ELCIEGO no la fundó un tabernero ciego, ni SAMANIEGO el señor Samanius

La primera referencia de Elciego es muy temprana (segunda mitad del siglo XI), reinando el rey Sancho IV de Navarra, cuando un noble navarro dona al Monasterio de San Millán sus posesiones en El Cieko:  “… yo, el Señor Aznar Díaz de Cieko dispongo libremente donar… mi propio palacio de El Cieko con todas sus heredades, tierras, viñas, molinos, prados, montes…”

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ELCIEGO no fue siempre un inmenso, bello y valioso viñedo…

¿Quién plantó hace cerca de mil años esas viñas que posteriormente donaría el anciano noble en su lecho de muerte?

Responde Pascual Madoz en su célebre Diccionario de mediados del siglo XIX : “Dícese también que cierto vecino ciego hizo aquí para comodidad de los transeúntes, una venta llamada del Ciego, de la cual verosímilmente tomó su nombre esta villa”.

Hoy, todos los investigadores rechazamos esta absurda leyenda, coincidiendo con lo que decía Jesús Fernández en su magnífico libro “Elciego 1583-1983”: ”No nos parece serio asociar el nombre del pueblo con el de un invidente, es una respuesta fácil, indocumentada, sin contenido histórico“. El catedrático Ricardo Ciérbide añadía: “ dicha hipótesis no es sostenible, el origen del topónimo debe ser otro muy distinto que nada tiene que ver con la vista”.

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… ELCIEGO tiene una historia milenaria de azada y sudor contra el lleco y la roca.

Sin embargo, cuatro décadas después y sabiendo todos que esa leyenda es falsa, se sigue contando hoy a miles de turistas, bien por bodegueros bien por Instituciones oficiales, con las excusas de que “las leyendas no hacen mal a nadie”. Demostraremos en las páginas siguientes  que insistir en el error por mera comodidad puede hacer daño a la Historia.

Se han planteado otras propuestas sin mucha convicción, ya derivadas de latín o del euskera (con significado de encinar o de ermita o de lugar cultivado) siendo la más llamativa la recogida en un reciente libro sobre la toponimia de los pueblos alaveses, en la que, sin mucha convicción, se dice que Elciego  la fundó un tal Elcius, Lanciego un tal Lancius,  Samaniego  un tal Samanius, Oyón un tal Ulius, Viñaspre un tal Asper,  Escuerna un tal Scornius…. en una exageradísima antroponimia  puesta en cuestión por otros  prestigiosos lingüistas .

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LA VISTA desde la Sierra habló a los repobladores altomedievales de aridez y pobreza.

Para tratar de encontrar una explicación razonable recurrí en mi libro “Toponimia vasca de Rioja Alavesa” a los siguientes considerandos previos:

1º.- Este tema debe ser abordado con un enfoque comarcal pues afecta a varios municipios con nombres “extraños” que juegan con el sonido IECO (o IEGO) bien como sufijo o como prefijo: Elc-iego, Lanc-iego, Saman-iego y Yéco-ra. Hay que resaltar que ninguna otra comarca (alavesa, riojana, navarra) tiene esta abundancia de villas o aldeas con estas cuatro letras, pudiendo decir que es una “peculiaridad” de la Villa y Tierra de Laguardia.

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¿LLAMAR “encinar” a su aldea, cuando la encina abundaba en las aldeas vecinas?

2º.- Es obligado enfocar la cuestión desde estas cuatro letras que coinciden fonéticamente con una palabra real (“LLECO”) que significa “campo abandonado, sin cultivar” y que está muy extendida por toda Rioja Alavesa y, en menor medida, por todo lo que fue el Reino de Pamplona vascoparlante de los siglos IX-XI, desde el Alto Aragón hasta el oriente de Burgos, pasando por La Rioja, Navarra y Álava, también por la Gascuña francesa.

3º- Esa abundancia del concepto” lleco” se debe a que es nuestra comarca especialmente árida, con un déficit hídrico estival importante, máxime en los cálidos siglos IX-XII.  Las cuatro localidades sonserranas que estamos analizando son lugares o aldeas minúsculas de Laguardia que apenas tendrán durante la Edad Media entre 15-30 hogares para jurisdicciones relativamente grandes (entre mil y dos mil hectáreas) y repletas de llecos y eriales.

