El euskera de ayer y de siempre

El historiador Peio Monteano va a publicar un estudio que demuestra que la presencia del euskera en Navarra tras la conquista fue más amplia y duradera de lo que se creía

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Peio Monteano Sorbet se apoya en el monolito junto al Palacio de los Reyes y las Reinas de Navarra, hoy Archivo General, donde trabaja. (IÑAKI PORTO)

“Cae por su pie decir que el euskera es algo extraño a nosotros, quiero pensar que fruto de la ignorancia”

En la próxima Feria del Libro verá la luz El iceberg navarro. Euskera y castellano en la Navarra del siglo XVI. El villavés Peio Monteano, doctor en Historia, licenciado en Sociología y técnico superior del Archivo Real y General de Navarra, retrata en su décimo libro la sociedad de aquel siglo, el que siguió a la conquista castellana, que ha estudiado “con lupa”. Es un libro “revelador”, en el que aparece “una realidad lingüística desconocida y yo diría que hasta un poco incómoda para algunos en el presente”, asegura. Contrariamente a lo que han dejado escrito algunos autores, el estudio de Monteano revela que en el siglo XVI cerca del 80% de los navarros hablaba euskera y que más de la mitad de la población desconocía el castellano.

Monteano ha puesto sus ojos en el XVI, el siglo del Renacimiento, cuando la cantidad de documentos existentes permiten ver “al navarro común”. “Nos dejamos ya de documentos jurídicos y facturas, que es lo que tenemos en la Edad Media, y empezamos a ver al verdadero navarro hablándonos de su vida y de sus ideas”, añade. Monteano sostiene que en el estudio de la historia medieval “posiblemente hemos vivido un espejismo; el historiador trabaja con la materia prima, el documento, a 500 años de distancia y nuestro error ha sido pensar que la vida social estaba bien reflejada en los documentos. Tendemos a pensar que las lenguas escritas son las lenguas que se hablan y ese es otro error”, sostiene. Y escarbando en el Archivo, el historiador villavés llega a otra conclusión que asegura haber sido una sorpresa: “La lengua vasca, que siempre se ha dicho que era la lengua rústica y poco funcional, aparece con un vigor inusitado, es apreciada entre sus hablantes y es una lengua útil para su vida”.

En el siglo XVI Navarra tenía unos 185.000 habitantes, 160.000 en la Alta Navarra y el resto en la Baja. “Con los márgenes de error que se quiera, entre el 70% y el 80% de los navarros hablaba entonces euskera, en un alto porcentaje como única lengua, y otros bilingües en distintos niveles, con la actual Zona Media como bisagra”. A grandes rasgos, en los dos tercios al norte se hablaba euskera, habría algo así como una Zona Mixta y en las tierras del Ebro imperaba el castellano, una frontera lingüística que permaneció estable durante mucho tiempo. “Esto es una sorpresa un siglo después de la conquista, por la idea que tenemos de que hubo una castellanización, pero mi trabajo prueba que no es así; no es que el euskera fuera una de las lenguas de Navarra, era la lengua de Navarra, aunque la documentación no refleja eso porque la administración, que también era bilingüe, funciona como una enorme máquina de traducción”, concluye. Lo que tiene claro es que la mitad de los navarros ni entendían ni hablaban el castellano, un porcentaje que era aún más alto en las mujeres. Son los que en la documentación se recogen como “vascongados”.

Monteano aporta en su libro multitud de referencias, como la bula de 1527 que dividía lingüísticamente el reino entre la tierra vascongada y la tierra romanzada. Otro interesante documento es la carta en euskera entre los dos más altos funcionarios del reino en 1416, el secretario del rey y el responsable del tesoro, el primero de San Martín de Unx y el segundo de Pamplona, sobre una consulta fiscal. “Eso rompe todos los esquemas sobre una elite que hablaba romance, que lo hablaría, pero su lengua materna era el euskera”, añade Monteano. A ello se une el reciente descubrimiento del Libro de Pechas de Murillo el Fruto de 1390 que prueba que hasta comienzos del siglo XV sus habitantes serían cuando menos bilingües.

Otra destacada conclusión es la pervivencia del euskera en Pamplona, que fue una ciudad vascohablante hasta el siglo XVII. “Es otro cliché que ha caído. Se pensaba que desde la Edad Media las grandes ciudades habían irradiado las lenguas romances sobre un entorno rural vascohablante, pero el euskera fue también una lengua urbana”, asegura. Así, en 1627 los vicarios testifican que el 80% de los pamploneses se confesaban en euskera. De hecho, con cerca de 10.000 habitantes era la mayor ciudad y la más importante de Euskalherria. “Pamplona es el gran núcleo vascohablante del siglo XVII”, añade.

¿Por qué retrocede el euskera en los siglos posteriores? Desde la Edad Media la situación del idioma “nunca fue a mejor”. Monteano habla de “un conjunto de factores” con una cierta “coacción sistémica”. La extensión de la educación en el siglo XVII, la Ilustración del XVIII, “el siglo de las luces, que fue el siglo de las sombras para el euskera”, recalca Monteano, llevan al repliegue del idioma, sustituido por el castellano y por el francés, a pesar de que los vascohablantes demostraron “gran apego a su lengua, y la prueba es que en estas circunstancias ha sobrevivido”, añade.

El trabajo de Monteano arroja luz sobre un debate en ocasiones viciado desde la política. Ahora mismo, se opina sin rubor que el euskera es algo ajeno a la Ribera o a la Zona Media. “Es el idioma que hablaron nuestros antepasados, es un valor cultural importantísimo para Navarra y es un conformador de su identidad”, sostiene el historiador villavés, para quien “cae por su pie decir que es algo extraño a nosotros, quiero pensar que fruto de la ignorancia. Todo lo que aparecerá en el libro está fundamentado de una forma sólida. El euskera es muy importante para Navarra y también creo que Navarra es muy importante para la historia del euskera”.

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