiñeta datables del siglo IX, al estar enterrados los cuerpos en posición de decúbito supino, mirando al Este y sin ajuar, frente a otras cercanas de la misma época como las de Momoitio (Garai), Zengoitia (Durango a Markina), Andikoa (Berriz), o las de la ermita Santa Lucía de Gerrika (hoy Munitibar-Arbaizegi-Gerrikaitz, pero anteriormente perteneciente a Ziortza) y las de Zenarruza (Ziortza-Bolibar), donde los enterramientos aparecen bajo losas sobre las que se han realizados rituales con hogueras y los muertos llevan todo tipo de amuletos como cuentas de collar o dientes de animales totémicos.

 

Apenas se pueden mencionar unos pocos detalles arquitectónicos más en toda la Nabarra Martíma anteriores a la introducción del llamado después arte románico desde el monasterio Leire por el rey nabarro Sancho III el Mayor (1005-30): existe una lápida sepulcral con signos mozárabes en el dintel de San Esteban de Iturrieta en Etxebarria (en Lea-Artibai, cerca de Markina-Xemein) y se sabe que la ermita de lo que era el núcleo originario de Elorrio es también anterior (San Agustín de Etxebarria), pues aparece en un documento del 879.

 

La primera de todas las iglesias de Bizkaia, según la tradición recogida por el historiador bizkaíno José Ramón Iturriza (Berriz 1741-Munitibar 1812), es la mencionada de Santa Lucía de Garai en Gerrikaitz, a los pies del monte Oiz por su ladera Norte. Según esta tradición, el día de la virgen del año 968 (el 15 de agosto), durante la celebración de la misa y tras la comunión, un águila tomó una calavera de una osera cercana y tras llevarla por los aires, la dejó caer en un campo de hierbas en Bolibar, al otro lado del monte Oiz, “cenaorriac”, y allí se erigió la colegiata de Zenarruza (Ziortza). Sin embargo, su datación más antigua del cenobio se remonta al siglo XI. Estos serían los únicos restos cristianos prerrománicos de Bizkaia, algunos dudosamente cristianos.

 

En las Genealogías de Meyá o Roda (970-992) descubiertas en la diócesis de Urgell (Santa María de Meyá, Lleida), es donde aparece la primera referencia a un “Comitis Biscahiensis”, por tanto ya dentro del reino de Pamplona-Nabarra, probablemente mediante el casamiento de la princesa nabarra Belasquita -hija de Sancho I Garcés y doña Toda Aznar- sobre el año 920 con un “buruzagi” bizkaíno de nombre “Momi”, Momo o Munio López, que podría ser hijo de López Fortun (870-909), natural de una de las familias baskonas de Urdaibai según la tradición: “ordo numerum regnum Pampilonensium”(…) “domna Belasquita, usor fruit domni Momi Comitis Bizcahiensis”. Bizkaia era por tanto uno de los territorios baskones libremente adheridos al reino baskón de Pamplona-Nabarra.

 

Munio López fue sitiado y muerto por uno de sus hijos, su tumba estaría en la iglesia San Martín de Morga según la tradición, cerca de Aretxabalagana donde se reunían las primeras Juntas de Bizkaia antes de trasladarse definitivamente al robledal y ermita Santa María La Antigua de Gernikazarra en la anteiglesia de Luno, ya en el siglo XV (hoy Gernika-Luno). La princesa Belasquita y Momo tuvieron tres hijos varones: Aznar (“zorro”), Lope (“lobo”) y Sancho (Ansó, uno de los valles originarios de la familia real Nabarra), de apellido todos ellos Momiz, y una hija de nombre Belasquita como su madre (de “Bela” cuervo según K. Mitxelena).

 

Las tumbas como las de Argiñeta en la Alta Edad Media sólo se las podrían permitir los grandes señores. Una de las dos tumbas con inscripciones trasladadas a Argiñeta data de la “Era 921” (que corresponde al año 883[3]) y aparece escrito “Momus”: “In De(i) Niomine Momus in copore bibentem/in era DCCCCXXI mi fecit/ ic dormit” (En el nombre de Dios. Momus en vida corpora/ en la era 921 me hizo/ Aquí duerme”). Aunque “Momo” con sus posibles variantes (Munio, Mome, Momi, Meme, o Munioz, Monioz, Munoz, Nuño etc.) era un nombre muy común en la Alta Edad Media de Bizkaia y del duranguesado (donde está enclavado Elorrio), tal y como recogió en sus trabajos el historiador bizkaíno Andrés E. de Mañaricúa.

 

 

 

 

 



[1] Se puede leer el texto completo en el blog: http://www.mybilbaobizkaia.com/blogs/post.asp?post=78 o en http://www.mybizkaia.org/blogs/post.asp?post=78

[2] Las diferentes crónicas coetáneas a los hechos hablan en estos términos: Irrupciones Vasconum; Vascones in montibus rebellants incursus; Vascones ipsi, animorum feritate deposita; feroces Vascones etc.

En parecidos término se expresaron los de cronistas los francos: Vasconias depredatur; Pampilonam capit; partem Vasconiae occupat; Vascones una expeditione vastavit; Vascones humiliavit; cum omni exercitu Vasconiae partes ingreditur; feroce Uasconum gentes debellatutus aggreditur etc.

[3] Era Hispana: calendario que comienza el 1 de enero del año 38 a. C, tras la pacificación oficial de la península de Hispania (del cartaginés “Tierras de conejos” –Dic. Larousse-) por César Augusto tras las “Guerras Cántabras”, forma de medir el tiempo que se mantuvo hasta los siglos XIII-XIV.

 

 

Publicado por Nabarralde-k argitaratua