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LO QUE DESDE las alturas parecía ser una blanda planicie, resultó ser duro y abrupto.

4º.-La mayoría de los lingüistas coincide en afirmar que la palabra “lleco” es de orígenes inciertos y misteriosos, pero que no es latina ni es castellana; el prestigioso Manuel Alvar la hacía derivar del vasco “leku”(lugar).

Partiendo de Alvar,  en mi libro de Toponimia aventuraba la hipótesis de que lleco derivara del euskera desde il-leku (lugar de muerte, desierto).  ¿Por qué iba a denominar nadie a un lugar como “il leku” ?

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TODAVÍA HOY, cuando los potentes tractores parecen poderlo todo, vemos fincas llecas.

Los Fueros sonserranos me dieron la clave teniendo en cuenta que toda la Sonsierra era en aquellos siglos X-XII dominio realengo y que eran patrimonio regio, además de los castillos y de propiedades rurales concretas como bosques, molinos o trujales,  también las tierras incultas o yermas: “eremus regis”. Ya vimos como los Fueros de Laguardia, San Vicente, Labraza… otorgaban a los nuevos habitantes  la libertad para ocupar esas tierras yermas de realengo, por el mero hecho de labrarlas “et ubi potuerint invenire terras hermas laborent illas”.

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ELCIEGO esconde su historia en enigmático nombre, que habla características singulares.

Es decir que los Fueros del entorno de la Sonsierra destacan el concepto “yermo-desierto” como causa para justificar no ya la posesión, sino la propiedad misma por parte de los nuevos vecinos. Así que resulta absolutamente lógico que el concepto “yermo” fuera el que trataran de enfatizar los labradores recién llegados para justificar el dominio sobre un enclave concreto y lo hicieron en el idioma que hablaban los labradores en aquella época en el reino de Navarra.

Que no era ni el latín (eremus) ni el romance (yermo), sino el vasco (illeku-ieko)”. Así surgirían las aldeas de “Elc-ieko”, “Lanc-ieko”, “Saman-ieko”, “Ieko-ra”… Con estos nombres los nuevos vecinos se estaban justificando ante el rey y sus representantes diciendo algo así como “tomo esta tierra porque esta incultivada y como la cultivo pasa a ser de mi propiedad”.

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SAMANIEGO no la fundó “Samanius”, ni unas gentes de Sámano (Cantabria).

Y ponen nombres vascos derivados de “il leku” a sus aldeas porque, como ya hemos comentado en otros artículos,  estaban llamando en ese momento a las aldeas sonserranas vecinas con nombres indudablemente vascos.

Así por ejemplo, Iekora tiene a menos de una legua los famosos lugares de nombre vasco Bihurko, Esquide, Gorribusto, Benasperi y a Samaniego le rodean  aldeas de nombre vasco como  Artajona, Murriarte, Leza, Armentarana… y Elciego tiene topónimos vascos como “El espuro” (“eliz-buru”).

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ESCUERNA, SAMANIEGO… nombres extraños que requieren ser estudiados en profundidad.

Si se acepta que una parte del topónimo es de origen vasco, no sería difícil asimilar la otra parte del nombre también al euskera como han hecho algunos estudiosos, habiendo varias posibilidades en cada lugar. Así por ejemplo, de Ieko-arana (el valle incultivado) no sería difícil llegar a Iecora, como en Lanz-ieko no es difícil ver una referencia a “lleco cultivado”, algo parecido a lo que se puede ver en en la tautología de Eltze-ieko como expresión de lleco baldío, o desde el elge de Gorrotxategui  (Elge-ieko).

Sea como fuere, lo cierto es que los responsables culturales de Álava deben estimular a nuestros lingüistas a estudiar a fondo e “in situ” la singular toponimia medieval de Rioja Alavesa/Sonsierra, para no tener que seguir escuchando leyendas absurdas o propuestas antroponímicas imposibles.

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