La habitación del ser

Dante meditando sobre su obra como colofón de la Puerta del infierno. Éste viene a ser el origen de esa hercúlea figura ensimismada que todos conocemos como El pensador de Rodin. Nadie como él, salvo los supervivientes de los grandes desastres, holocausto incluido, ha sabido imaginar desde la distancia, el extrañamiento que supone ser mudo testigo de tanta atrocidad, salvo quizá un Primo Levi, y todos aquellos que en su figura son representados, caracterizándose por el sacrificial desprecio hacia una vida carente de sentido de la víctima culminada por el propio suicidio. En el otro lado, la ventana abierta sobre el paisaje de la Selva Negra en Todtnauberg, de la cabaña en la que Heidegger, bajo la postrera presunción de haber participado de la insensibilidad del verdugo, encontrara la inspiración de sus más señeras obras.

Siempre me ha interesado el espacio del creador, filósofo, intelectual, artista que entre nosotros ha tenido en Itzea, la mítica casa de los Baroja en Bera, un lugar referencial de trabajo, ocio y recogimiento de literatos y pintores como lo fueran Pío y su hermano Ricardo, así como de sus sobrinos el antropólogo Julio y el realizador documentalista Pío Caro Baroja. Conocí, en los años ochenta, asimismo la casa de Oteiza en Alzuza donde creación y almacenamiento convivían en caótica amalgama de objetos, cuyo museístico destino habría de organizar Carlos Martínez, antes de su conversión en el catafalco y capilla ardiente actual más propio de un monumento a los caídos que del compromiso adquirido para con su enérgico ímpetu (élan vital), propósito experimental incluido.

Dado lo cual no he podido evitar interesarme por la del filósofo Daniel Innerarity a través de la foto que ilustra la reseña que en su día informaba de la concesión del Príncipe de Viana. El filósofo apoyado en una esquina de la mesa de trabajo presidida por el objeto entre fetiche y totémico que resulta hoy ser la computadora, flanqueado por una bien ordenada biblioteca, y todo ello enmarcado por un vitral fondo paisajístico, tal vez metáfora visual de la sociedad líquida, en Bauman, dividiendo dos atmósferas muy diferentes: la de lo interno y la de lo externo. Y lo he hecho mediante la lectura de su ensayo Un mundo de todos y de nadie; siendo compatibilizada con la escueta, por breve en el tiempo -el intervalo de un año- reseña autobiográfica de la política por vocación y periodista de formación, Uxue Barkos, Contra viento y marea, en su épica lucha con los elementos.

En ambos casos viene a demostrarse que la “Estancia” entre los lindes de la vida pública y privada, y esa suspensión del sentido de lo habitual, en el último caso, que es la puntual y periódica permanencia en un centro hospitalario, coadyuvan al entendimiento de lo que en definitiva trata de aquellos lugares donde se es, de Los reinos del Ser (Santayana) que habita y de su transitoria temporalidad.

De las mareas y de los vientos, del sentido de lo oceánico y del mundo gaseoso nos habla Innerarity en la mencionada obra y capítulo primero. Lo hace en relación con el retorno del pirata. Este viene a ser, desde el estereotipo, un ser mutilado de hombre, con un pañuelo que oculta el cuero cabelludo, un parche en el ojo, gancho en la mano y pata de palo. Las batallas y los avatares de la vida le han infligido esta pérdida que aún y a pesar de todo le reivindica como un ser libre en su acción y sin ataduras. Tal vez por ello nos resulte tan simpático aunque en momento dado pueda arruinarnos la comodidad de nuestra estancia, pues no en vano el objeto de su acción lo mismo se puede dar en la calmosa quietud que en el desmedido movimiento. Todo pirata, no obstante, tiene su refugio en el puesto de mando al lado del timonel y camarote del capitán. Es un individuo al frente de su peculiar comunidad y frente a los demás que encuentra en la no regulación de la mar un espacio inmenso para su ordeno y mando y cuyo retorno habrá de estar marcado por el anclaje de sus riquezas en la ignota ínsula destino de la baratería con sede en Caimán o Barbados que ha de asegurar un idílico retiro. Siempre han existido, lo mismo en alta mar que en las Torres de Kio. Y siempre han tenido su caldo de cultivo en la carencia de jurisdicción sobre sus acciones compensada por la imposición de su propia ley.

La botella de ron, una mujer en cada puerto y riquezas en abundancia sirve de señuelo para el paradigmático pirateo del capitalismo en boga. Lo que no hace sino confirmar otro premonitorio título, aquel del ensayo de Giorgio Ruffolo: El capitalismo tiene los siglos contados. Fuera de ello resulta imposible creer en la posibilidad apuntada por Innerarity desde el oxímoron de un “capitalismo sin propiedad”.

Como contrapunto el pañuelo y mirada líquida que ha acompañado la enfermedad felizmente superada de nuestra autora (y actual presidenta del Gobierno de Navarra) nos hace sentir un tanto piratas de la vida; consisten en un modo de ser estando al borde del abismo, en los márgenes de la misma, en definitiva, de una visión límite y oceánica del mundo y de su objeto.

Ambas lecturas lo son del ser de acción y pensamiento que habita, que cultiva el modo de estar prospectivamente en el mundo presente. El habitar, decía Heidegger “es la manera como los mortales están en la tierra”. Innerarity redondea si cabe el argumento afirmando el que “habitar es cultivar la tierra, quienes no lo hacen no poseen ningún derecho sobre el espacio”. Se cultivan, no obstante, perlas en la mar. Lo que siguiendo el procedimiento de antropización, el habitar, independientemente del medio, supone un modo de la acción expansiva del humano.

La de esta especie no deja de ser la crónica historiada de una habitación, de su primera acomodación al entorno y del posterior dominio del mismo. Habitar, insiste Heidegger, “es -en tanto guarda a la cuatridad en las cosas- un construir, como poner a recaudo”. También ambos, Uxue y Daniel, trabajan en la misma dirección buscando la mejora correspondiente del ser, de la comunidad y de la correcta articulación de sus sistemas. Por ello no me resta aquí sino dedicarles a ellos y a su esfuerzo este escrito como un discreto a la vez que sincero gesto de admiración.

El autor es escritor