De paraísos fiscales

Cuando Simplicius ve imágenes de las armas de guerra más sofisticadas en manos de seres carentes de la mínima cultura para fabricar algo superior a una cerbatana, no puede menos que preguntarse ¿cómo es posible que esa gente esté dotada de esas armas? ¿Quién las fabrica? ¿Quién se las vende? ¿Cómo y dónde las pagan? ¿Con qué las pagan? ¿Cómo es posible que gobiernos de países civilizados, toleren las cada vez más frecuentes y atroces matanzas de seres indefensos, que producen en todo el mundo y autoricen ese comercio o en su caso hagan la vista gorda? ¿Dónde se esconde la inmensa masa de dinero procedente del contrabando de toda clase de armas, incluidas las de guerra, de la droga, de la explotación en industrias de la prostitución forzada de mujeres, niños y hombres, del juego ilícito, de la corrupción de políticos y banqueros, de la evasión de impuestos? Simplicius no tiene ninguna duda en contestar a esta última pregunta: en los paraísos fiscales. Como tampoco tiene duda en acusar a estos, de ser los refugios sagrados del dinero podrido del mundo y el mayor cáncer de la humanidad. Solo en Europa tenemos una docena. Simplicius que cree que habiendo buena voluntad, el mundo podría ser “un carro alegre lleno de gente contenta” como dijo un pensador oriental, confía en que la sociedad civil se conciencie y obligue a eliminarlos, exigiendo transparencia fiscal total a los gobiernos de sus naciones, a la UE, a la ONU y a todo el mundo.

DEIA