Colón siguió más de un siglo después las rutas de los balleneros vascos y vikingos hacia el Nuevo Mundo

Los vascos seguían a las ballenas hasta que desaparecieron del Golfo de Bizkaia y entonces llevaron su territorio de caza hacia el mar del norte Islandia y finalmente Terranova y America mucho antes de que Colón pensara en su viaje a las Indias patrocinado por los Reyes Católicos.

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Está probada la presencia de balleneros vascos en Terranova y Labrador en los siglos XV, XVI y, muy probablemente, antes. Muchas universidades, historiadores y arqueólogos principalmente en Canadá, EE.UU. y el País Vasco, han investigado al respecto desde hace años. Sus andanzas están también repletas de curiosidades.

Numerosos historiadores (Camino y Orella, A. Irigaray, el escritor Robert Loture, Etienne Clerirac, A. Oihenart…) sitúan la llegada de los balleneros vascos al “Nuevo Mundo” en el año 1375, pero no hay pruebas arqueológicas documentales de ello. Incluso se habla de un barco de Orio que llegó a la conocida como “Isla de los Vascos” (Island aux Basques) en 1392. Un siglo antes que Colón.

Es difícil encontrar pruebas fehacientes de ello, pero posible. La propia naturaleza de la actividad ballenera, que era temporal, en una geografía hostil y desconocida, y una tierra muy poco poblada, lo estorba. ¿Quién o cómo podría constatarlo? La primera noticia verificada es de 1517, pero desde mucho antes, en los registros de los puertos vascos encontramos noticias de como naos balleneras subían entre las Islas Británicas, o bordeándolas, hacia el Norte, dejando atrás las Feroes, llegando hasta Islandia, caboteando Groenlandia, y aprovechando la Corriente de Labrador se dejaban llevar hacia la que llamaron primero Isla de Bacallao y, posteriormente, Ternua. Justamente, era la ruta vikinga.

Los vascos llegaron a las costas de Terranova y Labrador en busca de las ballenas, las cuales fueron los primeros en cazar en el siglo VII, aunque la primera referencia escrita de esta caza no será hasta 1059, en un documento donde se dice que se vendía carne de este cetáceo precisamente en Bayona, principal puerto navarro de la época.

Se supone que los vascos seguían a las ballenas que iban desapareciendo poco a poco del Golfo de Bizkaia y después del Cantábrico y llevaron su territorio de caza hacia el Mar del Norte, Islandia, Groenlandia y, finalmente, Terranova y el continente americano. Una de las teorías que intenta buscar una explicación para la desaparición de los últimos restos de las colonias vikingas en Groenlandia allá por el s. XV es, precisamente, la de posibles conflictos con balleneros-piratas vascos.

La UNESCO se hizo eco al declarar a la estación balnearia de Red Bay, Canadá, como Patrimonio Mundial de la Humanidad durante la 37 sesión del Comité de Patrimonio Mundial (CPM) de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Esa organización inscribió  a la estación balnearia de Red Bay en Canadá en la Lista de Patrimonio Mundial, llevando el total de Sitios Patrimonio Mundial en ese país a 17.

Francisco Javier Gutiérrez, vicepresidente de la sesión, a nombre del comité de 21 miembros, expresó sus felicitaciones a Canadá por la inscripción de la propiedad en la prestigiosa lista de la UNESCO.

Localizada en la provincia Labrador de la costa del Estrecho de Belle Isle, Red Bay ofrece el testimonio más antiguo, integral y mejor preservado de una estación balnearia preindustrial en la zona del ártico, según el documento del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS, por siglas en inglés), un órgano asesor de las propiedades culturales del CPM.

Fundada por marinos vascos en el siglo XVI, permitió el desarrollo de la caza de ballenas costera de verano, el sacrificio de las ballenas, el procesamiento de la grasa de la ballena para producir aceite y el almacenamiento del aceite. La propiedad incluye los restos de hornos de procesamiento, tonelerías, embarcaderos, habitaciones temporales para vivir y un cementerio, además de los restos de barcos bajo agua y depósitos de huesos de ballena, indica el documento de la UNESCO. Los principales emplazamientos de Red Bay, y la Isla Saddle en particular, cuentan en total con alrededor de 15 edificios para los hornos de procesamiento usados para derretir la grasa de ballena y producir aceite, señálale documento.
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«La propiedad es testimonio del establecimiento pionero de la caza de ballenas trasatlántica vasca en el siglo XVI, en las provincias marítimas árticas en el noreste de Canadá», comenta ICOMOS.

