La ría y el Consulado de Bilbao

Las poblaciones existentes en el Golfo de Bizkaia hasta mediados del siglo XII tenían como recursos naturales para su subsistencia la agricultura y la pesca, existiendo en el centro de la península una importantísima ganadería ovina que producía gran cantidad de lana muy demandada en el norte de Europa. Por sus características, requería ser transportada por mar, lo que exigía la construcción de caminos hasta los lugares de embarque, de naves y la disponibilidad de puertos. Para ello fue necesaria la conversión de las pueblas costeras o fluviales existentes por todo el frente marítimo en villas, otorgándoles privilegios mediante fueros fundacionales: la primera, Donostia en 1180; la última, Orio en 1379.

A su vez, esta necesidad supuso que sus habitantes, básicamente pescadores, se convirtieran en mareantes, comerciantes y armadores y que la producción local como el hierro en bruto tuviese la oportunidad de ser enviada a otros países.

En Bilbao, como importante plaza, los comerciantes y mareantes se agruparon en defensa de sus intereses creando en 1489 una hermandad, bajo la advocación del apóstol Santiago, denominada Universidad de Capitanes, Maestres de Naos y Mercaderes de la Villa de Bilbao, que controlaba el tráfico del puerto.

La pujanza y dinamismo comercial de aquellos mercaderes vascos en otros países motivaron que en la ciudad portuaria de Bruges/Brugge, en Flandes, un mercado de transación entre los productos del Mediterráneo con los del Báltico y del Mar del Norte, se creara la Casa de Contratación del Señorío de Bizkaia, que realizaba funciones de representación, contratación y bolsa.

 

BISKAYERS PLAATZ

Inicialmente, se situó en una capilla cedida por los franciscanos, compartida con mercaderes castellanos. Posteriormente, en 1493 ya dispuso de una sede propia que se mantuvo hasta su derribo en el siglo XIX, cuyo único testimonio actual es el nombre del lugar, Biskayers Plaatz, y el sello del Consulado en el que está escrito. “Hoc est sigilum nationis Bizkaine” (Este es el sello de la nación de Bizkaia).

Durante la baja Edad Media, siglos XIV y XV, Burgos era el centro mercantil más importante de Castilla, que comerciaba con cereales y lana, la materia prima más cotizada de la época. Los reyes, llamados ”católicos”, reconocieron el 21 de julio de 1494 en Medina del Campo, donde se celebraban ferias comerciales, su capacidad económica y su jurisdicción arbitral creando el Consulado de Burgos y concediendo diversas prerrogativas en el comercio. Bilbao formaba parte del eje comercial Burgos-Brugge que relacionaba Castilla con los países atlánticos en el intercambio de lana y mineral de hierro con productos textiles principalmente. Estos privilegios dañaron los intereses de la Villa, por lo que se produjeron protestas ante el Gobierno para solicitar un tratamiento semejante para su Universidad.

Como respuesta a estas demandas, el rey Fernando V, en nombre de su hija Juana, mediante Carta Real emitida en Sevilla el 22 de junio de 1511, creó el Consulado, Casa de Contratación y Juzgado de los hombres de negocios de mar y de tierra y Universidad de Bilbao, reconociendo la existencia de instituciones como la Cofradía Sancti Spiritus y el entramado comercial de la Villa, que habían quedado relegadas por las concesiones a Burgos y que ahora se equiparaban

 

TRATADO DE COMERCIO PIONERO

El Consulado se ocupó de la conservación de la ría así como de las relaciones mercantiles, rigiéndose por las conocidas y pioneras Ordenanzas de la Ilustre Universidad y Casa de Contratación de la M.N. y M.L. Villa de Bilbao. Las primeras, aprobadas en 1531, fueron reiteradamente revisadas, hasta veinte ediciones, por el Consulado. Su contenido más contemplativo son las últimas refrendadas por Felipe V el 2 de diciembre de 1737. En sus 29 capítulos, con 723 números o artículos, se consideran el origen del Derecho Mercantil Marítimo, un acreditado tratado de comercio, tanto para el Reino como para las Colonias Americanas, anticipándose al primer Código de Comercio del mundo, el francés de 1807.

