Hacia un escenario energético sostenible en Navarra

Cuando hablamos de respetar los límites de la naturaleza y del planeta en el que vivimos nos vienen a la cabeza numerosos hechos y factores que intervienen en lo insostenible de nuestro sistema. El ser humano ha logrado tener una capacidad de transformación del entorno inimaginable hasta hace unos pocos cientos de años. Y lo ha logrado gracias a la utilización de la energía, necesaria para cualquier actividad en las sociedades actuales.

En la historia de la humanidad, y mucho más en la del planeta, el lapso de tiempo en el que el ser humano ha hecho uso de las energías fósiles y de la nuclear es apenas un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, este hecho, que posibilita la vida social y económica tal y como la conocemos hoy en día, ha tenido efectos gravísimos. A nivel medioambiental la utilización de este tipo de fuentes ha generado en todos los ámbitos un nivel de contaminación que ya está transformando de forma importante los ecosistemas. En el plano social ha favorecido la concentración de poder a nivel planetario como nunca antes se había visto; ha generado conflictos sociales y bélicos también a escala global, etcétera.

Los cambios que ya se están dando en las dinámicas climáticas, y que se profundizarán en las próximas décadas, van a depender de los esfuerzos que se hagan para abandonar un modelo económico basado en la utilización de los combustibles fósiles. El escenario óptimo sería aquel que consiguiera limitar el incremento de temperaturas por debajo de 2ºC respecto a los niveles preindustriales, y que de esta forma consiguiera estabilizar la concentración de gases de efecto invernadero en 350 partes por millón (ppm). Un escenario así requeriría la descarbonización de la economía en la década de 2050.

En este contexto, la elaboración por parte del Gobierno de Navarra del Borrador de la Hoja de Ruta del Cambio Climático es una iniciativa muy positiva y absolutamente necesaria, y una herramienta transversal que permitirá al Ejecutivo foral y a la sociedad navarra tomar medidas para adaptarse a esta realidad, ajustando los efectos esperados en el clima para moderar los impactos, así como reducir las fuentes de emisión de los gases de efecto invernadero (GEIs).

La Hoja de Ruta plantea horizontes temporales a corto, medio y largo plazo (2020-2030-2050). Se inicia con los objetivos establecidos en 2020 y 2030 por los diferentes organismos internacionales para que Navarra se oriente hacia un nuevo modelo energético y de sociedad sostenible en 2050. Estos objetivos son ambiciosos y obligan a un gran esfuerzo para cambiar la tendencia, que de hecho se ha mostrado negativa en cuanto a los datos disponibles de 2015 en relación a la emisión de los citados gases.

Así, según datos del Gobierno de Navarra, las emisiones directas de los GEIs ascendieron en nuestra comunidad en 2015 a 5,23 millones de toneladas. Ese año se rompió la tendencia descendente que se venía observando desde 2005.

Con respecto a 1990, se ha producido un aumento de las emisiones en todos los sectores, excepto en el sector industrial. Destaca el incremento que se ha dado en estos 25 años en el sector residencial y de servicios de más de un 60%, en el sector de gestión de residuos un 28% y en el transporte en un 30%.

A la luz de esos datos, como punto de partida hay que apostar por las mayores posibilidades de ahorro energético que podamos imaginar, ya que la energía más barata y que menos impacto genera es aquella que no se consume, que se debe de aplicar a todos los sectores, así como la sustitución progresiva de los combustibles fósiles por las energías renovables.

Uno de los sectores clave, es el transporte, que es, además, un sector altamente dependiente de los combustibles fósiles, casi el 94%. El modelo económico actual depende de un gran volumen de transporte de personas en su vida diaria y de mercancías. Con una drástica reducción del transporte de personas y mercancías a nivel interno, así como la ganancia en eficiencia energética mediante la electrificación -mediante un ferrocarril en condiciones, que no quiere decir un Tren de Alta Velocidad, aunque este tema lo dejo para otra ocasión-, y la apuesta por el transporte público, se pueden conseguir reducciones importantes en el consumo de combustibles fósiles, además, de la utilización de la bicicleta o caminar. Se abandonarían de forma importante los productos petrolíferos y se incrementaría enormemente la utilización de la electricidad, que en 2050 podría representar más del 60% del consumo en el transporte. El restante 40% del transporte funcionaría mediante bioenergía (biocarburantes y biogás locales y de segunda generación).

Pero reducir un 80% de las emisiones en 2050 junto a las regiones y territorios de todo el mundo, que es lo que plantea el Acuerdo Internacional de París, que fue aprobado en diciembre de 2015, no va a ser tarea fácil. Sin duda, se trata de un objetivo ambicioso, aunque, ineludible, según las opiniones de los científicos, para evitar daños irreparables en los seres humanos y en los ecosistemas. Los retos sociales y económicos son grandes, y las inercias siempre son difíciles de vencer. Los enormes poderes económicos que controlan las energías fósiles no están dispuestos a ceder su papel en el mundo en favor de una vida sostenible para las generaciones venideras. Pero es el reto que tenemos para transitar a una sociedad más justa y sostenible.

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