Ikastola. Único modelo de enseñanza propio

Ninguna cosa, excepto la salud, puede importar tanto a padres/madres como la educación de su hijo/a. Adoptar la decisión de tanta categoría como escoger el centro donde se ha de formar y conformar su futuro, implica gran responsabilidad. De dudoso comportamiento puede calibrarse a quienes, por intereses políticos, se dediquen en estos momentos a la guerra lingüística para intentar hundir el euskera, la novedosa metodología de su enseñanza y el brillante resultado de sus 50 años de implantación en Nabarra.

De la persecución franquista y anterior a ella (el agravio al euskera suma siglos) y hasta hoy, los conceptos de arremetida apenas han cambiado, aunque últimamente han derivado a una actitud que, si no fuese hiriente, podría ser tachada de ridícula: enfrentar la legua vernácula a un tercer idioma, el inglés. La lucha dialéctica, euskara o inglés, como si el magnífico cerebro humano, ese portento de nuestra especie que nos ha llevado a una evolución espectacular, estuviese restringido a semejante esquema.

Como madre quise para mis hijos la mejor educación y escogí una ikastola, San Fermín, todavía en ciernes, pero que podía procurar a mis hijos el idioma de sus raíces, de sus apellidos, de su cultura vivencial. Deseaba para ellos, quizá por mi deambular en diversos países a causa del exilio de mis padres, una compenetración con su cultura original, la más antigua de Europa, y que había procurado a la humanidad no solo el magno contenido humanístico y civil de nuestros Fueros, sino una organización política como la del Reino de Nabarra, avanzada en su organización a la Europa de su tiempo.

Deseaba que mis hijos se empaparan de su historia, estuvieran orgullosos de la misma, que formaran parte de quienes idearon lo del Árbol Malato (hasta aquí la defensa, no más allá, que es conquista), o que todo bizkaino, por serlo, era noble, evitando la humillación de épocas pretéritas por no ser de tal condición…, para que desde esa genial plataforma pudieran ver, entender, advertir, participar e incluso cambiar el mundo que les rodeaba, y no tan solo el europeo, sino el americano. El aprendizaje del inglés y francés lo hicieron con pasmosa facilidad pues ya tenían el mecanismo del bilingüismo en su inicial andar educativo. No les restó versatilidad ni en el castellano y euskera originales. Al contrario, sirvieron para que cada uno de los idiomas fuera un acicate para expresarse en el otro.

Esta vivencia personal es también resultado de una conducta colectiva de los 50 años de las ikastolas, recientemente festejados con la sencillez y el calor que merecían el esfuerzo con que se inició este movimiento desde las catatumbas. Los padres/madres de entonces teníamos claro que la apuesta era excesiva para nuestras fuerzas, pero no decaímos en la finalidad de nuestra causa: queríamos para nuestros hijos una educación excelente, pese a tanta oposición como tuvimos y que, desgraciadamente, continúa en determinados círculos sin razones que avalen tanta intemperancia.

Las ikastolas son hoy, como entonces, cooperativas forjadas con un enorme espíritu social, inspiradas en la innovación y con unos resultados sobresalientes, abriéndose brecha entre la lucha idiomática. En los progenitores prevalece el deseo de no desmemoriar a los hijos de una historia que nos hace singulares, de un idioma que es riqueza cultural de Europa y no tan solo por su antigüedad, sino por su afán de sobrevivencia y ductibilidad: los romanos conquistaron Iruña refundándola como Pamplona, ocuparon centenares de años la Europa occidental, y el euskera es el único idioma sobreviviente al latín de Roma, fraccionado y derivando, a lo largo de la Edad Media, en los idiomas que ahora conocemos: italiano, portugués, francés, castellano… estos dos últimos hablados por los vascos en armonía con el vernáculo. Hemos sido un país trilingüe hasta que los acontecimientos, de una índole u otra, han pretendido acabar con esta condición privilegiada. La noticia de que el euskera en Iparralde se queda sin estatus legal es deprimente.

Las ikastolas, contra viento y marea, se han convertido en inventoras de la educación en euskera, procurando material y manteniendo currículo propio, pioneras en ofrecer un modelo en euskera y plurilingüe así como un modelo mixto, y hoy, imparables en sus objetivos, entrelazan lazos con universidades finlandesas, centros escolares ingleses y belgas, para seguir progresando a través de proyectos europeos. Semejante innovación forma parte de nuestro ADN. De anotar es, y con urgencia, que llegan tiempos en que no solo el francés o el inglés son necesarios como vía de comunicación, pues el futuro, que es ya, aguarda a la generación de nuestros nietos con otros retos. Deberán hablar alemán o chino mandarín como vías culturales que les abra puertas comerciales en este desarrollo global que toca a la puerta.

Quiero dar testimonio de la excelencia educativa de las 15 ikastolas nabarras. Por haber logrado que mis hijos, gracias a su pedagogía, entorno y solvencia, al estímulo de sus dotes intelectuales y lingüísticas, se han hecho superiores al sueño que todo padre/madre tiene al acunar a sus hijos en brazos, aquel que en la Iliada de Homero, expresa Héctor, antes de partir a su muerte, despojándose del resplandeciente casco de la cabeza porque asustaba al niño que sostenía en brazos: Que se diga que fue mejor que su padre.

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