Salvador Cardús «Sólo tenemos necesidad de identidad cuando no se nos reconoce»

Si el reconocimiento es satisfactorio y recíproco por las dos partes, entonces no hay ninguna preocupación identitaria

Lo más difícil de la reforma horaria es ponernos de acuerdo; es decir, hacerlo todos los sectores implicados a la vez

Salvador Cardús, sociólogo, periodista, escritor y doctor en ciencias económicas, actualmente es profesor titular de sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UAB. En septiembre de 2009 ingresó en la sección de filosofía y ciencias sociales del Instituto de Estudios Catalanes (IEC). En la actualidad forma parte del Consejo Asesor para la Transición Nacional y también colabora con el Consejo Asesor para la Reforma Horaria. Con él hablamos de sus conferencias sobre identidad y sobre la gestión de nuestro tiempo.

 

– Dice que las identidades sólo se expresan de manera explícita si falta el reconocimiento.

– Muchas veces pensamos que la identidad es una cuestión de contenidos, de tradiciones, de maneras de pensarse a uno mismo, pero esto no es exactamente así. En la práctica sólo tenemos necesidad de afirmarnos, en términos identitarios, cuando no se nos reconoce. Y, al contrario, si se nos reconoce, ya no pensamos nunca en términos de identidad. La identidad es un proceso de relación, no es algo que llevamos dentro, tiene que ver con la relación con los demás.

 

– Como sociólogo, ¿cómo definiría la identidad de una persona?

– Su ubicación social y el reconocimiento en este marco de relaciones. Si el reconocimiento es satisfactorio y recíproco por las dos partes, la que reconoce y la que es reconocida, entonces no hay ninguna preocupación identitaria.

 

– ¿Por eso estamos donde estamos en Cataluña?

– Claramente. Sobre todo en estos últimos años, este cambio de percepción de las expectativas de nuestro futuro, de la constatación del no reconocimiento por parte del Estado. Imaginemos ahora que la reforma del Estatuto hubiera salido adelante; la situación actual sería radicalmente diferente.

 

– Cuando hablamos de identidad, ¿tienen algo que ver las raíces?

– No necesariamente porque, de hecho, las raíces no son el pasado, son el futuro. Las raíces están allí donde te instalas. Las raíces del pasado, ¿qué raíces son? Si además en un país como el nuestro donde una parte muy importante somos descendientes de antiguos inmigrantes, si buscáramos nuestras raíces, en el sentido del pasado, las encontraríamos fuera. El arraigo es una operación de futuro, no de pasado. Te hace mucho más el a dónde vas, aquello por lo que luchas, allí donde te estableces…

 

– En 2012 ya hablaba de la realidad que estamos viviendo.

– A veces te asusta pensar que lo estás viendo venir, preferirías no adivinarlo.

 

– Cinco años después, ¿cómo ve el proceso?

– Muy bien. Sorprendentemente bien. Cuando las cosas han cambiado tan y tan deprisa, al final parece que lo que tenemos ahora es lo que hemos tenido toda la vida, pero es que sólo que estuviéramos diez años atrás, que es más o menos el tiempo que ha pasado para que se produzca este cambio de percepción, nadie podía imaginar que se produciría. No me podía imaginar que en diez años se pudiera producir una transformación tan rápida, tan masiva, tan impresionante… con el tono, además, con la capacidad de superar el victimismo político arrastrado hasta ese momento.

 

– ¿Se ha explicado suficientemente bien a toda la sociedad?

– Sí, se ha explicado. La información está ahí. Se han hecho cientos de conferencias para tratar de explicarlo. Lo que pasa es que, por decirlo así, hay cosas que no dependen sólo de explicarlas o que se digan, sino que dependen de factores más de carácter emocional, de pertenencia, de querer saber, y a veces no basta con quererlo saber, a veces no es sólo una cuestión de las ventajas materiales u objetivos que puedes conseguir.

 

– ¿Habrá un referéndum válido este 2017?

– Sí. Creo que tenemos todas las condiciones a favor para poder hacerlo. Tenemos un gobierno absolutamente decidido a hacerlo, tenemos un apoyo popular amplísimo para hacerlo y, naturalmente, ahora no puedo predecir los hechos. Hay cosas que no puedo prever y en el proceso no sólo jugamos nosotros sino que juegan también otros actores que nos lo pueden querer impedir. Pero me temo que seremos capaces de hacerlo, está el apoyo popular y por lo tanto esto será muy difícil de parar.