«Describe el ensamble pleno de los restos arqueológicos, tanto en tierra como bajo agua, que en muchos casos están bien preservados: barcos, hornos de procesamiento de aceite, tonelerías, depósitos de huesos de ballena, habitaciones para vivir, un cementerio y un grupo importante de artefactos arqueológicos».

La sesión 37 del CPM, que se realiza en Phnom Penh, y se clausuró en Angkor el 27 de junio.

Además de ser marinos avezados los vascos contaban, sin saberlo, con una «poción mágica»: la sidra. Esta bebida tradicional entre los marinos vascos, plena de vitaminas, les libraba muchos de los estragos del escorbuto  permitiéndoles afrontar largos viajes. Alrededor del año 1000 D.C., estos intrépidos cazadores de la Bahía de Bizkaia iniciaron la lenta pero sistemática erradicación de las costa cantábrica protegidas bajo la sombra de los Pirineos. Una vez que la necesidad local estuvo cubierta, los Vascos establecieron mercados de carne y grasa de ballena internacionalmente, creando ‘consulados’ en Holanda, Dinamarca e Inglaterra con el fin de promover las ventas de sub-productos derivados de la caza como jabón, cuero, pintura, carne, materiales de confección textil, muebles, etc.

Las ballenas francas o correctas para cazar ya que flotaba una vez muertas – fue el blanco principal de los balleneros vascos y terminaron por desaparecer de las aguas de la Bahía de Bizkaia.

Estos  animales se acercaban a las bahías en busca de protección y descanso, pero al encontrar en su lugar la muerte, se fueron..

De acuerdo con el historiador Clement Markham, los vascos cazaban anualmente un número reducido de individuos, por lo que no se les puede achacar que sobrepescaran hasta diezmar las poblaciones de ballenas francas de la zona, pero es posible que el instinto animal causado por sus actividades cambiara el rumbo de las ballenas hacia lugares menos peligrosos.

A medida que el número de ballenas francas disminuía, los vascos ampliaron la búsqueda de esta especie a Irlanda, Islandia, Groenlandia, llegando a establecer estaciones costeras incluso en el Golfo de San Lorenzo (Canadá). Tras 500 años de historia ballenera, el ocaso de actividad  ballenera vasca se inició a finales del siglo XVI con la destrucción de la Armada Española en 1588, por motivos bélicos. Esto significó que las embarcaciones de guerra españolas no podrían continuar contrarrestando el poderío de otras flotas en caso de encuentros navales, por lo que los vascos se vieron obligados a aventurarse en el Atlántico sin nade alrededor.

Después de haber aprendido a cazar las grandes ballenas en el Golfo de Vizcaya, los vascos comenzaron a llegar a las ricas bases de caza de ballenas del sur de Labrador, Terranova y Quebec, y ya en las décadas de 1520 y 1530 habían establecido estaciones de caza de ballenas en el propio Golfo de San Lorenzo, llegando en esa época a territorios de los actuales EEUU. Las cuatro grandes potencias apenas habían puesto su pie en Norteamérica.

El descubrimiento en los años 80 de varios pecios(restos) de naos vascas en aguas canadienses (los barcos más antiguos encontrados en Canadá) suscitó un inusitado interés por parte de historiadores, arqueólogos y autoridades norteamericanas, decididos a rescatar esta parte de su historia tan poco conocida. Incluso National Geographic se hizo eco del hallazgo con un gran despliegue.

