Del Burgo: el negacionismo carlista

La reciente iniciativa presentada por Jaime Ignacio Del Burgo en los juzgados contra el artista José Ramón Urtasun en relación a las referencias que se hacen a su padre en el catálogo de la exposición Navarra -1936-Nafarroa son una clara muestra de las estrategias negacionistas que los perpetradores, o quienes buscan legitimarlos, desarrollan tras poner en marcha violaciones masivas de derechos humanos.

De hecho, la amenaza de querella presentada por Del Burgo hijo nos invita a reflexionar sobre esas estrategias, y a entenderlas en el marco de las grandes matanzas del siglo XX. Con respecto a lo sucedido en la retaguardia franquista, y en ese sentido Navarra es un caso paradigmático, la historiografía ha debatido sobre cuál debe ser el calificativo que debemos utilizar para comprenderlas: genocidio, crímenes contra la humanidad, limpieza política, exterminio… Ahora bien, más allá del uso de una u otra calificación, lo que es innegable es que para entender los mecanismos de la matanza desatada en Navarra tras el 18 de julio es necesario establecer comparaciones con otras matanzas. Eso es lo que ha hecho recientemente el historiador Antonio Míguez Macho en su libro La genealogía genocida del franquismo (Editorial Abada, 2014), un equilibrado libro de intensa relevancia, según el hispanista Paul Preston.

Lo más interesante del libro, más allá de que compartamos su sólida y argumentada calificación de la represión franquista como práctica genocida, es la comparación que realiza con otros crímenes contra la humanidad desatados durante el siglo XX, no solo el da la Alemania nazi, sino también otros como los desatados en la región de los Grandes Lagos africanos, en los Balcanes o en las dictaduras del Cono Sur latinoamericano. Pues bien, en todos ellos aparecen, tras los hechos, dos estrategias que el carlismo navarro desarrolló y que están en la base de la iniciativa de Del Burgo.

En primer lugar, el intento de eliminar pruebas. En este caso, el hecho de que la documentación generada en torno a la represión por la Junta Central Carlista de Guerra de Navarra haya sido profusamente expurgada para borrar todo rastro de cómo se organizó la identificación (elaboración de listas), la cacería (batidas pueblo a pueblo), el encierro (¿dónde están los registros de los detenidos en el cuartel carlista de Escolapios, en Pamplona?) y la ejecución (sacas desde las cárceles…) de miles de navarros y navarras es en sí una prueba de que los dirigentes carlistas sabían que estaban realizando algo por lo que algún día, si se documentara, podrían ser perseguidos penalmente. La propia labor de Jaime Del Burgo como dirigente en la retaguardia había sido también silenciada hasta que ha sido constatada por Fernando Mikelarena, quien en su libro Sin Piedad (Pamiela, 2015) ha documentado que Jaime Del Burgo Torres fue jefe de requetés de Navarra en octubre de 1936.

En segundo lugar, una vez eliminadas las pruebas, el negacionismo posterior. Un ejemplo reciente de estas estrategias es el caso del genocidio del pueblo armenio, ocurrido en 1916-1917, y que el Estado turco sigue sin reconocer. De hecho, el Gobierno turco respondía con amenazas al reconocimiento del genocidio armenio aprobado en el Parlamento alemán el pasado 2 de junio. En el caso de Navarra, el silenciamiento oficial de la represión fue apuntalada más tarde por el propio Jaime Del Burgo Torres, quien en su libro Conspiración y Guerra Civil (Pamplona, 1970), cifra en 678 (menos de la cuarta parte) el número de personas asesinadas en Navarra como consecuencia de la represión.

En tercer lugar, la creación de una respetabilidad posterior que presenta a los asesinos como personas honorables y modélicas. El caso de Del Burgo es uno de ellos. Después de preparar el golpe, de participar en la guerra y de gestionar el afianzamiento de la dictadura, se convierte en historiador y escritor alabado por el régimen y por la derecha navarra. Salvando las distancias, otro ejemplo de la creación de esa autoimagen posterior es la estrategia desarrollada por las grandes empresas alemanas, quienes después de haberse lucrado con la carrera armamentística y el trabajo esclavo se presentaron ante la sociedad como respetables corporaciones que solamente obedecieron al gobierno nazi y que se esforzaron en contribuir al desarrollo de su patria, como muy bien ha explicado el historiador S. Jonathan Wiessen en su libro West German Industry & the Challenge of the Nazi Past (University of North Carolina Press, 2001).

Así pues, desde las organizaciones que integramos el Autobús de la Memoria queremos dejar claro que nos parece inaceptable que se quiera coartar la libertad de expresión, la investigación histórica y la creación artística para seguir amparando las estrategias de ocultación de pruebas, negación de crímenes y tergiversación de trayectorias en torno a la mayor matanza de la historia contemporánea de Navarra. Por todo ello queremos expresar nuestra solidaridad con José Ramón Urtasun, reafirmarnos en los contenidos de la exposición y su catálogo, impulsado por el Autobús de la Memoria, y convocar a la ciudadanía a la concentración que se realizará hoy jueves, 23 de junio, a las 9:45 de la mañana, a las puertas del Palacio de Justicia.

En nombre del Autobús de la Memoria: Fernando Mendiola, Blanca Antoñana, Edu Arteta, Carlos Martínez y Txema Aranaz