Una familia asesinada, una sima y la ONU

Gaztelu rinde homenaje a los Sagardía-Goñi cuando se cumplen 79 años de haber sido arrojados a una cueva, acto que coincide con el Día Internacional de las desapariciones forzadas

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El forense Paco Etxeberria realiza comprobaciones en el terreno. (Aranzadi Elkartea)

serendipia: descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta. También puede concretarse como: coincidencia, casualidad o accidente. Todo ello en uno surge al comenzar a investigar un caso escabroso como el de la familia Sagardia-Goñi, acontecido en 1936. Ocurrió el 30 de agosto de aquel calendario. Hoy se cumplen, por lo tanto, 79 años exactos.

Por una curiosa casualidad se cumplen cinco años de cuando la Asamblea General de la ONU declaró, el 30 de agosto, Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas. Alguna mente podría pensar que la Organización de Naciones Unidas conociera una de las más extrañas desapariciones ocurridas durante el arranque de la Guerra Civil para declarar la fecha.

Paco Etxeberria, profesor de medicina forense y miembro de Aranzadi da pistas sobre el horror que tuvo que vivir aquella familia asesinada y ocultada en una sima de Gaztelu, localidad de Nafarroa. “Bajar al fondo del pozo impresiona por sus características, pero imaginar el momento en el que fueron arrojadas al mismo una mujer y sus siete hijos me resulta casi imposible”, valora.

El informe de localización de la Sima Gaztelu, trabajo de Aranzadi, la asociación de familiares de Fusilados de Navarra, UPV y Ministerio de Presidencia cuenta con una versión del suceso, firma de Iñaki Egaña, que hoy se va a recordar en el Homenaje a la familia Sagardia Goñi, en el Día Internacional de las Desapariciones forzadas, primero en la plaza de Legasa (10.30 horas), en la sima (11.00 horas) y con una comida popular (14.00), en un acto organizado por el colectivo Amapola del Camino y Euskal Memoria.

Así, gracias a los datos recopilados por Egaña, cabe resumir que el 2 de enero de 1919, en la iglesia de Donamaría, contrajo matrimonio Pedro Antonio Sagardía Agesta, de 29 años de edad y natural de Oiz, con Juana Josefa Goñi Sagardía, de 21 años, natural y vecina de Donamaría.

Del matrimonio nacieron ocho hijos: los dos primeros, José Martín y Joaquín, en Donamaría; y los otros seis, Francisco Javier, Antonio, Pedro Julián, Martina, José María y Asunción, en Gaztelu; donde tenían fijado su domicilio.

“Desconocemos los motivos por los que un padre de familia tan numerosa, que en 1936 contaba ya con 46 años, tuvo que salir al frente junto con su hijo mayor de 17 años. Algunos testimonios han indicado que fueron obligados. Sea lo que fuere, lo cierto es que la familia se quedó en la más cruda necesidad, con la madre Juana Josefa al frente de una ristra de hijos proporcionalmente repartidos entre los 16 años de Joaquín y el año y cuatro meses de Asunción, la más pequeña”, estima Egaña.

Siempre según su versión, en un principio algunos vecinos ayudaron a la familia, pero en la medida en la que la guerra hacía aumentar las necesidades, comenzaron a acusarlos de realizar pequeños hurtos de patatas, cebollas, berzas o manzanas en los huertos de algunos vecinos. Lejos de plantear una solución digna al problema, un grupo de estos vecinos se personó en el puesto de la Guardia Civil de Santesteban, presentando denuncia ante el sargento Zubizarreta Gastesi. Este dio a entender que lo solucionasen de la forma que ellos estimasen más conveniente, dejación esta que pudo suponer la sentencia de la familia.

Al día siguiente unos vecinos hicieron trasladarse a la madre con sus siete hijos a una txabola de las cercanías. “Esa misma noche desaparecieron sin dejar rastro. Para siempre”, lamenta Egaña. La creencia general es que los arrojaron a todos a una profunda sima de la parte alta del término de Gaztelu, a la que tiraron luego gran cantidad de piedras y leña para evitar que fueran rescatados. La chabola donde estuvo la familia fue quemada posteriormente. “Después, el silencio. El absoluto silencio de los culpables y de los cómplices. El silencio también de los temerosos, muchos, en aquellos días aciagos”, agrega el investigador.

La familia, sin embargo, estaba emparentada con el famoso General Antonio Sagardía Ramos que promovió una investigación de los hechos. Soldados rastrearon la zona sin resultado alguno y los bomberos de Iruñea no pudieron, con sus escalas, llegar al fondo de la sima. Como curiosidad, este militar español es recordado por masacres que protagonizó como el Carnicero de Pallars.

Como resultado de las investigaciones, varios vecinos fueron detenidos y conducidos a la cárcel de la capital navarra, siendo defendidos por el abogado baztanés Julio Echaide. Al poco tiempo, tras una libertad provisional, quedaron libres, echándose tierra sobre tan escandaloso asunto. El propio general Sagardía, aconsejado por sus superiores, cesó en las investigaciones. Ni en los libros de difuntos de la parroquia, ni en los juzgados se registraron los fallecimientos.

El padre regresó de la guerra, falleciendo al poco tiempo. El hijo mayor marchó a Nafarroa Beherea, estableciéndose en las cercanías de Donibane Garazi.

Por todo ello, hoy se recordará a Juana Josepa Goñi Sagardía, de 38 años, y embarazada. Y a los hijos del matrimonio Sagardia-Goñi: Joaquín (16 años), Francisco Javier (14 años), Antonio (11), Pedro Julián (9), Martina (7), José María (4) y Asunción (1 año).

análisis forense Según el informe de Aranzadi, “es evidente que los cuerpos fueron arrojados intencionadamente a la sima y por ello cabe interpretar que se trata de muertes violentas”. Etxeberria aporta que “una familia desaparecida, una chabola incendiada, una sima cercana… Todo parece apuntar a un crimen de proporciones poco frecuentes en la larga historia de los pueblos al sur de los Pirineos”.

Y de forma indirecta, el prestigioso médico forense guipuzcoano llama a la reflexión y actuación ante hechos de este tipo. “En el fondo, también del pozo, hay una historia no aclarada. Así, cuando nos planteamos la necesidad de dignificar a quienes lo perdieron todo en la guerra, que cada uno piense en lo que le toca y actúe en consecuencia porque ante las vulneraciones de los derechos humanos no podemos ser neutrales. Nos toca hacer algo y llegar hasta el fondo”, insiste el experto investigador.

DEIA