Existen cantidad de topónimos vascos de la época en Canadá, muchos de ellos asimilados por los propios nativos, en la península del Labrador, Québec y Terranova como: Mikela portu, Irutxulo, Baratxoa, Ederra, Anton portu, Burka aundi, Etxaide portu, Biskai Bay, Point aux Basques, Island aux Basques, Exafaud-aux-basques, Todoussac, Les esquomins, Anse-aux-basques, Cicchedec, Port-au-chois (Portutxoa), Port-à-port (Opor-portu), Por-aux-basques, Plazentzia, Baye de Bizkaye, Uli-Zulo, Burua-Aundi, Etxalde-portu, Igarnatxoa, Barba Zulo, Lobeeta, Samaded, Fortea Bay Blanc Sdelon, L ’échourie (Urdazuri), Barachois (Barratxoa) …

En 1504 los mercantes vizcaínos presumían de su habilidad marítima y de una matrícula de 500 navíos que iba con mercaderías al Levante mediterráneo, Bretaña y Flandes y también a las pesquerías de bacalao y ballena en Terranova. Cabe suponer que las noticias de actividad en Ternua no eran recientes, ni extrañas para los vascos. Para entonces sus antecesores ya cazaban la ballena, allá en el sglo XII.

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Los balleneros vascos tuvieron una época de gran actividad y dilatados periplos precisamente allá por la segunda mitad de los siglos XV y XVI. Pero fueron pocas, muy pocas, las expediciones oficiales que llegaron a Norteamérica: Cabot había llegado a Terranova en 1497, siguiendo a Colón hasta las Azores y buscando después el paso del Noroeste hacia Asia; Cabot desapareció en otro viaje al año siguiente e Inglaterra no volvió hasta 1585; Castilla nunca puso proa al norte; Portugal llegó en 1500 pero renunció a todo para concentrarse en Brasil…

Ciertamente la corona española estuvo poco acertada, y consideraba Terranova y esos lejanos lugares de poco provecho en oro y posesiones territoriales. Pero no. Se calcula que en el siglo XVII una barrica de esta grasa se vendía por 6.000 euros de los actuales. Si en una sola campaña podían cazarse 400 ballenas, con un resultado de 20.000 barricas, es fácil constatar los inmensos beneficios del negocio. El País Vasco hizo negocio principalmente con puertos europeos.

También se sacaba gran beneficio de las barbas de las ballenas, utilizadas para confeccionar mangos de cuchillos, parasoles, corsés… Los grandes beneficios del sector hizo que toda la comunidad quisiera sacar tajada del negocio. Armadores, balleneros, arrendadores de calderas de cobre y también de sótanos para almacenar las barricas, prestamistas de dinero, y hasta algunos que se contrataban para recuperar a nado la carga, si el barco naufragaba cerca de la costa española. En pocos años la economía de los vascos dependía en gran medida del sector ballenero y así prosperaron las principales poblaciones del Cantábrico, como San Sebastián, Pasajes de San Juan, Mutriku o el mismo Bilbao.

La preparación del viaje empezaba a partir de enero, con la meta de salir en primavera y llegar a Terranova a principios del verano aprovechando el deshielo. Aunque la fecha buena para la pesca era en invierno, en muy pocas ocasiones regresaban a casa después de septiembre. En el año 1576 hubo una desgracia, en la cual cientos de balleneros vascos murieron congelados, en sus barcos atrapados en los hielos.

El proceso comenzaba cuando algún cetáceo salía a la superficie. Antes de que volviera a sumergirse, los pescadores se acercaban en txalupas de diez a quince hombres y uno de ellos lanzaba su arpón atada a una larga cuerda llamada arponera, que iba atada a la txalupa. Este era el momento más peligroso, si la ballena golpeaba la barca con su cola podía romperla fácilmente, abocando a una muerte casi segura a sus ocupantes. Y si decidía sumergirse, entonces la arrastraría con ella.

Para evitarlo, los balleneros la herían en el costado con piquetes, debilitándola y forzándola a permanecer emergida. En esta tarea les ayudaban otras barcazas. Cuando quedaba con el vientre para arriba sobre el agua es que ya estaba muerta. Entonces, la ataban al lateral del barco matriz y comenzaba el despiece en tiras que luego introducían en las calderas de cobre para extraer la grasa. En principio, se trataba de un trabajo agotador, con una temperatura de -15ºC las congelaciones de extremidades y dedos eran muy frecuentes. A esto se unía el cansancio, la falta de higiene personal y las enfermedades. Curiosamente, nunca hubo fallecimientos por escorbuto ya que sabían que la sidra evitaba su propagación.

