¿Qué acciones para combatir la represión y defender la República?

El vicepresidente Junqueras, siete consejeros del gobierno y los dos máximos dirigentes de las entidades soberanistas están en prisión. El presidente Puigdemont y cuatro consejeros más están en el exilio en Bruselas con una orden de extradición pendiente de decisión por la justicia belga. Mientras tanto, la autonomía catalana ha sido intervenida y la administración se gestiona desde Madrid. Se han impuesto unas elecciones contra la voluntad de la mayoría democrática de Cataluña el día 21 de diciembre. ¿Cuáles son las acciones que se pueden hacer para responder a esta situación? ¿Qué puede ayudar más a confirmar la República proclamada el 27 de octubre? ¿Cómo actuar para restituir la libertad de los presos políticos?

Estas preguntas y muchas más se debaten estos días en las asambleas de activistas de los pueblos, barrios y ciudades, y se las hace también mucha gente individualmente que busca la mejor manera de ayudar. El movimiento independentista ha hecho las movilizaciones más grandes de Europa estos últimos siete años. Las manifestaciones del Once de Septiembre han sido multitudinarias, y se han hecho también acciones de afirmación y de empoderamiento en las que participaron más de dos millones de personas, como fueron el 9-N y el referéndum del 1-O. La escalada fortísima de represión de este otoño ha hecho que muchos colectivos, asambleas y activistas se preguntaran si era necesario también cambiar la manera de actuar y de combatir la hostilidad del Estado español. La huelga de hoy es un ejemplo. Con la ayuda de los criterios propuestos por la iniciativa ‘En pie de paz’ y de Xavier Pastor, director del Postgrado de Resolución de Conflictos Públicos y Mediación Comunitaria (Universidad de Girona), analizamos las formas de responder la represión y las movilizaciones que se hacen estos días. Veamos algunas iniciativas que se han hecho o que se han propuesto:

 

Caceroladas

Una de las expresiones de protesta que han hecho fortuna en nuestro país es el sonoro repique de cazuelas. Hacia las diez de la noche, un día puntual tras alguna agresión o varios días seguidos en protesta por alguna decisión tomada por el Estado español, las ventanas y los balcones de muchas calles se abren para interpretar un auténtico concierto de cacerolas, sartenes, tarros y latas de todo tipo. Durante cinco o diez minutos, el ruido de los golpes a los cacharros resuena por el vecindario y la protesta se hace presente en las casas en una hora donde el silencio exterior y el sonido los aparatos de televisión son la tónica dominante. La sensación de acompañamiento y de comunidad es muy grande para los participantes en la acción porque toman conciencia de la dimensión social de la protesta. A diferencia de la mayoría de acciones, esta se hace en el entorno familiar y de espacio personal y refuerza la idea de comunidad cotidiana. De alguna manera, aunque se produce en un espacio abierto y común, es la protesta más íntima y más personal porque se hace en casa. ‘Tiene una dimensión de solidaridad personal, pero también una función casi terapéutica porque permite liberar la tensión acumulada’, dice Xavier Pastor.

 

Apagón de luz

Entre las acciones que buscan un impacto cuantitativo, la idea de apagar la luz de casa unos minutos cada día es de las más sencillas y claras. El impacto de la acción se puede comprobar en el recibo de la electricidad al cabo del mes. Y se puede comprobar en los índices de consumo y gasto eléctrico. Las compañías de energía están, mayoritariamente, en manos de las oligarquías estatales. Las puertas de sus consejos de administración son giratorias y sus butacas hacen la función de pagar servicios prestados, favores y tratos de interés. De alguna manera, las compañías de electricidad y de energía son estructuras de estado en España. Que sean éstas las empresas que reciben las repercusiones de una acción de protesta no es incoherente con las razones que han llevado a la situación actual. Además, el participante en la protesta tan solo tiene el perjuicio de los diez minutos diarios que se ha de quedar sin electricidad (que conviene que sean diez minutos habituales de actividad y gasto energético) y, en cambio, se sale beneficiado econòmicamente.

