De lujo a necesidad: ¿Por qué cada vez queremos más?

Hay una ley indiscutible de la historia: «Los lujos tienden a convertirse en necesidades». Lo afirma el historiador Yuval Noah Harari en su impactante ‘Breve historia de la humanidad, Sapiens’, un bestseller erudito extremadamente sugerente. La historia de los lujos es también la de los avances tecnológicos, que, ligados al sistema capitalista, están cambiando, acelerando y alargando nuestras vidas, y transformando el planeta Tierra -no necesariamente para bien-, desde hace al menos dos siglos.

Empezando por el lenguaje y la agricultura, continuando por la rueda y acabando, si se quiere, con el teléfono móvil, la tecnología se ha convertido en una segunda piel de los seres humanos y un factor clave de nuestro éxito como especie. En esta fugaz secuencia milenaria, la posibilidad de volar, una antigua aspiración humana recogida en el mito de Ícaro, ocupa un lugar destacado en las sociedades contemporáneas, en las que la idea de progreso científico ilimitado ha sustituido a la religión y ha conducido a las ideologías que prometen la felicidad en la Tierra.

Aunque los primeros intentos de imitar los pájaros se remontan a la Edad Media, y que después vinieron los globos y los primitivos helicópteros, no es hasta hace un siglo cuando aparece y se generaliza la aviación moderna, que evoluciona rápidamente. Hoy, en efecto, ya no es un lujo, sino una necesidad. Por eso cada vez queremos más: por trabajo y por placer. Porque es fácil y relativamente barato. Porque, a pesar de tragedias como la que hemos vivido estos días en los Alpes -aterradora y absurda-, es un medio de transporte seguro. El más seguro. Y para vencer el tiempo, claro. Y, además, por la voluntad inherente a la especie humana de superar las propias limitaciones físicas a través de la tecnología, la que acaba convirtiéndose en una segunda naturaleza.

 

Tecnología: cultura

Millones de personas vuelan cada día. El incremento de los vuelos comerciales no ha parado de crecer y ha disparado el turismo de masas y los negocios a escala planetaria. Si un invento es útil, nadie renuncia al mismo. La tecnología es imperativa y es, en realidad, lo que nos hace humanos: es sinónimo de ingenio, de pensamiento, de cultura. El luddismo antimaquinista los inicios de la industrialización ya ha pasado a la historia. Hoy vivimos pegados a la idea de progreso y crecimiento imparable. Cualquier innovación tecnológica es abrazada con entusiasmo, a menudo un entusiasmo acrítico. Las comunicaciones, sean físicas o virtuales, no paran de incrementarse.

Sólo hay un problema, y que no es menor: la aviación produce el 2% de las emisiones de CO y empeora el aire a nivel local debido a las emisiones de dióxido de nitrógeno (NO). Y no parece que se esté actuando seriamente para minimizarlo.

ARA