Al final del día, el cansancio era total, los hombres apenas se tenían de pié, existía una persistente niebla que daba sensación de aislamiento y aún peor con la llegada de las nieves, el grito de ¡a picar hielo! Significaba que todos tenían que subir a la cubierta del barco que amenazaba con volcar bajo el peso del hielo. Se trataba de una vida extremadamente difícil, alejada de cualquier romanticismo y la única esperanza del regreso a casa, tras un trabajo bien pagado.

Aparte también existía el peligro de los indios nativos de aquellas tierras, que intentaban proteger sus dominios de intrusos llegados de otras terrass para saquear sus mares y talar sus bosques. Estos si les atrapaban se los comían, eran canibales. Al fin pudieron acercarse a ellos y se avinieron a negociar e incluso se creó un idioma compuesto por palabras en euskera y en la lengua autóctona, que duró hasta el siglo XVIII. Con el paso del tiempo, Terranova fue llamada coloquialmente «la provincia hermana».

Por otro lado, estaban los ataques de los corsarios y piratas que principalmente eran franceses de La Rochelle, siempre enemistados con la Corona española aunque los vascos no tuvieran ninguna relación de vasallaje con los emperadores.

El momento de mayor satisfacción, llegaba cuando el barco divisaba la costa vasca. En las villas replicaban las campanas por el retorno de sus hijos pródigos y la gente acudía al puerto a recibirles entonando cántos vascos de bienvenida e irrintzis de alegría.

El puerto más importante era el de San Sebastián, población apoyada por privilegios forales en cuanto a la pesquería que la colocaron en una posición de dominio sobre el resto el País Vasco.

Antes, durante y después, los balleneros vascos esperaban el paso migratorio de las ballenas por el corredor entre Labrador y Terranova, y entretanto pescaban el bacalao y comerciaban con los nativos.

Es obvio que no había allí una cultura avanzada para verificarlo y  su impacto  tierra adentro debía ser mínimo, pero no deja de ser admirable que, en un tiempo en que los grandes estados europeos organizaban costosas expediciones bien armadas con el apoyo de sus monarcas para colonizar o exterminar a los nativos para esquilmar sus riquezas y anexionarse sus tierras, surcaban el mar pequeñas txalupas y naos balleneras vascas trabajando, despreocupadas de la Carrera de Indias, del oro o de la conquista de nuevas tierras.

El tratado de Utrecht expulsó a los vascos de Groenlandia por lo que tuvieron que dedicarse a la pesca del bacalao

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Recordemos también que Francia no llegó a América hasta 1534 dónde, curiosamente, muchos vascos de Iparralde faenaban hacía tiempo. Fueron los vascos del norte quienes dieron noticia de que los nativos, en Terranova y en el continente, les saludaban en euskera (como comprendieron más tarde) y algunas tribus utilizaban barcas de madera, las txalupas vascas.

En un congreso en 1993 en Pau (118 Congrès del C.T.H.S. -Comité des travaux historiques et scientifiques-), se dieron los últimos datos al respecto: en los siglos XIV y principios del XV se da cuenta de la llegada a puertos ingleses de pieles de castores que provienen de puertos vascos. Hasta entonces aquel abastecimiento se había hecho desde Rusia, que ejercía el monopolio. La pregunta es ¿de dónde sacaban aquellos vascos las pieles de aquellos animales que no eran rusos y que son tan comunes en América del norte como inexistentes en otras latitudes? No hay duda de que los vascos trabajaban allí alrededor de 1500 y también con toda probabilidad 100 años antes. Hay muchos datos que nos indican que así fue.

Los balleneros llegaron a Terranova, Quebec y Labrador a mercadear con los nativos y a pescar. Los vascos como pueblo nunca tuvieron la vocación de conquistadores. Ni de América ni de otras tierras; mantuvieron un contacto amistoso y puramente comercial y justo con los pueblos nativos americanos y el resultado del contacto siempre resultó beneficioso para ambos. Esta actitud evita demasiada trascendencia.