 

Cortar vías de comunicación

Estos últimos días, a raíz del encarcelamiento de miembros del gobierno, se han producido algunos cortes de circulación en las autopistas, avenidas neurálgicas y vías de tren. Para cortar una vía no hace falta mucha gente, pero, en cambio, pueden ser muchas las personas que salen perjudicadas sin tener ninguna responsabilidad ni simpatía por la represión del Estado español. El objetivo de estas acciones es visibilizar la fuerza que pueden tener los colectivos organizados para hacer oír sus reivindicaciones. Con todo, hay que calcular con realismo si lo que se consigue es proporcional al daño que se causa a las personas que pueden llegar tarde a los sitios de trabajo o llevar a sus hijos a las escuelas, por ejemplo. En este sentido, ‘En pie de paz’ hace la siguiente reflexión: ‘La acción nunca renuncia a la no violencia y fomenta la participación, el apoyo o empatía del mayor número de personas -cercanas y lejanas- y genera rechazo al menor número de personas posible.’Hay un corte de vías de comunicación que tiene un objetivo que va más allá de la visibilidad. Se trata de los cortes de las vías centrales del transporte de mercancías. El objetivo entonces es causar un impacto en la productividad y hacer tambalear la economía. En este caso, hay que valorar a quién va dirigida esta medida de presión y analizar si la acción realmente causa perjuicio económico a este objetivo.

 

Concentraciones en los ayuntamientos

Una de las respuestas habituales de estos últimos meses a las decisiones judiciales o políticas del Estado español contra la autodeterminación de Cataluña ha sido la convocatoria de concentraciones ante los ayuntamientos de los pueblos y ciudades. Cuando estas movilizaciones han tenido buena respuesta de la ciudadanía, han dado una imagen de país en movimiento que va más allá de las concentraciones o las manifestaciones centralizadas casi siempre en la capital, Barcelona. Las concentraciones locales dan la posibilidad de expresar el rechazo y la protesta (o indignación) a personas que no pueden desplazarse a las grandes movilizaciones en Barcelona por las razones que sea. Este tipo de acciones no provocan ningún perjuicio a nadie y, por tanto, no generan ningún rechazo entre la población menos implicada en esta lucha o directamente contraria. Su objetivo es básicamente mediático. Y en este sentido también es importante que se hagan eco los medios de ámbito local o comarcal, que llegan a personas que consumen información de proximidad. Entre los participantes, ofrecen también la posibilidad de compartir la angustia, de hacer pasar el miedo o de no sentirse solos, en su caso de su entorno más cercano.

 

Grandes manifestaciones

Las grandes marchas que se han hecho o las que hay convocadas (este sábado, sin ir más lejos) tienen una función primordial: el impacto mediático internacional. Más allá del baile de recuentos que hacen habitualmente la Guardia Urbana, los organizadores y el equipo contrario, llenar las arterias principales de una gran ciudad tiene un efecto muy grande en los grandes medios internacionales. También refuerza el sentimiento de pertenencia de los que han asistido a las mismas y de los que no han podido y lo hubieran querido, evidentemente. Pero más allá de este reforzamiento personal, sirven para enviar un mensaje muy fuerte al mundo y, en el caso de este sábado, a las personas que son víctimas directas de la represión por su encarcelamiento o por el exilio. No se puede abusar de las movilizaciones multitudinarias, pero en situaciones excepcionales como la actual se puede exigir un esfuerzo extraordinario porque la emergencia del momento invita a ello. Las grandes marchas no suelen tener una repercusión inmediata en las decisiones de los gobernantes, pero sí crean una dimensión histórica y configuran un contexto y un ambiente muy influyente.

 

Paradas frente a los centros de trabajo

La propuesta de hacer las paradas de trabajo -normalmente, a mediodía durante diez minutos- ha sido una de las novedades del catálogo de acciones del movimiento independentista. En algunas ocasiones, se habían hecho paros similares para mostrar el rechazo a un atentado o para condenar alguna actuación violenta. El nivel de represión del Estado ha llevado a incorporar este tipo de acciones como protesta por los encarcelamientos o por la violencia policial del 1 de octubre. Hacer acciones de protesta en el puesto de trabajo implica ‘un cierto grado de identificación’, en palabras de Xavier Pastor, ‘al cuestionarse quién sale y quién no sale a protestar’. En la mayoría de los casos, los paros de trabajo se hacen por consenso de los puestos de trabajo. También es una manera de facilitar la participación de todos porque la acción es muy sencilla. No busca un impacto económico para la empresa ni tampoco es una medida de presión. El objetivo principal de esta acción es hacer presente en el ámbito laboral la excepcionalidad del momento político del país.