Fue la corporación más importante e influyente para el desarrollo de la Villa, que dependía de la actividad mercantil y portuaria, cuidando principalmente de la navegabilidad de la ría, de las obras necesarias en el puerto, en los caminos y de las relaciones y concesiones al comercio. Su influencia declinó al ser suprimidas ciertas competencias, cuando se creó en 1811 la Comandancia de Marina y Capitanía del Puerto, que acapararon sus atribuciones sobre la navegación en la ría.

Presidido por un prior y dos cónsules, se financiaba con las aportaciones de los mercaderes y de la avería (impuesto sobre transacciones comerciales efectuadas en el puerto). A partir del s. XVIII, gracias al derecho del impuesto real de prebostad, el Consulado pudo acometer grandes obras públicas, como el camino hacia Castilla por Orduña y una escuela de pilotos.

Posteriormente, por una Real Orden de 11 enero de 1828, de acuerdo a una nueva concepción centralista, se creó una comisión para redactar un Código de Comercio igualitario de aplicación en el Reino, basado en las Ordenanzas de Bilbao y el Código francés, que fue promulgado por R. O. de 30 de mayo de 1829.

Su implantación derogó toda la normativa existente de carácter comercial por lo que desaparece el Consulado. Sus funciones y competencias quedaron divididas en dos nuevos y diversos organismos: Tribunal de Comercio, que ejercía una función judicial sobre los pleitos mercantiles en asuntos de comercio, y Junta de Comercio, que realizaba funciones de representación de los intereses de los comerciantes sin capacidad judicial.

 

TRIBUNAL Y JUNTA DE COMERCIO

El Tribunal de Comercio establecido en 1830 desapareció por Decreto Ley de Unificación de Fueros de 6 de diciembre de 1868 que suprimía los tribunales especiales sometiendo los asuntos mercantiles a la jurisdicción ordinaria. Algo después, en 1882, surgió la Comisión Permanente de Fomento y Defensa del Comercio de Vizcaya que, cuando el Gobierno inició la constitución de las Cámaras de Comercio, solicitó la creación de un organismo de tal rango en Bilbao que recogiese el espíritu del Consulado. Publicados los requisitos legales para su apertura, se constituyó la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Bilbao, la “primera del Reino” el 28 de mayo de 1886.

En cuanto a la Junta de Comercio, se constituyó igualmente en 1830 como una entidad vinculada a la actividad marítima aunque con carácter meramente consultivo. Posteriormente, desde 1836, la administración de las obras en los puertos fueron responsabilidad del Ministerio de Gobernación y proyectadas por el cuerpo de Ingenieros de Caminos y Canales, y desde entonces Caminos y Canales y Puertos. A partir de 1844, la responsabilidad de las obras en el puerto pasará a la Dirección General de Obras Públicas.

La Junta de Comercio solicitó ante el Gobierno la creación de una Junta de Obras que, con tasas especiales, pudiera acometer las obras de reforma que el puerto requería, lo que fue autorizado el 19 de noviembre de 1872. La guerra civil carlista paralizó su realización pero una vez terminada se constituyó la primera Junta del Puerto, que gestionó la concesión de arbitrios imprescindibles para poseer recursos económicos propios, que otorgados por R.D. de 5 de setiembre de 1877 fueron decisivos en la fundación y actividad de la Junta de Obras del Puerto y Ría de Bilbao.

El Consulado tuvo su sede junto con el Consistorio en un mismo edificio, construido en 1675 anexo a la iglesia de San Antón y frente a la plaza del mercado de la Villa, donde permaneció hasta su derribo en 1895.

Una parte importante de su patrimonio histórico documental se encuentra desde 1974 en el Archivo Foral y el patrimonio mueble se muestra en una interesante recreación espacial de sus salas originales en Euskal Museoa, el Museo Arqueológico Etnográfico e Histórico Vasco de Bilbao.

 

DEIA
Iñaki Uriarte