Utilizaban naos balleneras de envergadura para guardar los toneles de aceite de ballena, pieles de mercadería y bacalao seco, y unas frágiles pero marineras txalupas de seis remeros en las que realizaban la caza.

La txalupa vasca y su técnica fue imitada por holandeses y británicos cuando, a partir del Tratado de Utrecht (1712-1715), les fue adjudicada la caza de la ballena en exclusividad en el Atlántico Norte. Un monopolio imperialista, desde luego. Con ello les pisaron el terreno a los balleneros vascos y su fama de marinos se fue diluyendo… Durante el desarrollo de su habilidad la ballenera groenlandesa los vascos pusieron su experiencia al servicio de balleneros holandeses y británicos, quienes y aprendidos el oficio finalmente les traicionaron y tomaron el control de la zona y de la actividad, con exclusión expresa de los vascos, en otras palabras los discípulos expulsaron a sus maestros.

En 1738 los últimos vascos abandonaron las estaciones canadienses rumbo a Spitsbergen, con el fin de cazar ballenas francas de Groenlandia (Balaena mysticetus).

Son junto a Argentina, Chile y Colombia los lugares donde más topónimos vascos hay en América, correspondiente a una mayor emigración vasca a estas tierras.

Hay que diferenciar claramente el contacto del pueblo vasco con los pueblos de América, del de los vascos mercenarios que arribaron con los colonialistas durante la conquista castellana o francesa, imperialismo de los que los vascos despreciaban y también a veces eran víctimas.

Juan Vizcaíno de Lacoza, geógrafo, cartógrafo y marino, abandonó sus propios negocios por acompañar a Colón desde su primer viaje y luego en el segundo, como piloto de la carabela Santa María, de la que era propietario. En esta embarcación, de 135 metros de eslora y desplazamiento de 200 toneladas, el doble de La Pinta y La Niña, viajaron en la expedición y, por tanto participaron en el descubrimiento, como ayudantes de Lacoza, los marinos vascos Juan Ustobia, Pedro Bilbao, Juan Lequeitio y su hermano Chomin.

El comandante en jefe de esta segunda expedición lo fue el general de Marina Iñigo de Artieta, de Lekeitio; como capitanes de las seis naves el mismo Artieta, Sancho Ugarte, Antonio Pérez de Alzola, Juan Ruiz de Loyola, Martín Pagaza y Juan P. de Amezqueta; entre los tripulantes figuraron Antonio Larzola (Olaizola), Esteban Corta (Alcorta), Juan Rentería, y otros seis pilotos entre ellos Francisco Garay y los Olano.

Para su tercer viaje, Colón, a quien ya no acompañaba Lacoza, llevaba cuatro capitanes vizcaínos de los seis que eran en total, y otros vascos como Lope de Olano, quien ya había ido en el segundo viaje Fernando Ibarra, secretario de Colón, quien se distinguió por su cultura y fue una personalidad en las letras, además de otros once. marinos.

En el último de estos viajes murió el intrépido marino Juan Vizcaino de Lacoza en febrero de 1503 en Cartagena de Indias, como ya hemos dicho, atravesado por más de 20 flechas envenenadas disparadas por los nativos de ese lugar luego cuando llegó a apoyar a Alonso de Ojeda.

Resultado de los viajes de este marino excepcional fue su famosa carta mapamundi, que elaboró después de su tercer viaje en compañía de Alonso de Ojeda, en Santa María, en octubre del año 1500 y que es el primer documento cartográfico sobre América y el más importante de la época.

“La labor realizada por Lacoza y por los vascos en general en el descubrimiento fue más eficaz que llamativa, más útil que bullidora y más silenciosa y modesta que lucrativa”, según afirma Xamurre en su obra Colonizadores de la Epopeya Americana, editada por Ekin a fines de los años 60.

Navarra, diezmada en sus territorios, sobrevivía estrangulada entre las poderosas Francia y Castilla, manteniendo costa en territorio hoy guipuzcoano y en territorio hoy legalmente(?) de Aquitania. Navarra sobrevivió como reino hasta la revolución francesa y aún después mantuvo Cortes, hacienda y moneda propia hasta mediados del siglo XIX.

