Gregorio Apesteguía Goñi: El lechero de La Rochapea

lechero1
Inauguración del Círculo Carlista en Arrotxapea. Fuente: Pensamiento Navarro, 1936- marzo-2

Un día sí y otro también, podemos constatar que aquella herída abierta en el verano de 1936 dista mucho de estar cerrada. En esta ocasión, la derecha navarra ha dejado de lado las formas y el decoro democrático para defender públicamente el estátus de honor que han estado recibiendo hasta el momento dos personas implicadas diréctamente en el golpe de Estado liderado por Franco, los generales Emilio Mola y José Sanjurjo (Pamplona, 1872).

En aplicación de la Ley de la Memoria Histórica, el ayuntamiento de Pamplona ha anunciado que el próximo 16 de noviembre procederá a la exhumación de los restos de los dos generales golpistas y otras seis personas que se encuentran en la cripta del Monumento a los Caídos, todas ellas navarras y del bando nacional. La representación municipal de UPN, lejos de recurrir a la tan socorrida abstención, se ha presentado a pecho descubierto votando en contra de dicha medida y, por si fuese poco, en contra de denunciar las amenazas que ha recibido Joseba Asirón, alcalde de la ciudad, por grupos de extrema derecha.

Arrotxapea tiene también personajes, con nombres y apellidos, que se destacaron en todos aquellos aciagos acontecimientos, responsables directos de decenas de experiencias traumáticas que siguen reclamando reconocimiento y justicia. Es el caso de Gregorio Apesteguía Goñi, natural de Zirauki (1900), fallecido en 1963 a la edad de 63 años. Apesteguía era más conocido como el “Lechero de la Rochapea”, por las vaquerías que tenía en el Puente de Miluze y en el barrio de la Magdalena, situadas ambas en sendos extremos de la Rochapea histórica.

lechero2

A la dcha, Apesteguía y José Moreno. Iturria: Arriba España, 1936-septiembre-19

Como recoge el historiador Fernando Mikelarena en su obra “Sin piedad” (Pamiela, 2015), Apesteguía fue miembro de Falange desde sus primeros momentos, e incluso llevó a hombros el féretro de José Antonio Primo de Rivera en su condición de miembro de la Vieja Guardia de Pamplona.

La Falange se sirvió de la Escuadra del Águila [ver Ezkaba,nº 235], dirigida por José Moreno, alias Pepe Perla (dueño del hotel La Perla) y su brazo derecho, Apesteguía, para llevar a cabo la limpieza política de los primeros meses de la guerra. Juan José Usabiaga publicó en 1966 un primer compendio de los testimonios recogidos al respecto:

“Los primeros días la banda de El Águila se lanzaba sobre sus víctimas en pleno día. En la calle, en las casas, en los talleres y aún en las puertas de las iglesias. Entre culatazos e insultos los llevaban a su checa de la maternidad, los asesinaban y los dejaban abandonados en plena carretera para sembrar el terror. El día 20 de julio el autobús de la Estellesa tuvo que detenerse varias veces para apartar los cadáveres de los asesinados que obstaculizaban el paso.

Despúes del primer mes, los del Águila operaban por la noche, sembrando el terror y el pánico en cientos de hogares. Durante el día se paseaban por Pamplona con aire jaquetón y de perdonavidas, sabiendo que inspiraban un terror pánico aún entre los mismos derechistas.

[…] Normalmente hacían sus racias a eso de las tres de la mañana y después hacían alarde de haber “limpiado” tantos o cuantos aquella noche”.

Salvador de Urroz, secretario de Euzko Gaztedi, señaló a Gregorio Apesteguía como el autor de un primer asesinato aquel julio de 1936:

“En el mismo día 19, en plena Plaza del Castillo, fue asesinado un tal Lozano que continuaba andando después que le echaron el alto. También un barrendero fue herido gravemente por el lechero Apesteguía (el más joven de los hermanos) porque no contestó a un “¡Viva España!” que éste voceó”.

Jacinto Ochoa [ver Ezkaba, nº 204] dejó testimonio de la participación del “vaquero Apesteguía” y el requeté Benito Santesteban, entre otros, en uno de los simulacros de juicios que se celebraban en el interior mismo de la cárcel de Pamplona a los que acudían varios detenidos. Otros testigos relataron cómo Apesteguía amenazó al alcalde de Lizasoain, en el valle de Olza, porque “éste no se mostraba muy conforme con abrir una fosa para cuatro detenidos”, o su participación en el asesinato de un militar de Zizur, localidad en la que amenazó con matar también a un tal “Silverio el gitano”.

El grupo Altaffaylla recogió el testimonio de Miguel, de Ibero, sobre lo acontecido entonces en el cementerio de Etxauri:

“Un día estuvieron todo el día trayendo y matando. Venían con un coche al cementerio, los sacaban de uno en uno y el que quería se confesaba. Los llevaban, pegaban así un tiro en la nuca y, zas, a la fosa. Iban con las manos atadas. Estaban dos para disparar, uno que era de aquí, de al lau de Pamplona, un tal Apesteguía y otro. En las traseras de la casa teníamos un balcón que daba al cementerio y de noche se oía todo. Impresionaba. Estaba todo oscurico y unas lucicas… andaban con linternas. Y se conoce que algunos no querían salir y le decía el falange: “¡Venga! Que no es nada!”. Y se oía el tiro”.

Aún hoy, ochenta años más tarde, sigue sobrecogiéndonos la impunidad de los Apesteguia, Mola y Sanjurjo, más la impunidad de hoy que la de ayer, todos ellos marcados por la calavera que adornaba el coche del tristemente conocido como El lechero de la Rochapea.

Ezkaba aldizkaria, 238. zka., 2016ko urria.