El gran error

Hace unos días el presidente de la CEN J.A. Sarría nos obsequiaba con algunas manifestaciones dignas de meditación.

Refiriéndose a la desaparecida Caja de Navarra decía que la gestión había sido buena (algo ha bajado el pistón ya que hace unos meses decía que había sido magnífica) y que los aciertos fueron muchos mas que los errores.

Me acuerdo de aquella frase famosa: “De victoria en victoria hasta la derrota final”.

Discrepo frontalmente de las afirmaciones del presidente de la CEN. Son verdaderamente falsas pero no por repetirlas como un mantra, obligado e interesado, se van a convertir en una verdad indiscutible. Trataré de rebatirlas con datos y cifras.

1.- La gestión en los primeros años de este siglo el índice de eficiencia de la CAN rondaba el 50%. Hacia el año 2009 /2010 estaba en el 82%. Esto significa que antes de cada 100 euros de margen bruto (lo explico así para que todo el mundo me entienda) con 50 euros se pagaban los gastos de explotación, personal, marketing, etcétera, y sobraban otros 50 para amortizaciones, provisiones y beneficios. A los pocos años esta cantidad quedaba reducida a 18 euros solamente para amortizaciones, dotaciones y beneficios. ¡Buena gestión!

2.- Márgenes. En el año 2011 la BBK, nuestra caja próxima y hermana, tenía la mitad de tamaño que CAN/Banca Cívica y los beneficios de la BBK fueron más del doble. ¡Los aciertos de la BBK fueron más que el doble que la CAN/Banca Cívica!

3.- Expansión. Desde los años 90 del siglo pasado, España estaba excesivamente bancarizada. Había una oficina bancaria por cada 2.000 habitantes, más o menos, en Alemania eran cada 6.000 y en Francia cada 5.000.

Pues bien en la CAN en 2005 había 262 oficinas. En 2006 ya eran 319. En la memoria de aquel año el señor Sanz como presidente se ufanaba de haber abierto 1 oficina cada semana. En el consejo del 16/2/2007 aprobaron llegar a ¡514 oficinas en el año 2010!

En toda empresa los planes estratégicos se priorizan y delimitan en el espacio, en el tiempo, acordes con la capacidad de inversión, con la previsión de retorno del esfuerzo financiero, amén de otras variables, para no decir todas, como la capacidad organizativa, humana y de gestión para digerir el aumento de complejidad sin desequilibrios funcionales.

A partir del año 2008 hubo que cerrar bastantes de estas oficinas aceleradamente. ¿Algún consejero pidió o se le dieron datos de este cambio de rumbo y sus costes?

4.- Pérdida de valor patrimonial. En 2006 el valor de mercado de la Corporación CAN era de 826 millones de euros con unas plusvalías latentes de 378 millones de euros. (Información suministrada al consejo).

El valor patrimonial de la CAN era superior a 1.200 millones de euros. Sin embargo, en marzo de 2012 la due diligence hecha por CaixaBank (Operación Noel) la tasó en unos fondos propios ajustados de 303 millones de euros. Pero el coste de la reestructuración a realizar en Banca Cívica, antes de la integración, asciende a 363 millones, por lo que la estimación de fondos propios de Banca Cívica que se incorporan es de 0.

En el consejo de CaixaBank que acordaron la absorción de Banca Cívica el 26/3/2012 se leía: “Si la valoración de Banca Cívica se efectúa por el método de descuento de flujos de dividendos el valor resultante oscila entre -351 millones y -97 millones de euros”.

5.- Alguna referencia del Plan Estratégico de la CAN 2007/2010.

“Los ideales que identificarán a la CAN y que inspirarán nuestro trabajo y las relaciones con nuestros clientes perfilan una caja que busca liderazgo cívico. Una caja en la que la rentabilidad social incorpora y supera el concepto de rentabilidad económica. Una caja así quiere ser: idealista, evolutiva, responsable, inteligente, biológica, transformadora, divertida, holística, buena, creativa, multicultural…”.

Señor Sarria, si yo estoy en el consejo de una empresa financiera y me cuentan algo así tendría serias dudas de si además del café me habían servido otras sustancias o si a lo mejor estaba en una quedada de frikis.

Pero por encima de todo el gran error, el error esencial estaba en los estatutos de la CAN aprobados por el Gobierno de Navarra el 17 de enero del año 2000.

En ellos se afianzaba que la presidencia de la Caja estuviese también en el presidente del Gobierno de Navarra, el señor Sanz Sesma. Fue la última ocasión perdida de hacer unos auténticos estatutos de la Caja de Navarra independientes del poder político.

Pero el señor Sanz buscaba por encima de todo tener en sus manos todo el poder de Navarra. El político y el económico juntos.

Nadie fue capaz de llamarle la atención y apuntarle, nada más, que quien mucho abarca poco aprieta. Que el Gobierno de todos los navarros exige plena y total dedicación. Que la Caja exigía otros conocimientos y otras capacidades que las habilidades de un político regional.

A partir de ahí vino la elección omnímoda y personal de un director general nuevo y desconocido pero ungido por el dedo índice del todopoderoso presidente. El único requerimiento era la total capacidad de adaptación a los deseos del mentor gobernante erigido en máximo responsable de la mayor entidad financiera de Navarra.

De ahí se derivó un consejo de administración, mitad y mitad políticos y gentes designadas por cooptación, grupos de presión, relaciones clientelares para tener el gallinero aquietado y que nadie osara enfrentarse al poder omnímodo de un político erigido en financiero y no dispuesto a oír voces discrepantes.

La realidad es tozuda y cabezona y es que la Caja de Navarra, con más de 130 años de vida, dos guerras mundiales, una guerra civil, treinta años de autarquía, bastantes crisis vencidas, no ha podido superar esta plaga y ha desaparecido. Ha muerto como persona jurídica. Hoy solo queda la posesión de un 1% del accionariado de CaixaBank. Y un puesto en el consejo y algunos otros consejillos (señores Asiáin, Sarria, Sanz Sesma, Iribarren Fentanes…).

Y el Gobierno de Navarra sigue sin enterarse de que tenía una gran Caja cuya propiedad ostentaba en representación de todos los navarros y la ha cambiado por unas cuantas cuentas de cristal y unas canicas de colores.

Señor Sarria: tal desaguisado más vale que no lo juzgará usted ni yo. Será la historia dentro de muy poco.

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