Los diez mandamientos de María Montessori para educar a nuestros hijos

La pedagoga más destacada del pasado siglo quería que el niño fuese su propio maestro. Las bases de su formulación se basaban en seis principios: autonomía, independencia, iniciativa, capacidad de elegir, desarrollo de la voluntad y autodisciplina.

María Montessori creía que cada niño debía tener oportunidad de poder desarrollar sus propias capacidades, por sí mismo y con los otros, para lograr ser un ser más humano, equilibrado e independiente.

En pos de ello, revolucionó los parámetros educativos existentes hasta ese momento, ideando nuevos materiales didácticos basados en el principio de autocorrección. Además, incorporó un concepto insospechado hasta la fecha, el estado físico del niño.

Nacida en una época en que a lo máximo que aspiraba una mujer era a ser maestra, María se armó de valor y estudió Ingeniería a los 14 años, luego Biología y por último fue aceptada en la Universidad de Roma, en la Escuela de Medicina. Y a pesar de que al principio su padre se opuso, se graduó en 1896 como la primera mujer médico en Italia.

Fue miembro de la Clínica Psiquiátrica Universitaria de Roma y años después estudió Antropología y obtuvo un doctorado en Filosofía, al tiempo que asistió a uno de los primeros cursos de psicología experimental. Contemporánea de Freud, desarrolló su propia clasificación de enfermedades mentales.

Pero la pedagoga fiel a sus ideales, se interesó por la educación de los niños con deficiencias mentales y aplicó métodos experimentales logrando que aprendieran a leer y escribir. En este periodo concibió sus propios métodos que aplicó más tarde a toda clase de niños.

Su idea era que al niño había que trasmitirle el sentimiento de su capacidad de actuar sin depender constantemente del adulto, para que con el tiempo fuese curioso y creativo, y aprendiese a pensar por sí mismo. Montessori definió el perfil pedagógico por franjas de edad de la infancia y la juventud: desde el nacimiento hasta los seis años, de los 6 a los 12 años, de los 12 a los 18 y de los 18 a los 24.

A partir de su práctica profesional llegó a la conclusión de que los niños ‘se construyen a sí mismos’ tomando elementos del ambiente. Estableció la premisa de que ellos sean sus propios maestros y que para aprender necesitan libertad y multiplicidad de opciones entre las cuales escoger. Esta sería la inspiración de la pedagoga en todas sus batallas por reformar la metodología y la psicología de la educación.

Aunque el régimen de Mussolini ayudó a la fundación de la Real Escuela del Método Montessori y ella le apoyó inicialmente, luego acusó públicamente al fascismo de ’formar a la juventud según sus moldes brutales’ y de convertirlos en ‘pequeños soldados’.

Su postura la empujó al exilio. Abandonó Italia en 1933 al ser clausuradas sus escuelas y se trasladó a Barcelona (1935), donde vivió la guerra civil y aprovechó el convulso periodo para experimentar métodos de enseñanza de la catequesis. Desde la ciudad condal se trasladó a la India donde también la sorprende otro conflicto bélico, la Segunda Guerra Mundial. Allí desarrolla otro de sus proyectos, las Comunidades Infantiles como propuesta para sustituir las guarderías.

Regresó a Italia en 1947 para ayudar a la reorganización de escuelas y reanudar las clases en la Universidad de Roma, y en 1949 se estableció definitivamente en Holanda con su esposo y su hijo. Ese año publicó  The Absorbent Mind. Recibió la Legión de Honor de Francia y el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Ámsterdam.

Falleció en Holanda en 1952, a los 82 años de edad.

Este es parte de su legado:

 

DIEZ MANDAMIENTOS DE MARIA MONTESSORI PARA EDUCAR A NUESTROS HIJOS

– Primero: Recuerda siempre que los niños aprenden de lo que les rodea. Sé su mejor modelo. Si criticas mucho a tu hijo, lo primero que aprenderá es a juzgar

– Segundo: En cambio, si lo elogias con regularidad, él aprenderá a valorar. ¿Qué ocurre si le muestras hostilidad al niño? Él aprenderá a pelear

– Tercero: Si se ridiculiza al niño de modo habitual, será una persona tímida. Ayuda a que tu hijo crezca sintiéndose seguro a cada instante, será entonces cuando aprenda a confiar en los demás.

– Cuarto: Si desprecias a tu hijo con frecuencia, se desarrollará un sentimiento muy negativo de culpa. Propicia que tu hijo vea que sus ideas y opiniones son siempre aceptadas, con ello conseguimos que se sientan bien ellos mismos.

– Quinto: Si el niño vive en una atmósfera donde se siente cuidado, integrado, amado y necesario, aprenderá a encontrar amor en el mundo.

– Sexto: No hables mal de tu niño/a, ni cuando está cerca, ni cuando no lo está. Concéntrate en que tu hijo está creciendo y desarrollándose de modo óptimo, valora siempre lo bueno del niño, de tal manera que no quede nunca lugar para lo malo.

– Séptimo: Escucha siempre a tu hijo y respóndele cuando él se acerque a ti con una pregunta o un comentario.

– Octavo: Respeta a tu hijo aunque haya cometido un error. Apóyalo. Lo corregirá ahora o quizá un poco más adelante.

– Noveno: Debes estar dispuesto/a ayudar a tu niño si busca algo, pero debes también estar dispuesto a permitir que encuentre las cosas por si solo

– Décimo: Cuando te dirijas a tu hijo, hazlo siempre de la mejor manera. Ofrécele lo mejor que hay en ti mismo/a. ‘Cuando un niño se siente seguro de sí mismo, deja entonces de buscar la aprobación de los adultos a cada paso’.

LA VANGUARDIA