Nafarroa-Euskadi: hacia la concordia

Corren tiempos estimulantes para la política. Conocemos de sobra lo que se ha hecho mal en tiempos pasados, unos y otros, y las urnas han sentado las bases de legitimidad democrática para una nueva etapa de normalización de relaciones institucionales entre territorios vertebrados por la historia, la lengua, la cultura y otros vectores tan intangibles como plenos de sentimiento identitario, derivados de nuestra articulación como Euskal Herria.

Superada la violencia, vencido el propósito totalitario de imponer por las armas el destino de dos pueblos hermanos unidos históricamente bajo un solo Reyno, es el tiempo de la política inteligente. Aproximarse a Nafarroa con afán de conquista o de absorción es antidemocrático y logra además el efecto contrario: la desafección frente al que pretende fagocitarte. Las buenas relaciones son las que se entablan desde la confianza recíproca, desde la paridad, la igualdad, la aproximación amiga, no prepotente ni impositora.

Y para ello no caben ni ciabogas extremas ni péndulos de extremos. Hay que avanzar en la normalización lingüística, sin imponer ni impedir. Hay que trabajar en la integración de Nafarroa en la Eurorregión Aquitania-Eukadi-Nafarroa, para que la realidad sociológica y vecindad nos acerque desde la diversidad, nos permita compartir recursos y proyectos que nos beneficien conjuntamente, debe huirse de maniqueísmos y respetar la pluralidad como cauce para eliminar temores y sembrar un clima de normalidad relacional. EITB debe poder verse ajena a la obscena clandestinidad impuesta. Hay muchos campos de trabajo en común, desde el respeto y la cercanía.

Un ejemplo histórico que permite comprobar cómo debe relativizarse todo es el relativo a la vinculación histórica entre el Reino de Navarra y la Corona de Castilla, y si se trató de una incorporación o de una unión. Animado por buenos amigos, comprometidos con Nafarroa y con la reivindicación de su historia como reino independiente de la población vasca, reflexionaba hace poco con toda humildad intelectual y con el respeto y reconocimiento a los historiadores y en particular a los historiadores del Derecho, que han analizado con su sapiencia jurídica la naturaleza de la vinculación entre Castilla y Nafarroa, para tratar de esbozar una explicación sencilla y fundada documentalmente en torno a lo que significó su vinculación a Castilla: qué valor tuvo, qué significado, qué interpretación cabe defender desde la óptica relacional de lo que en la actualidad sería una situación extrapolable a la relación entre dos estados modernos.

La pregunta clave es: ¿qué debe primar, la interpretación de las Cortes de Castilla, que aludieron a la incorporación de Nafarroa a Castilla o la orientación defendida por las Cortes de Navarra, que mencionaron y defendieron en todo momento el concepto de su unión a Castilla?

La diferencia entre ambas posturas o interpretaciones no es menor ni baladí: incorporarse a otro reino -hoy diríamos a otro Estado- supone quedar desprovisto de tu personalidad jurídica como Reino, implica quedar subsumido en las instituciones y en el ordenamiento jurídico del Reino -o Estado- que te absorbe, que te incorpora a su seno difuminando la realidad jurídico-institucional preexistente. Por el contrario, unirse -sea de forma voluntaria o, como fue el caso de Nafarroa, forzada, tras la conquista previa- supone pasar a formar parte del territorio del Estado (del Reino, históricamente hablando) al que quedas vinculado, pero mantienes tus instituciones, tu ordenamiento jurídico, tu singularidad y reconocimiento como Reino, y , sobre todo, la bilateralidad en las relaciones ad intra o internas entre ambos reinos o estados.

¿Nafarroa quedó incorporada o se unió a Castilla? la respuesta que demos a esta capital cuestión trasladará sus efectos hasta el tiempo presente. Y es la misma pregunta que en el marco de las relaciones internacionales se ha formulado en numerosos supuestos contemporáneos. En el marco de las relaciones internacionales podemos pensar en ejemplos en el seno de la propia Europa: en Alemania, la extinta RDA se incorporó a la RFA, de forma que la unificación alemana no generó la mera unión de dos Estados, sino la plena incorporación y absorción por parte de la República Federal Alemana de la extinta República Democrática Alemana -la Alemania del Este- que dejó de existir como ente estatal y pasó a carecer de toda personalidad jurídica y de instituciones propias.

El propio concepto de Unión Europea (UE) revela el sentido del término en el marco de las relaciones internacionales: Unirse significa vincularse a un proyecto común sin perder la identidad propia como Estado; supone ceder soberanía pero no perderla, sino compartirla; representa la suma desde la diversidad sin perder tus señas de identidad, tu lengua, tu derecho, tu ciudadanía, tu entramado institucional. Implica, en definitiva, aportar unidad desde la diversidad, sin anular personalidades estatales, anclados en la bilateralidad, en el trato recíproco, en la ausencia de sumisión unilateral al poder establecido, en la fijación de reglas de juego y de cooperación conjuntas.

Nafarroa nunca aceptó su incorporación a Castilla; y la unión materializada tras la conquista nunca implicó la desaparición de su identidad nacional como Reino, plasmada en su propio concepto de ciudadanía -la moderna y vigente vecindad civil navarra-, en su Derecho foral, en sus instituciones forales, en la exigencia de respeto recíproco a la legislación propia y en el mantenimiento de su propio sistema de justicia.

DEIA