Bienvenidos (o quizás no) al antropoceno

La ciencia debate si la Tierra ha entrado en una nueva época geológica, afectada por el impacto de la presencia humana

Los expertos argumentan que los restos de plástico, las radiaciones nucleares y los efectos del CO2 serán perdurables

El impacto de la humanidad sobre la Tierra es, desde hace unos años, tan intenso y profundo que merece marcar el inicio de una nueva época geológica en nuestro planeta: el antropoceno. Así lo defienden hace unos años varios equipos científicos que trabajan sobre argumentos y pruebas para validar esta teoría, que, por tanto, no es nueva. Ahora, sin embargo, ha recobrado vigencia después de que un grupo de expertos de primer nivel hayan presentado una recomendación al Congreso Internacional de Geología, celebrado en Sudáfrica, para que se valore declarar inaugurada la época del antropoceno.

Hace unos 11.500 años, superada la última glaciación, la Tierra entró en un período de clima benigno que permitió al ‘Homo sapiens’ crecer, evolucionar y multiplicarse hasta extenderse por todo el planeta. Esta época, en la que oficialmente aún estamos inmersos, se llama apropiadamente holoceno, del griego ‘holos’ (‘todo’) y ‘kainos’ (‘reciente’).

Y es especialmente reciente lo que llamamos civilización, justamente la que habría evolucionado hasta el punto de afectar el planeta en sí mismo. Esto, justamente, es lo que caracteriza el antropoceno: el impacto de la actividad humana sobre el planeta se hace evidente y perdurable en el tiempo.

Los entendidos sitúan el origen de esta nueva época a mediados del siglo XX y consideran muy probable que en un futuro lejano aún se puedan detectar algunos de los efectos causados por el hombre. El más evidente de todos podría ser la dispersión por todo el planeta de isótopos radiactivos procedentes de las pruebas, las bombas y los accidentes nucleares que han tenido lugar en diversos puntos del globo terrestre.

Pero no es el único: también hay que tener en cuenta la ubicuidad de los plásticos y las cenizas de la combustión de hidrocarburos. Las elevadas emisiones de gases de efecto invernadero, el calentamiento progresivo del planeta, la distribución global de especies invasoras y la desaparición exageradamente rápida de muchas otras, así como la deforestación progresiva, son otros aspectos bajo investigación.

«La importancia del antropoceno es que define un nuevo rumbo para la Tierra como sistema y, por supuesto, formamos parte del mismo», explicaba recientemente el profesor Jan Zalasiewicz, geólogo de la Universidad de Leicester y presidente del grupo de trabajo sobre el antropoceno, que comenzó su labor en 2009.

Zalasiewicz sabe que la idea del antropoceno está cada vez más aceptada, pero a la vez tiene claro que aún se necesitan pruebas para convencer a las autoridades científicas de que acepten una época geológica que no sólo no ha finalizado, sino que acaba de arrancar, un hecho absolutamente insólito. «En todo caso, las piedras no mienten», concluye, convencido de que tarde o temprano le darán la razón.

 

Buscando la prueba

Para definir una nueva era geológica, hay que encontrar una señal que se reproduzca a escala global y que deje una huella geológica que pueda ser detectada por los investigadores del futuro. En los sedimentos de finales del cretáceo, por ejemplo, se detectó un aumento de iridio, el metal que se dispersó a raíz del meteorito que acabó con los dinosaurios hace unos 66 millones de años.

Para Zalasiewicz, el mejor candidato para convertirse en esta señal son los elementos radiactivos de pruebas de bombas nucleares (la primera, ‘Trinity’, se lanzó en 1945), que fueron arrastradas a la estratosfera antes de dispersarse y caer de nuevo a la tierra. «Seguramente, esta es la prueba más evidente, pero tenemos muchas para elegir», argumenta. Aparte de las mencionadas anteriormente, también hay que considerar que, si bien la extinción masiva de especies es poco probable que proporcione una pista geológica, sí lo podría hacer el impulso humano a extender algunas especies por todo el mundo. Los entendidos piensan concretamente en la gallina doméstica, un serio aspirante a ser un fósil que defina el antropoceno para los futuros geólogos. «Desde mediados del siglo XX, se ha convertido en el pájaro más común del mundo, con un esqueleto mucho mayor y diferente de su antecesor previo a la guerra. Después, se ha fosilizado en miles de vertederos y en las esquinas de todo el mundo», señala Zalasiewicz.

Los científicos buscan ahora lugares donde se formen capas anualmente, como las cortezas de los árboles, el hielo antártico, el lodo en la costa de California o las estalactitas de una cueva del norte de Italia en busca de la prueba definitiva de que nos dé (nos guste o no) la bienvenida al antropoceno.

 

LAS CIFRAS

75 por ciento de las especies del planeta desaparecerán durante las próximas décadas si se mantiene la tendencia actual.

400 partes por millón de CO2 se han medido en la atmósfera, un valor que se considera por encima del punto de no retorno.

EL PUNT-AVUI