En tiempos de la conquista castellana de América, «España» como tal no existía. Navarra, como estado de los vascos o vascones, no participó de forma activa en la conquista y no fue sino con la pérdida de su territorialidad y en guerras sucesivas, que formó parte de oleadas migratorias hacia el nuevo continente.

Precisamente los vascos, en general, se significaron muy especialmente por su enfrentamiento a Colón, a la Corona de Castilla, a la explotación de los pueblos indígenas y tuvieron un destacado protagonismo en las guerras emancipadoras de toda América.

En aquella época, los marinos vascos comparten técnicas, navíos, idioma e intereses comerciales a uno y otro lado del Bidasoa y el Pirineo; y, aunque en ciertas zonas de Terranova destacan especialmente vascos «franceses», que provienen de Hendaya, Biarritz o Bayona, a la sazón y junto a parte de la costa guipuzcoana, pertenecían al Reino de Navarra. Las fronteras y las relaciones entre los estados e incluso las marcas territoriales -provinciales- de entonces nada tienen que ver con la geografía actual.

Navarra hacia 1500. Incluye los tradicionales territorios de Albret (Labrit), Bearn y Foix y, en esta época, también Limoges.

La nao San Juan reconstruida para 2016

Es posible, pero no está suficientemente documentado, el contacto de los vascos con los vikingos; fuera de sus incursiones en busca de botín, no hay resto arqueológico alguno en toda Euskadi.

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Se dice que los vascos aprendieron a navegar de los vikingos, por la forma de sus primeros barcos conocidos y por la época en la que empezaron a destacar, pero es evidente que desde los primeros años de nuestra era, los vascos aprendieron los secretos del mar con los romanos y su navegación de cabotaje por la costa atlántica europea, la navegación de altura por el “mar exterior” (el Atlántico) o incluso por el “mare nostrum” (el Mediterráneo). Aunque de los normandos o vikingos los vascos  aprendieron posiblemente la forma de cazar la ballena.

La flota vasca ya era importante desde la Alta Edad Media. Los vascos llegaron a ser los mejores en la navegación gracias a su gran invento: el timón de codaste o a la «bayonesa», también llamando a la «navarresa». Esta técnica naval resultó ideal para grandes travesías oceánicas, mejorando la anterior tradición romana o mediterránea, mas propia para mares calmados o cabotaje. Los habitantes de Bayona adquirieron fama de ser grandes navegantes en todo el mundo durante siglos gracias, entre otras cosas, a este timón que inventaron sobre el año 1000 y que se sigue usando hoy día. Es el timón situado en la popa, frente al situado en la aleta de estribor usado anteriormente. Los bayoneses y los guipuzcoanos extendieron ésta forma de navegar por todo el mundo, sobre todo desde la invención de la brújula en el siglo XII. En esta época Bayona pertenecía al reino de Pamplona (después llamado de Navarra), y todos los habitantes del reino eran conocidos como navarros desde el inicio (en el 769 ya está documentado este gentilicio), de ahí el nombre del timón a la “navarresa”.

Esta imagen que decora la clave de una de las bóvedas de la catedral de Bayona es una de las primeras representaciones de un barco con timón de codaste. Este timón axial permitirá un gobierno netamente superior al rápidamente desbancado timón lateral, representado en el sello de San Sebastián.

El incremento de la maniobrabilidad del barco permitirá aumentar el arqueo o capacidad de carga y la adición de una segunda cubierta. El nuevo timón requerirá un codaste recto, teniendo así que alargar la quilla. Ello hará aumentar la velocidad y ayudará a crear una superficie vertical que, junto al timón, disminuirá el abatimiento o desplazamiento lateral del barco. Según el cronista toscano Giovanni Villani, los vascos introducen este tipo de barco, “que ellos llamaban coca”, en el Mediterráneo en 1304.

Son las antecesoras de la carabela ibérica utilizada por Castilla y Portugal.

