La Batalla de Roncesvalles y el Grand St. Bernard

Es conocida la desinformación que nos transmite La Chanson de Roland, encumbrando la figura del emperador y deificando la muerte de Roldán en manos de los sarracins. En realidad los protagonistas fueron los vascones, dueños de los Pirineos Occidentales y de parte de Aquitania, donde actuaban con total libertad, permitiéndose incluso hazañas como el secuestro del conde de Toulouse. No se trataba de un grupo de montañeros rebeldes que, como bandoleros, atacaron la retaguardia del ejército del emperador, causándole un daño irreparable y la muerte de su lugarteniente

Esta historia tiene un antecedente bien conocido que es el paso de los Alpes por el ejército de Carlomagno justamente cinco años antes de Roncesvalles. El emperador había ampliado las fronteras del reino franco, sometiendo a los sajones al norte, luchando contra los bávaros al este, los bretones al oeste y los aquitanos y vascones al sur. En marzo del año 773, también tomó la decisión de conquistar el reino lombardo, al norte de Italia, aprovechando la llamada de auxilio del Papa Adriano. En verano de ese año, reunió su ejército en Ginebra para atravesar los Alpes por el paso del Grand St. Bernard (actualmente en la muga entre Suiza e Italia) y poder llegar al Valle de Aosta y al norte de Italia. Atravesar los Alpes con un ejército siempre ha sido una gran hazaña y grandes conquistadores como Aníbal, Carlomagno o Napoleón han conducido sus ejércitos por diferentes pasos de montaña para llegar a Italia. Todavía hoy en día, uno de los pasos mas importante de los Alpes, el Col du Grand St. Bernard, situado a 2.473 metros de altitud, presenta grandes dificultades y los que llegamos hasta ese recóndito lugar debemos sortearlo, gracias a un largo túnel que salva el col o puerto de montaña situado entre dos de las cumbres más importantes de los Alpes: el Mont Blanc (4.807 metros) y el Matterhorn o Cervino (4.478 metros).

Los exploradores del ejército de Carlomagno que se adelantaron para preparar su paso, comprobaron que tropas lombardas estaban emboscadas a la salida del Grand St. Bernard para atacar al ejército franco. Carlomagno, que era un estratega consumado, decidió mantener la entrada del grueso del ejército por el Grand St. Bernard, pero envió una parte del mismo por la actual Saboya, más al Sur del Col de Petit St. Bernard, concretamente por el Col du Mont Cenis (actualmente en la muga entre Francia e Italia, entre las ciudades de Grenoble y Turín). Estas tropas bordearon el Valle de Aosta por el Sur y atacaron por la retaguardia a las tropas lombardas emboscadas, diezmándolas y obligándolas a huir antes de la llegada del grueso del ejército carolingio.

Una estrategia militar elaborada como correspondía a un gran ejército que había conquistado media Europa. Tras esta primera victoria franca, el ejército lombardo se encastilló en Pavia, que fue cercada por Carlomagno, resistiendo la ciudad hasta la primavera del 774. Dueño de la situación, el emperador se permitió viajar hasta Roma, donde el Viernes Santo, Sábado Santo y Domingo de Resurrección fue tratado por el Papa Adriano y el pueblo de Roma como un liberador, quedando así legitimado como el gran emperador cristiano de Occidente.

Tras conquistar la ciudad de Pavía, el emperador se declaró “Roi des Francs et Lombards” por primera vez en un Acta del 5 de junio del 774, autoproclamándose también “Patrice des Romains”. Tras la conquista de todo el norte de Italia, sólo se produjo una rebelión del duque de Friuli, a principios de 776, que fue rápidamente sofocada.

En el año 777, Carlomagno recibió en Paderborn a una embajada musulmana que pedía su apoyo contra el Emir de Córdoba. Decidido a ampliar la frontera sur de su imperio, reunió nuevamente su gran ejército en la primavera del 778, celebró la Pascua cerca de Poitiers y entró en la Península Ibérica dividiendo su ejército en dos columnas: una que se dirigió hacia la Marca Hispánica (actual Catalunya), concretamente a Barcelona, y la otra que ganó Pamplona atravesando el “Col de Roncevaux”. Las dos columnas cayeron, en pinza, sobre la ciudad de Zaragoza, donde esperaban que su cadí o gobernador, con el que había negociado la entrega de la ciudad, le franqueara sus puertas. Pero el cadí fue destituido por el emir de Córdoba, Abd Al-Rahman I (756-788) y la ciudad no se rindió. Carlomagno puso sitio a la ciudad, pero la dureza del cerco, el calor del verano, la presión de sus mandos militares y una nueva revuelta de los sajones le llevaron a levantar el sitio y dirigir su ejército a Pamplona, capital de los vascones. La decisión de tomar esa vía para volver a Francia era estratégicamente correcta, ya que se trataba del camino mejor trazado y más corto, siguiendo la vía romana que atravesaba los Pirineos por Roncesvalles-Orreaga.

