Discriminación del castellano en Cataluña

El ministro Wert intentó ayer con éxito notable superar su récord de miseria política comparando la supuesta discriminación del castellano en Cataluña con la que tenía el catalán «en otras épocas». Una frase que pocas horas después intentó matizar con poca fortuna porque su odio contra el catalán está suficientemente acreditado. De todos modos, hay que otorgar al señor ministro la duda de si «otras épocas» significa necesariamente el franquismo. Más que nada porque en la historia de este país desgraciado hay todo un catálogo de ejemplos de persecución para elegir y regalar. Por lo tanto, Wert quizás se refería al franquismo, cuando la política lingüística se hacía con pistola y depuraciones en masa en vez de buscar consensos democráticos como el que ha permitido una inmersión lingüística que garantiza el conocimiento tanto del catalán como del castellano. Pero quizá hacía la comparación pensando en la real cédula de 1768 que prohibía la enseñanza del catalán en las escuelas y expulsaba el idioma de los juzgados. O a la ley Moyano de 1857, que prohibía el catalán en todo el sistema escolar. O en la real cédula de 1772 que ordenaba a todos los comerciantes que llevaran los libros de contabilidad en castellano. O a la de 1779 que prohibía representar, cantar y bailar en catalán. O a la normativa del 1838 que prohibía el uso del catalán en los epitafios de los cementerios, ni muertos nos dejaban descansar en paz. O en la circular de 1846 que prohibía las recetas en catalán. O a la prohibición, en 1898, agárrese fuerte, de hablar por teléfono en catalán. Es una breve relación de ejemplos a los que habría que añadir los muertos, agredidos o castigados por el hecho de hablar una lengua o defender su uso. ¿Con cuál de estas atrocidades es comparable la situación de un idioma como el castellano, cooficial, obligatorio en Cataluña y blindado por el Estado? Escaparse de esta España que practica el genocidio lingüístico siempre que tiene suficiente fuerza para hacerlo ya no es cuestión de ser o no ser españoles sino de tener o no tener dignidad. Wert no es el problema, sólo es el sicario de turno.

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