El humor de Mafalda

El comando que en París arrasó con el equipo editorial de la cuestionable revista (¿de humor?) Charlie Hebdo consiguió el objetivo que sus autores intelectuales buscaban: enlodar exponencialmente la cancha de las instituciones democráticas, sumergir a las izquierdas en polémicas bizantinas, sembrar el miedo reforzando el terrorismo mediático y de Estado, confundir a las buenas conciencias que viven de ideales abstractos y pegar otra vuelta de tuerca a las leyes antiterroristas y de seguridad en Europa.

Los que en la izquierda, por ejemplo, piensan que todo consiste en sacralizar la libertad de expresión y el laicismo quedaron pegados con las derechas neofascistas y seudorepublicanas que aseguran defender estas causas y son las primeras en pisotearlas.

¡Bingo! Así como en la gran final de hace 2 mil 400 años, Atenas versus Grecia, la guerra de Occidente contra el Islam, China y Rusia queda servida. Sólo que esta vez, con armas nucleares.

Hace medio siglo, otro tipo de humor animó los guiones de la mundialmente célebre Mafalda, quien daba cuenta de la capacidad de jugar con las paradojas y el absurdo, y la utilización del humor como arma para lanzar un discurso moral posiblemente liviano, aunque capaz de fundir la sonrisa con la reflexión y cierto humanismo al que la arrogante intelectualidad francesa expidió acta de defunción en el decenio de 1980 (¡la muerte del sujeto!).

Mafalda y su creador, Joaquín Lavado (Quino), pecaban quizá de ingenuos y moralistas. No obstante, antes que don del espíritu, el humor de Quino venía del corazón, tomando distancia de las bromas o el humor que hiere y ofende sin contemplar nada de nada. Veamos:

Felipe, el amigo de Mafalda, exclama: ¡Qué barbaridad, Dios mío, qué barbaridad! ¡Aquí dice que la ametralladora fue inventada en 1861 y la máquina de escribir en 1868! ¿Te das cuenta? ¡Se inventó más rápido cómo matar rápido antes que cómo escribir rápido! ¡Es deprimente, deprimente (y las letras de deprimente se van haciendo chiquitas).

Mafalda concluye: el pobre aún no se acostumbra a que este mundo es este mundo.

 

Otra: El vendedor pregunta: ¿Está tu papá?

–Depende… ¿para qué?

–Para ofrecerle el extraordinario tónico Nocalvex, único que combate, evita y suprime la calvicie.

Mafalda observa: ¿la calvicie del pelo o la calvicie de ideas?

El papá inquiere: ¿quién era?

La niña responde: un intrascendente…

En víspera de Reyes, Mafalda comenta a su mamá:

–Y decime… ellos vienen de Medio Oriente ¿no?

–Estee… Sí, claro.

Mafalda: ¡Zas! ¿Y qué serán? ¿Árabes o israelíes?

Cuando en la escuela su maestra se ponía a explicar el pentágono, Mafalda le proponía estudiar el Kremlin para equilibrar…. Y si en los medios oía mensajes del tipo “se calcula que la población mundial…”, pensaba: ¿con qué porcentaje de seres humanos de verdad?

Nada escapaba a las ansiedades de Mafalda: guerras, armamentismo, juguetes bélicos, medios de comunicación, feminismo, política, discriminación de la mujer, familia, educación, sicología infantil, violencia, sociedad de consumo…

Un día, Mafalda sorprende a Manolito (el niño de la tienda del barrio), leyendo la cotización en el mercado de valores. Le pregunta: “…¿de valores morales, espirituales, artísticos, humanos?”. Manolito aclara: No, no: de los valores que sirven.

Las tiras de Mafalda se publicaron de 1964 a 1973, periodo que empieza con la escalada bélica de Estados Unidos en Indochina, la consagración mundial de los Beatles, el histórico discurso del Che en la ONU, el golpe militar en Brasil y el rechazo de Jean Paul Sartre al Premio Nobel de Literatura, único intelectual francés que entendió y respetó las luchas del mundo colonial.

Nueve años después, el pueblo de Vietnam derrota militarmente al imperio yanqui; en Grecia cae la monarquía y se instaura la república; la CIA y Pinochet dan el golpe en Chile; la entidad llamada Israel derriba un avión civil de pasajeros con bandera libia; la OPEP triplica los precios del petróleo y Pink Floyd lanza el profético álbum musical El lado oscuro de la Luna.

Pero Mafalda siguió viva. Estaba ella leyendo El maravilloso mundo que nos rodea, y su amigo Felipe la invita a jugar a los balazos. Mafalda cierra el libro, diciendo: ¡Sea! Vamos a enfrascarnos con la realidad.

 

Otra:

–Mamá…

–¿Qué?

–¿Dios está verdaderamente en todas partes?

–Sí, claro.

Mafalda: Pobrecito…

En alguna Navidad, Mafalda organiza un coro con sus amigos, y parándose en una caja de madera se dirige a los pueblos del mundo.

–¡Escuchen!

Coro: ¡Nooooche de paz, noooche de amor…!

Preocupada, la niña interrumpe la melodía con su batuta:

–¡Silencio! Antes de continuar me gustaría saber si se entiende la letra.

LA JORNADA