 

– Ha dicho alguna vez que hay una profunda y patológica falta de confianza en nosotros mismos…

– Sí, porque somos así, y para ganar en unas elecciones o en un referéndum, una de las cosas más importantes que habría que hacer en este tiempo que nos queda es estar seguros de nosotros mismos porque además eso es lo que arrastra a los indecisos. Cuando tú ves que los otros van a por todas es cuando dices: «De acuerdo, también me apunto». Por lo tanto nos falta confianza en nosotros mismos, nos falta reconocer el enorme valor de lo que hemos estado haciendo hasta ahora.

 

– ¿La sociedad está cansada o impaciente?

– ¡De cansada nada! Es decir, ¡estamos impacientes porque esto se hace largo! Sobre todo cuando las cosas las ves tan claras, te parece que las deberías poder conseguir con más facilidad. Pero no son fáciles, son largas, se deben hacer bien hechas y por lo tanto hay impaciencia. Pero que haya impaciencia no quiere decir que haya desánimo.

 

– ¿Cuál ha sido su papel en el Consejo Asesor para la Transición Nacional?

– Colaboré con todos los debates, pero uno en el que puse un interés especial porque creo mucho en él, fue el de las futuras relaciones entre Cataluña y España. A veces me sabe mal que sea uno de los documentos que elaboramos en el Consejo Asesor para la Transición Nacional que quizás ha pasado mas desapercibido. Me parece que el hecho de saber imaginar un futuro de buena relación con el Estado español, en una relación entre estados de igual a igual forma parte también del convencimiento de que podamos tener los catalanes de la conveniencia de ser independientes. Dicho de manera muy sencilla: quiero la independencia de Cataluña para tener buenas relaciones con España. Estoy harto de este mal rollo con el Estado español y más teniendo en cuenta que tengo familia, que tengo amigos, que tengo intereses también, que hacemos negocios y que por lo tanto nos iría muy bien tener muy buena relación.

 

– Está involucrado también en el Consejo Asesor para la Reforma Horaria. Dicen que se llevará a cabo en septiembre de 2018. ¿Será posible?

– Hace muchos años que en mi tesis doctoral ya hablaba de la organización del tiempo. El tiempo es una estructura social fundamental sobre la que se construye el resto de edificio social. Y por tanto, algunos de los grandes problemas que tenemos tienen que ver con el desorden horario, que tiene un impacto enorme en todo: en nuestra vida diaria, en la salud, en el rendimiento escolar, en las formas de relación interpersonal, en la conciliación de horarios entre el mundo laboral y el familiar, tiene que ver en las formas de desigualdad que se expresan en seguida con un lazo desigual del tiempo, en las desigualdades de género.

 

– Las administraciones se han implicado pero el comercio, la educación, la televisión, el trabajo… ¿Dónde será más difícil el entendimiento?

– Lo más difícil de todo es ponernos de acuerdo; es decir, hacerlo todos a la vez. Hablas con cualquiera de estos sectores y prácticamente todo el mundo te acaba dando la razón -también ven dificultades, claro-, no discuten la conveniencia, pero lo que es constante en todos los sectores es que te digan: «Nosotros no seremos los primeros». Si hablamos de la televisión, es obvio que tiene unos horarios nefastos para la vida social. Están haciendo programas destinados a adolescentes que comienzan a las diez y media y terminan casi a las doce de la noche. Por tanto, ahora estamos intentando cómo podemos establecer una fecha, día cero, momento cero, a partir del cual se puedan hacer cuatro o cinco grandes transformaciones que tengan capacidad para arrastrar otros cambios pero que nos permitan este acuerdo en un cambio común simultáneo.

 

– El 11% de los municipios de toda Cataluña forman parte de la red de ciudades y pueblos para la reforma horaria.

– Y muchas empresas. El caso es que cada vez que alguien da un paso en este sentido, introduciendo elementos de flexibilidad en el mundo laboral, como por ejemplo, la erradicación de los horarios fijos que son ridículos, que hacen que todos tengamos que hacer colas a la hora de entrar al trabajo a la misma hora… Y dices ¿por qué? O si uno tiene criaturas y otro no las tiene, ¿por qué deben hacer exactamente el mismo horario si las condiciones personales son diferentes? Lo que tenemos que buscar es esta flexibilidad con una organización que nos dé el máximo tiempo de libre disposición, que algunos autores han dicho que es una nueva medida de la libertad. Ser más libres, más dueños de nuestro tiempo, poder organizarlo más a nuestra manera. Creo que este es el objetivo fundamental.