Respuesta a Víctor Moreno

En relación al artículo de Víctor Moreno publicado el 28 de agosto Mentar la soga en casa del ahorcado. Primero dejar claro que mi intervención en este asunto fue, como la de José Mari Esparza, excelente por cierto, para expresar mi opinión sobre un artículo del señor Fernando Molina.

Con su tópica visión liberal de un carlismo negro, propia del pintoresquismo blasquista, lerrouxista o de las dominicales del libre pensamiento, con un proemio de alarde terminológico academicista sigue el señor Moreno en sus trece con los argumentos de siempre, hasta con Larra, pero sin contraste alguno (una desconsideración don Víctor, eso de eludir otras fuentes) . Y es que sistemáticamente se quiere olvidar que la carlista fue la única rebelión armada a la centralista unidad constitucional que a partir de 1812 se implantó manu militari desde Cádiz y Madrid, o el sometimiento que el pueblo carlista exigió a sus reyes con la jura de fueros o la defensa de los comunales. Y en otros ámbitos, se quiere también desconocer el frente común de carlistas y republicanos en la guerra dels matiners, la restauración que los carlistas hicieron del autogobierno en Catalunya y el País Valencià (1872/76), los contactos con los cantonalistas en Cartagena; los acuerdos de auxilio y frente común con los anarquistas para la sanjuanada, y después su integración en Solidaritat Catalana con republicanos y masones… Y más recientemente la oposición a la dictadura, la cofundación de IU o su integración en el Pacto de Lizarra. ¿Recuerda el ataque asesino de la ultraderecha en Montejurra 76, señor Moreno? ¿Será que todos esos liberales, esas izquierdas que llegaron a acuerdos con los carlistas de todas las épocas desconocían los rasgos ideológicos absolutamente reaccionarios a que usted alude?

Lo que siempre hizo el carlismo fue defender el derecho y la soberanía de los pueblos para organizarse y regirse por sí mismos desde abajo (Fueros), frente a los que de fuera llegaban a imponer por las armas una cultura, unas leyes y una nacionalidad que no eran las propias y exigiendo en primer término la renuncia a las libertades reales (los Fueros) a cambio de las formales de una Constitución extraña que entonces no servía para nada y que aún hoy no garantiza ni el democrático derecho a decidir, a la igualdad de oportunidades, al trabajo, a la vivienda, a elegir la forma de Estado o a quien lo ha de representar, etcétera.

Habla usted de barbarie, pero ¿de quién? ¿de los destructores de Poblet y de Irantzu, defendidos de los liberales por los carlistas? ¿O de los generales que mandaron fusilar a la anciana madre del general Cabrera por el único delito de serlo, o de los salvajes de Santa Bárbara de Mañeru? Las barbaridades desgraciadamente fueron muchas y terribles en ambos bandos como era habitual en aquellos tiempos.

Es cierto que en esa nota no citaba usted al carlismo, ni yo lo insinué, pero sí lo hizo el 19 de junio con el título de Dios, Patria y Rey, y a eso es a lo que me refería.

Ni los carlistas ni nadie con dos dedos de frente y amor a la democracia podían creer en unas truculentas elecciones en las que en 1890 solo podían votar el 27% de los habitantes, que excluían a mujeres y pobres en una sociedad con el 65% de analfabetismo, y en las que el voto se subastaba públicamente al mejor postor, siendo la oligarquía la que decidía. No, el carlismo no creía en un sistema que nos era impuesto una vez tras otra por los sables de generalotes por mucho que luego lo disfrazaran de democrático y progresista. El mauser, la guerra, solo fue el último recurso a la legítima defensa cuando no quedaba otro medio para defender los Fueros, contra los que venían a arrebatarlos.

El término científico por el que se pregunta es el que viene descrito en la tercera acepción del DRALE que dice: adj. Que tiene que ver con las exigencias de precisión y objetividad propias de la metodología de las ciencias.

El panorama navarro del XIX fue el que nos impuso el Estado liberal con su ejército, los miles de muertos, la barbarie y las contribuciones de guerra que lo arruinaron, porque necesitaba doblegar a Euskal Herria, arrasar el Reino de Navarra, dejarlo ocupado y colonizado para que no pudiera volver a levantarse, y lo que no logró acabar con sus armas peseteras, lo consiguió con sobornos y corrupción.

Y llega usted al lamentable drama de 1936 y la incivil guerra en la que el traidor Rodezno nos alineó junto a nuestros seculares verdugos, manipulando las conciencias religiosas de nuestros militantes con los terribles asesinatos que se dieron entonces, aunque de distinta manera, en ambos bandos. Y en ese asunto, no nos cabe más que reconocer nuestro tremendo y gravísimo error, al que se opusieron personajes carlistas del momento tan importantes como el jefe regional de Catalunya Tomas Caylà, y que también pagaron sangrientamente nuestras unidades masacradas como carne de cañón en primera línea. Pero eso ya lo decíamos en plena guerra cuando expulsamos a los colaboracionistas (el cacique Rodezno entre otros). Es ilustrativo lo que escribe el historiador marxista Julio Aróstegui en su último trabajo sobre el requeté, en el que aclara la estafa criminal que los carlistas navarros sufrieron por parte de caciques como Baleztena, que calificó aquella canallada como la 4ª guerra carlista, pero también por muchos otros como Arellano… y otros integristas, mellistas y alfonsinos desembarcados en el aluvión de 1931 para preparar aquella criminal estafa. Se lo recomiendo, lea usted a Aróstegui.

Aunque sigue usted sin querer ver ni un solo atisbo positivo, debiera considerar las poderosas razones que debieron mover a una mayoría de navarros, catalanes… para que pusieran en riesgo sus familias, patrimonios y vidas durante casi un siglo defendiendo el ideario carlista, como la mejor manera de asegurar sus libertades, derechos, cultura y soberanía.

El Partido Carlista, tras 180 años de existencia, lógicamente ha incurrido en aciertos y errores como todos los históricos, pero siempre ha mostrado capacidad para actualizarse, defendiendo desde hace mucho la integridad de los DDHHCCPP y la defensa de los derechos de los trabajadores.

Decir que el liberalismo siguió manteniendo la discriminación a la mujer, la explotación a los trabajadores e incluso la esclavitud durante muchos años, o que el Partido Comunista defendió el estalinismo y la dictadura del proletariado; el Partido Socialista al marxismo, la lucha de clases, la república, el Estado federal y la autodeterminación, o que fundadores del PP fueron franquistas prominentes en la dictadura, es algo innegable que nos sitúa en condición de poder comparar sin complejos nuestros propios cambios y miserias.

El talento como usted dice es importante, pero igual puede ser utilizado para hacer el bien o el mal, dándole sentido positivo o negativo solo la voluntad que lo mueve, y pretender que el mismo se reparta en función de las ideas políticas que se profesan es otra opinión nada científica. Y no puedo estar más de acuerdo con la frase sobre las masas en general, aunque sea de Larra, y es que precisamente por eso lucha el carlismo, porque las personas y sus pueblos defiendan su cultura y sus derechos y no se conviertan en masas desarraigadas y alienadas fácilmente manipulables.

Nada más, mis saludos y agradecimiento para todos, especialmente a los lectores.

Noticias de Navarra
Patxi Ventura Sanjuan