Museos de historia y arquitecturas monumentales: ¿Verdades como templos?

Recogen los museos verdades históricas? Hasta no hace mucho los y las profesionales del patrimonio cultural e histórico han venido considerando que no cabía otra respuesta a la pregunta anterior que el «sí». Sin embargo, la museografía actual no dirime lo anterior con tanta contundencia, pudiéndose identificar controversias significativas en la valoración de los resultados derivados del diseño de un tipo u otro de exhibición cultural. Y ello porque hoy se considera que los espacios museográficos, sean estos abiertos o cerrados, además de recoger objetos, imágenes e ideas del pasado, las exhiben siguiendo criterios expositivos y discursivos específicos. Dicho de otro modo, las prácticas museográficas  proyectan formas de representación cultural diferenciadas que provienen de seguir criterios selectivos particulares. La consecuencia es que los modelos de ordenación y exhibición museológica varían a lo largo del tiempo y el espacio. También los significados e interpretaciones sociales de las imágenes y objetos representados. Indudablemente, que así sea afecta al conocimiento asociado a los objetos seleccionados, las culturas y las historias políticas representadas en los museos.

En la medida que los museos narran y cuentan historias del pasado y del presente cultural de los grupos humanos, aquéllos son generadores, además de portadores, de imaginarios y representaciones histórico-culturales sui generis. Es por ello que la práctica y el conocimiento museológico es un tema de estudio de la antropología social. Los y las antropólogas no albergan ninguna duda al respecto: los museos son tanto constructos como constructores de identidad social. Lo que equivale a decir: de realidad cultural y conocimiento histórico. Ahora bien, se abren aquí interrogantes importantes sobre la propia sustentación conceptual de la práctica museográfica. Igualmente, de las propias fuentes historiográficas. Por ejemplo: el conocimiento histórico ¿es uno solo e intrínsecamente coherente? O, por el contrario: ¿trae consigo conjuntos de realidades, pasadas y presentes, en esencia conflictivas, razón por la cual su significación «empíricamente cierta» no puede ser sino objeto de disputa social?

Ésta y otras cuestiones relacionadas, controvertidas todas ellas, podemos plantearlas en el caso de Navarra-Nafarroa. Efectivamente, las significaciones de sucesos y situaciones de antes, como las de ahora, son fuente de disputa y controversia en la escena político-cultural contemporánea, y es así que escribimos este artículo. Ello con el fin de suscitar un debate público sobre esta cuestión tan importante, que, a nuestro entender, no puede desentenderse del marco político-cultural sobre el que ha girado, y se desea que gire, la administración pública. Sin olvidar que también está quien considera que la creación cultural es un asunto que debe emprender la misma sociedad civil, alejada, por el bien de su existencia, de los sistemas gestores estatales. Dos asuntos, por tanto, a tener en consideración son: qué clase de política cultural ha forjado qué tipo de imágenes históricas del devenir navarro; y qué tipo de políticas culturales irrumpen como modelos alternativos, bien desde la irreverencia cultural bien desde la correctopolítica.

Muchas imágenes museográficas, monumentales y arquitectónicas del pasado histórico-cultural navarro, reciente y lejano, son últimamente objeto de agria disputa ontológica y epistemológica. Disputa que, como decimos, revela la existencia de distintos escenarios político-culturales y jurídicos donde situar las exhibiciones museográficas, recordar el pasado y patrimonializar los diseños arquitectónicos. A quienes esto escribimos nos impresiona el carácter dialéctico y la tensión de significados insertos en los procesos y mecanismos coetáneos de construcción y reconstrucción simbólica de identidades colectivas. Y particularmente en Navarra, estamos ponderando las exhibiciones de imágenes culturales concernientes a su pasado histórico-político donde, como en la poesía homérica, brillan el cantar de gesta y las alianzas religioso-militares. Es así que hemos creído conveniente redactar estas líneas, invitando a la reflexión colectiva. Es de rigor afrontar el conocimiento –los conocimientos– del pasado, pensando y repensando sus modos de representación y exhibición pública. Pensarlos y repensarlos según se insertaron en la dialéctica social que entonces los originó, y en la que hoy se desenvuelven.

* Grupo de Investigación Lera-ikergunea y directores del curso de Verano “Imágenes y representaciones museográficas de la historia político-cultural navarra”

Naiz