¿Legislatura larga?

Es el nuevo mantra, como si nada hubiera pasado: hay que abandonar los calendarios, debemos tomárnoslo con calma. Ayer un rotativo de Barcelona inequívocamente catalanista proclamaba que “Cataluña necesita una legislatura larga y que el buen gobierno facilite el cumplimiento del principal objetivo de los próximos años, que es ampliar la base social soberanista”. Ya ven, la cosa va para largo.

Creer que con la formación de un nuevo gobierno podremos volver a un escenario de gestión tranquila y calmada del autogobierno es de una simpleza entrañable. La Cataluña autonómica ya no existe. El reparto de competencias de la Constitución ya es historia. El nuevo gobierno será una simple gestora. Quién pueda o no pueda ser presidente de la Generalitat o miembro del Parlament está y estará delimitado por los tribunales españoles. Cada factura deberá recibir el visto bueno de Montoro. Cualquier iniciativa parlamentaria de una cierta envergadura será vetada y anulada por el Tribunal Constitucional. Todos los líderes políticos vivirán bajo la amenaza de imputarles delitos inventados para coartar su libertad y sus funciones.

El Estado profundizará la represión judicial, política y mediática hasta transformar Cataluña en una “singularidad folclórica” como Occitania o Calabria. Mientras aún esperamos las explicaciones impostergables e imprescindibles para entender qué pasó al día siguiente de la declaración fallida de independencia, lo que no podemos hacer es autoengañarnos pensando que ahora nos espera una etapa de recuperación del autogobierno, donde podremos desarrollar el estado del bienestar y “ampliar la base social” ante la mirada de un Estado que observará complacido cómo el hijo pródigo ha vuelto a la buena senda. Olvídense. Esto no ocurrirá.

Lo habíamos dicho muchas veces. El proceso se acabaría o con la independencia o con la desaparición de Cataluña, sin término medio. Aún estamos a tiempo de enderezar la situación, porque la fuerza del independentismo catalán permanece intacta, como se demostró el 21-D. Hay que volver a definir estrategias y plazos, pero en ningún caso se puede caer en el autoengaño de un retorno apacible al autonomismo o en la aceptación de fórmulas mágicas e indeterminadas sin que se den todas las explicaciones que la gente se merece. …

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