La historia de la ballenería vasca definió las características de la ballenería comercial a gran escala y desgraciadamente, cuando tuvieron el control de esta actividad empezaron a cazar primero a los individuos más vulnerables y accesibles (hembras y crías) porque era más fácil y rentable de inmediato. Esta práctica garantizó la rápida desaparición de muchas poblaciones y condujo a todas las especies de grandes ballenas al borde de la extinción

En los ricos caladeros de Terranova terminaron los vascos por pescar solo el bacalao, muy abundante en aquellas aguas. Según algunos lingüistas (y la propia RAE), la palabra “bacalao, bacallao o bacallau” podría ser vasca, pues fueron los vascos los primeros en pescar esta especie.

El bacalao era un producto abundante, conservable en salazón, muy nutritivo y barato por lo que será, en gran medida, un remedio para paliar las hambrunas de Europa durante mucho tiempo.

En cuanto a la palabra “bacalao”, algunos sostienen que es una deformación de la voz francesa “baÿe caillou” o “bahía de cantos rodados o guijarros”, que eran los lugares donde los vascos despiezaban, destripaban y descabezaban el pescado en la misma Terranova para luego ponerlo a secar sobre los mismos; por tanto sería el nombre del lugar donde se preparaba el bacalao para el largo regreso a Europa y los vascos terminaron llamando del mismo modo al propio pescado, exportando el término al resto de los idiomas: bacallaos, bacalaos, bacallau, bacailo, bacalau, bacalhau…

En los últimos años se han realizado varias expediciones tras las huellas de los balleneros vascos en Terranova, pero siempre en traineras que reproducían los antiguos botes balleneros. Ahora, quienes deseen participar en estos viajes y conocer de primera mano los increíbles paisajes que vieron ojos vascos, tienen una oportunidad única, de la mano del empresario Iñaki Arizmendi. Este hombre de Beasain afincado en Nueva York organiza para 2017 un viaje de turismo-cultural para 250 personas por Terranova y Labrador a bordo de un rompehielos.

Se trata de una expedición única, un viaje que une el componente cultural al aliciente de viajar a parajes poco accesibles por otros medios. Y es que el proyecto «Tras las huellas de los balleneros vascos en Terranova y Labrador» se realizará a bordo de un barco rompehielos. participarán  historiadores de renombre y arqueólogos y revivirán la experiencia de aquellos vascos que llegaron a estas tierras en el siglo XVI tras su tesoro que era la caza de ballenas.

El viaje ha sido presentado esta semana en el Museo Marítimo Ría de Bilbao, por sus impulsores, encabezados por el propio Arizmendi. Este empresario lleva unos treinta  años asentado en Nueva York, donde además de sus negocios, se dedica a organizar viajes y proyectos culturales. También a bordo del proyecto, se encuentra el realizador Sabin Egilior, que realizará un documental sobre la expedición.

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Ahora, su ambición es permitir a las personas que se apunten proyecto conocer de primera mano la aventura de aquellos balleneros vascos en Terranova y Labrador, visitar los lugares donde trabajaron y vivieron, realizar encuentros e intercambios culturales con las comunidades locales y con el asesoramiento de los historiadores participantes. Ellos son Robert Grenier y Manu Izagirre, que participaron en el descubrimiento de la Nao San Juan, hundida en las gélidas aguas de Red Bay; y la historiadora Latonia Hartley, que explicará el contacto histórico de las diferentes culturas en aquella zona, incluida la vasca.

El barco, el Ocean Endeavour, partirá de Saint John’s, capital de Terranova y Labrador, el 15 de junio de 2017, y durante ocho días los viajeros recorrerán lugares como Fogo Island, Red Bay, Port-aux-Basques y las islas de Saint Pierre et Miquelon. Todo ello, un recorrido imposible muy difícil de realizar por otros medios. «De hecho, el barco no podrá atracar en todos los sitios, en algunos tendremos que fondear y acercarnos en zodiac», cuanta Sabin.

En los próximos meses presentarán el proyecto en las euskal etxeak del mundo: en abril en Nueva York y en julio en el Jaialdi de Boise, Idaho. «Esperamos que se anime gente de distintos puntos de la Diáspora, porque así el intercambio cultural entre los viajeros será aún más enriquecedor para todos nuestros hermanos»; termina Egilior.

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