La red. Una confesión “desapercibida”

Al hilo del juicio contra los acusados de torturar salvajemente a Sandra Barrenetxea, recupero este extracto de mi prólogo al libro de Xabier Makazaga editado por Txalaparta La red, El tormento en la España constitucional

La red. Una confesión “desapercibida”

¿Qué ocurriría en Bélgica, pongamos como ejemplo, si un ex alto cargo del Ministerio de Interior desvelara en un libro la práctica institucional de la tortura y los malos tratos llegando a detallar las discusiones sobre la conveniencia de seguir usando estos métodos o dejarlos de lado?

No conocemos la respuesta, pero sí lo que ocurrió en el Estado español cuando la editorial Plaza & Janés publicó el libro de Fernando López Agudín En el laberinto: diario de interior, 1994-1996, en el que se vierten confesiones de ese calibre. López Agudín relata en el libro que mientras él era director general de Relaciones Informativas y Sociales del Ministerio de Justicia e Interior (en aquellos momentos ambos ministerios estaban fusionados bajo la dirección de Juan Alberto Belloch) asistió a una reunión «antiterrorista» en Gasteiz. Sus palabras son estremecedoras: «La reunión gira en torno al dilema de si es posible o no seguir trabajando con red».

La red, «es el eufemismo que se emplea para designar los malos tratos y la tortura». Son las palabras elegidas por el propio López Agudín, esto es, el director general de Relaciones Informativas y Sociales del Ministerio de Justicia e Interior cuando se celebró la reunión. Estamos ante una confesión de calado, ya que el autor no dice que se planteara usar o no los malos tratos y la tortura sino, desde el reconocimiento de que eso ya se hacía, nos aclara que lo que discutieron los reunidos (entre los que estaban Margarita Robles, los delegados y gobernadores españoles en el territorio vasco peninsular y diversos responsables policiales) era seguir haciéndolo o no.

La referencia a esta reunión, celebrada en 1994, se complementa con los testimonios que recoge este libro. La sorprendente sinceridad de López Agudín no hace sino confirmar lo que ya sabíamos, esto es, que el uso de los malos tratos y la tortura no son excepcionales ni obedecen a los «excesos» de algunos agentes aislados, sino que forman parte de la llamada «política antiterrorista». Es más, sabemos gracias a quien ostentara tan importante responsabilidad en el organigrama del Gobierno español que de ello se habla (aunque con eufemismos) en las reuniones de los máximos responsables de dicha política.

¿Qué pasó en el Estado español cuando se publicó este libro de López Agudín? Nada. Absolutamente nada. No pasó nada. Ningún juez llamó a declarar al autor. No se abrieron diligencias, ni se puso en marcha investigación alguna. No se llamó a declarar a los asistentes a la reunión citada. Pese a que la legislación española –¡qué paradoja!– prohíbe explícitamente la tortura, pese a que el Estado español ha firmado infinidad de declaraciones y proclamas contra ella; ninguna institución creyó conveniente tomar en consideración la confesión de López Agudín.