Atravesar el río tanteando las piedras

Deng Xiaoping, el máximo dirigente de China Popular pocos años después de la muerte de Mao, describió el proceso de apertura económica que pilotó a partir de 1978 con una metáfora: ‘Cruzar el río tanteando las piedras’. Más o menos como hacemos los catalanes para conseguir la independencia. La cita del dirigente comunista chino -un modernizador, pero también un represor implacable- la he recordada pensando en esto que solemos llamar ‘la hoja de ruta’.

Hacer una hoja de ruta es más útil que pretender cumplirla a rajatabla. Quiero decir que escribir una hoja de ruta es un buen ejercicio porque obliga a prever todas las situaciones y todas las opciones que encontraremos en el camino hacia el objetivo. También sirve para comunicar con más realismo el camino hacia el objetivo, tratando de dejar a un lado el máximo de incertidumbres posibles. Pero haremos mal hecho si pensamos que la hoja de ruta es un camino cerrado y sin improvisaciones.

Me gustan más los mapas de navegación que las hojas de ruta. Es decir, prefiero conocer palmo a palmo el terreno que transito que pretender saber por dónde pasaré en todo momento. Conociendo bien el terreno, seré capaz de improvisar nuevos caminos si el que había dibujado al principio el encuentro cortado.

Deng Xiaoping impulsó las reformas económicas que hicieron despertar al dragón rojo sin tener ninguna certeza del camino que tomaría la bestia, según reconocía él mismo. Ciertamente, atravesó el río tanteando las piedras. Y nosotros, en nuestra dimensión y en un contexto afortunadamente muy diferente, también tanteamos las piedras del río. Por ello, sobre todo nos hemos de aplicar en adivinar dónde están las piedras más firmes y bien asentadas. En este camino, los informes del Consejo Asesor para la Transición Nacional son como una bendición de Dios, porque hacen exactamente eso: tratar de detectar las piedras, saber dónde están y cómo las podemos pisar para que no nos hagan caer de culo al agua. Estos informes son más una carta de navegación que un hoja de ruta. Dibujan las posibilidades, los terrenos, las hipótesis y las alternativas de cada situación.

Entiendo que hay que trazar un camino prioritario que suscite un cierto consenso de todos los agentes soberanistas y democráticos. Antoine de Saint-Exupéry lo decía de esta manera: “Si quieres construir un barco, no empieces cortando la madera y distribuyendo el trabajo. Primero transmite a tus hombres el anhelo de la mar libre y abierta’. Y tenía razón. La hoja de ruta debe ayudar a transmitir el anhelo de la mar libre y abierta. Pero la hoja de ruta no debe ser nunca prisión alguna. Si hay una piedra del río que baila demasiado, debemos tener la habilidad de encontrar otra más segura. Y, desgraciadamente, las piedras buenas nunca están dispuestas en una hilera recta. Saint-Exupéry mismo decía que ‘caminando en línea recta no se llega demasiado lejos’.

Alguien me dirá que toda esta argumentación es para justificar renuncias que vendrán. Y le digo claramente que no. Que sólo reivindico la combinación atrevida de inteligencia y carácter. La una sin la otra no sirven de nada. Habrá que poner el pie encima de piedras que se tambalean si no encontramos otras más estables, pero habrá que ser conscientes de la incertidumbre de aquel paso. El conocimiento del riesgo no debe servir para renunciar a la aventura, sino para coger el empuje que haga posible superar la adversidad. Arthur Schopenhauer lo expresaba muy bien: ‘No es la dificultad lo que impide atreverse; es de no atreverse de donde viene toda dificultad’.

Por eso reivindico más los mapas de navegación que las hojas de ruta. Una buen hoja de ruta es aquella que se ha hecho después de un estudio cuidadoso del mapa de navegación. Es más útil tener la visión panorámica que te ofrece el mapa de navegación que el seguir una hoja de ruta como un caballo con anteojeras. Porque cuando el atrevimiento proviene de la inconsciencia no es valentía, sino temeridad. La valentía está en el centro del hilo que separa el miedo de la temeridad. Por decirlo de otro modo: la valentía es la superación del miedo, no la ausencia de miedo. Y es por eso que tenemos que hacer valer la inteligencia y el carácter.

Crucemos el río tanteando las piedras. Tratemos de vislumbrar las más seguras. De ninguna manera dejemos de avanzar. Si nos tenemos que arriesgar, arriesguémonos. Si no tenemos alternativas seguras, demos un paso y estemos atentos a sus consecuencias. Y si nos falla una piedra, procuremos haber asegurado el otro pie. Tenemos buenos mapas de navegación del río que queremos atravesar. Usémoslos y seamos valientes. Si queremos alcanzar la otra orilla, primero debemos estar dispuestos a mojarnos.

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