En su retirada, las tropas francas destruyeron, sin que sepamos por qué, la ciudad cristiana de Pamplona, obteniendo un buen botín de guerra y prisioneros. Y es en esas circunstancias, con un ejército que marchaba enlentecido por el armamento pesado, el botín y los prisioneros que trasladaba, cuando ocurrió la Batalla de Roncesvalles. El ejército de Carlomagno, el más poderoso de Europa, fue atacado y diezmado por las tropas vasconas, que apresaron el botín y liberaron a los prisioneros. La documentación de la época, como la Vie de Charlemagne, escrita 50 años más tarde por Eginhard, menciona los nombres de los altos cargos muertos en la batalla, entre los que estaba Roldán, conde de la Marca de Bretaña. Gracias al epitafio de otro de los muertos en Roncesvalles, el senescal Eggihard, sabemos también la fecha de su muerte y de la batalla de Roncesvalles, que fue el 15 de agosto del año 778.

No cabe pensar que el mejor ejercito de la época no enviara exploradores para asegurar su paso seguro por los Pirineos, como lo hizo cinco años antes en los Alpes, ni que se dispersara por los pasos pirenaicos o tomara atajos o caminos secundarios por los que trasladar la enorme maquinaria de guerra con la que asediaron Zaragoza. No podemos creer que sólo la retaguardia “cogida por sorpresa” por los “malditos sarracenos” cayera en manos de sus enemigos. Presentar a los vascones o wascones, que dominaban uno y otro lado de los Pirineos, como simples bandoleros sin estructura organizativa de poder es una simplificación infantil. Los vascones tenían, con total seguridad, a finales del siglo VIII una estructura política organizada: jauntxos, jefes militares, comtes o reyes. Personalmente pienso que los considerados por la historiografía española como reyes de Asturias, Pelayo (718-737), Favila (737-739) o sus inmediatos sucesores tenían de reyes lo mismo que los considerados señores, condes o jefes militares de Vasconia

A partir de Roncesvalles, los vascones se mostraron extremadamente activos contra la francos, llegando a atacar la capital de Aquitania y a secuestrar al conde de Toulouse, Chorson, entre los años 787 y 789. Las fuentes francas citan como responsable de la operación a un jefe vascón llamado Adalric. Este líder militar, que bien pudo haber participado también en Roncesvalles, no consiguió su objetivo porque Carlomagno destituyó al conde Chorson y nombró conde de Toulouse a su primo Guillermo (Guillaume=Guilhem) que jugó un gran papel en los siguientes quince años hasta que, en 806, se retiró a un monasterio en Gellone, donde es venerado con el nombre de Saint-Guilhem-du-Désert.

Un segundo episodio bélico nos demuestra la potencia militar alcanzada por los señores de Pamplona en esta época. La información nos la transmite el historiador musulmán Ibn Hayyan en su libro Al-Mugtabis. El año 816, las tropas del emir de Córdoba lanzaron una aceifa o ataque contra el señor de Pamplona, combatiendo sin tregua durante trece días seguidos y muriendo, entre otros, Garsiya ibn Lubb (García hijo de Lope), Sancho “el mejor caballero de Pamplona” y, un tal Saltan al que califica como “el mejor caballero de los madjus (vikingos)”.

Cuando ocho años más tarde, el 824, Iñigo Arista (824-851), primer rey de Pamplona según la historiografía oficial, inicia la dinastía de los Aritza (roble, fuerte), no aparece de la nada. Ya llevaban décadas constituyendo un poder político propio, capaz de crear su propio espacio vascón, pirenaico, encajonado entre el imperio carolingio, el emirato de Córdoba y el reino de Asturias. La denominación del ejército que se enfrentó a Carlomagno como grupos de montañeses o bandoleros sólo son intentos de ningunearlos y menospreciarlos. Tenemos que reescribir la historia de la Alta Edad Media, en la que la batalla de Roncesvalles constituye un hito importantísimo que culminará en la creación del reino de Pamplona.

DEIA