Ikastolas: cooperativas de educación en euskera

Cooperativas de educación en euskera. Así definíamos a las ikastolas cuando un grupo de padres y madres -cooperativistas a la postre nuestra ikastola- intentábamos definir de la forma más precisa el término ikastola.

Pues es sobre esos tres ejes -cooperativismo, educación y euskera- sobre los que pivotan el ser y el hacer de las ikastolas. Ejes a los que, además, igual que en la multiplicación, el orden de los factores no altera el producto, no podríamos conferir mayor o menor importancia en favor o detrimento del resto sin romper aquello que la ikastola tiene de intrínseco: cooperativa de educación en euskera. En cualquier orden, pero indisolublemente unidos, repito.

No somos públicos. No pertenecemos a la red pública del Gobierno de Navarra.

Nos somos privados. No pertenecemos tampoco a ninguna orden religiosa ni dependemos de ningún otro grupo o empresa.

Somos cooperativas que tuvieron la valentía de inventar la educación en Euskara.

Constituimos una tercera vía surgida hace cincuenta años de la iniciativa social. Somos hijos del trabajo en común, del auzolan, tan enraizado en nuestra tierra, y que tantos frutos ha dado a lo largo de la historia, en toda nuestra geografía, en los más variados ámbitos. Nacidas las ikastolas en diferentes lugares y momentos, en diferentes circunstancias… Unas en pequeñas localidades; otras, en grandes urbes…, pero todas con ese denominador común que lleva implícito en sí el término cooperativa.

Cooperativa significa autogestión, autonomía, independencia, participación, capacidad de decisión…, y por eso señalamos con satisfacción que somos dueños de nuestro futuro.

Un modelo de organización, el de la cooperativa, horizontal y no vertical ni piramidal, donde todos los partícipes tenemos los mismos derechos y obligaciones, y es en sus asambleas donde radica el poder decisorio.

Somos nosotros, cada padre, cada madre, quienes decidimos las líneas maestras de gestión de nuestros centros, quienes diseñamos nuestros planes estratégicos. Y decidimos libremente el qué, el cuándo, el cómo, el porqué, el con quién… de todos y cada uno de los pasos que damos, de todas y cada una de las decisiones que tomamos. Desde la más simple a la más importante: desde la compra de una fotocopiadora hasta el nombramiento de la dirección.

Las generaciones anteriores del movimiento de ikastolas -sus primeros cooperativistas- escribieron las primeras páginas de su historia. Otros estamos viviendo el presente; y vendrán, tras nosotros, quienes escriban en el futuro la suya propia. Pues estará -por esa forma de organizarnos- en sus manos.

Cooperar: operar conjuntamente con el de al lado, trabajar codo con codo con él. Ello crea, sin duda alguna, una sinergia que no existe en otro tipo de estructuras. Y las relaciones se estrechan tanto en el plano humano como en el económico hasta convertir a todos los cooperativistas en vasos comunicantes de ese proyecto común.

De modo cooperativo se decidió implantar un modelo de educación en euskera en pleno franquismo. Del mismo modo que se decidió que las aulas fueran mixtas en unos tiempos en que la separación por sexos era la norma habitual.

Cooperativamente se buscaron ubicaciones para nuestro alumnado; se limpiaron, pintaron, adecentaron…

Cooperativamente se buscaron terrenos para levantar nuevos edificios -debido a la creciente demanda- y préstamos para sufragarlos. Que, por otro lado, religiosa y cooperativamente vamos pagando. Porque nuestro objetivo, dentro de esa manera de organizarnos, es la búsqueda de la mayor calidad en la educación de nuestros hijos. Y de ahí nuestra histórica implicación, propiciada por esa estructura colectiva. Fueron los cooperativistas quienes decidieron que había que establecer nexos de unión entre todos los centros de Navarra, creando la Federación Navarra de Ikastolas.

Esa capacidad de decisión impulsó a los cooperativistas a lanzar el innovador proyecto -Eleanitza- de introducir el inglés desde los tres años. Y ese mismo carácter cooperativo empujó a la creación de una editorial en la que un potente equipo de profesionales del ámbito educativo creara un material escolar propio, que, posteriormente, ha sido utilizado también por otros centros.

Fue también esa capacidad de autogestión la que llevó a crear una fiesta como el Nafarroa Oinez, que pusiera en valor el euskera en un ámbito lúdico, a la vez que servía como vía para recaudar fondos que permitieran llevar adelante cuantos proyectos iban surgiendo. Y debemos agradecer de todo corazón la enorme generosidad recibida durante todos estos años.

La palabra participación está de moda. Sobre todo en el terreno político. Pero, desgraciadamente, vacía de contenido la mayor parte de las veces. Vivimos tiempos de dura crisis y muchos trabajadores abocados al paro han optado por auto-organizarse creando cooperativas que les han permitido seguir desarrollando la labor que anteriormente realizaban en sus antiguas empresas, pero añadiéndoles el plus de que son, al mismo tiempo, trabajadores y dueños de sus centros de trabajo.

La tan hoy manida participación forma parte del ser identitario de las ikastolas, pues gracias a nuestra estructura cooperativista hemos sido propietarios de nuestro pasado, lo somos del presente, y lo seremos del futuro.

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