 

Lazos amarillos

Uno de los gestos simbólicos más extendidos a raíz del encarcelamiento de Jordi Cuixart y Jordi Sánchez ha sido el lazo amarillo en la solapa o en el pecho. El color amarillo fue el color de las grandes movilizaciones de estos últimos años y ahora sirve también para mostrar la protesta individual y colectiva por la situación de los presos políticos. Es una acción que ha llegado lejos. Por ejemplo, el lazo el luce Pep Guardiola en los partidos y en las conferencias de prensa. ‘Más allá del gesto simbólico, un lazo puede ser el desencadenante de una pregunta: ¿Qué significado tiene? Una pregunta que lleva a poder explicar la situación política catalana a un nuevo interlocutor’. Así explica su eficacia Xavier Pastor, que señala que es una acción que no tiene ningún coste ni pide ningún sacrificio de tiempo o económico.

 

Marcha a Bruselas

Estos días ha comenzado a correr la voz de una convocatoria multitudinaria en Bruselas. Hay que ver cómo acaba concertando la propuesta teniendo en cuenta la dificultad logística de la operación. Pero parece que la idea ha encontrado un cierto entusiasmo entre la gente. Seguramente, la disposición de buena parte de los que se movilizan habitualmente es porque esta propuesta incluye aspectos de novedad evidentes. Lejos de la manifestación de los Diez mil en Bruselas, de 2009, la propuesta actual es llevar al corazón de la UE el clamor por la libertad de los presos políticos y por la defensa de la República proclamada. En este caso, además de la novedad, también es valioso que el objetivo sea claro y bien definido. Este aspecto ayuda a dar sentido a la acción y hace que la gente quiera participar. Entre los criterios a seguir propuestos por ‘En pie de paz’, este aspecto es fundamental: ‘La acción tiene objetivos específicos y alcanzables, que permiten empoderar a los participantes y avanzar hacia el objetivo general’. En este caso, plantificar ante las narices de la UE el conflicto con España.

 

Huelga general

La huelga es una forma de protesta clásica. Es probablemente la más antigua de todas estas que analizamos. Xavier Pastor lo identifica como el método ‘más antiguo y clásico, una herramienta del siglo XX, que quiere demostrar la fuerza de los trabajadores frente a los empresarios o del Estado, en este caso’. Y añade: ‘Se trata de salir a la calle con el objetivo de demostrar el poder de la gente ante el poder del sistema… Cuando sales a la calle, puedes presionar a la empresa deteniendo la producción, pero también presionas al Estado, que debería de ser el mediador, aunque en este caso sea el destinatario’. La huelga general es una buena herramienta si realmente se tiene la capacidad de lograr un seguimiento rotundo. Se ha hablado mucho del objetivo de hacer tambalear la economía española para forzar al gobierno de Rajoy a una negociación, aunque sea forzado por las instrucciones de la UE. Pero seguramente haría falta un paro económico de mayor duración para poder hacer tambalear algo.

Hay más tipos de acciones que estas que hemos comentado. Por suerte, hay tantas que no acabaríamos nunca. Colgar carteles, repartir información con hojas volantes, plantarse ante las delegaciones del Gobierno, colgar esteladas, repartir información entre los turistas, organizar conferencias y debates, talleres informativos o de activismo… ‘En pie de paz’ ​​invita a no menospreciar ninguna propuesta ni ninguna acción que vaya en sintonía con los objetivos generales de afianzar la República, defender la libertad y detener la represión. Lo explica así: ‘Evitar decir «esto no sirve de nada …» sin preguntarse si «tal vez no es suficiente»: todo aquello que vaya en sintonía con los objetivos y se haga de forma no violenta suma y ya se verán los resultados futuros’.

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