Un hombre generoso y comprometido

Artistas, escritores, historiadores y profesores navarros valoran el peso del creador de bermeo en la cultura vasca

“Supone una pérdida inestimable para el imaginario de nuestra comunidad” “Representa personal y artísticamente la elegancia de la expresión de la mentalidad vasca”

El vacío es evidente. Excepcional. La muerte de Néstor Basterretxea ha dejado conmocionada a la comunidad cultural de Euskal Herria y a medida que pasan las horas se van sumando las reacciones que quieren dejar constancia de lo que su vida y su obra han supuesto para esta sociedad. Y casi todas coinciden en retratarle como un hombre “generoso” y “comprometido”.

Desde Navarra, tierra a la que el creador de Bermeo se sentía especialmente unido, no han sido pocas las voces que se han alzado para rendirle su particular homenaje. José Ramón Anda (Bakaiku, 1943) se sentía “afortunado de haberle conocido”. Basterretxea era, a su juicio, una persona tremendamente “generosa”. El escultor navarro le conoció en 1975, recién llegado de Roma, donde había estudiado con una beca, y “unos amigos y yo tuvimos la osadía de acercarnos a su casa”. Y les dedicó todo el tiempo del mundo, “hasta nos llevó a su taller”, rememora Anda, que volvió a encontrarse con el vizcaíno poco después en Bilbao, “cuando me quedaban un par de días para incorporarme a la mili y estaba desanimado”. Basterretxea le animó y le contó su propia experiencia en la soldadesca. Con los años se vieron con frecuencia. “Él siempre se interesaba por mi trabajo y hace menos de un año vino a verme al estudio, aunque ya estaba muy delicado e iba a todas partes con su médico”, añade Anda, para quien Basterretxea, al igual que sus colegas del grupo Gaur, fue un referente. “Su Cosmogónica vasca fue un hito en el arte contemporáneo internacional; tuvo la capacidad de poner en imágenes nuestra mitología”, agrega el artista, que estos días ha acudido a Hondarribia a compartir estos tristes momentos con la familia.

Para Tasio Agerre, presidente de Nabarralde, Basterretxea era “una personalidad con un instinto y una sensibilidad excepcional para los problemas de nuestra sociedad vasca”. Su desaparición “representa una pérdida inestimable en el terreno del patrimonio y en el imaginario de nuestra comunidad”, aunque, por suerte, “nos deja un legado que da fuerza e ilusión, que nos emociona y nos proyecta, con su obra artística, hacia un futuro en libertad; en independencia”, indica el historiador, que subraya las facetas de “visionario, creador, abertzale y cómplice de tantas empresas” del escultor.

Reinvención del arte vasco

Otro creador, Javier Balda (Pamplona, 1958), señala que con la muerte de Basterretxea “desaparece el núcleo fuerte de la reinvención del arte vasco en las formas estéticas y en su aplicación para la función social como verdadero motor del pensamiento e interacción cultural”. Y resalta que el de Bermeo fue, quizá, el más multidisciplinar de aquella generación. “Chillida sublimó y dominó el material; Oteiza redujo y superó las formas para la conciencia del hombre; Mendiburu integró el ser más íntimo y contradictorio con la naturaleza, y Basterretxea proyectó la volumetría del imaginario como parte de la memoria en la vida social”, afirma.

Jaione Apalategi, profesora de la UPNA y miembro del Patronato de la Fundación Oteiza, opina que el artista “representa personal y artísticamente, en exclusiva, la elegancia de la expresión de la mentalidad vasca”. Fue un creador “multicompetente” que investigó “por caminos de abstracciones y rigores estructurales, con pasión, la naturaleza íntima de la memoria, las emociones y las acciones que subyacen en las raíces y en los frutos del pueblo vasco; creando pictórica y escultóricamente, sin cesar, colores y formas en el espacio”. El caserío Idurmendieta de Basterretxea encarna “la identidad latente del patrimonio cultural vasco re-creado por el artista sobre las fronteras ontológicas del arte moderno”, declara Apalategi.

José Ángel Irigaray, otro miembro elegido por Oteiza para el Patronato de Alzuza, remarca el “talante contemporáneo y vanguardista” y el “talento renacentista” de este escultor “enraizado en el país y su cultura y, en consecuencia, universal de miras”. Con su muerte “se va un testigo excepcional de toda una época generadora de expresiones culturales y artísticas definitorias e importantes, referentes ya en el imaginario actual, y que siguen gravitando sobre el mundo cultural del país”. Aquella fue una generación “adornada con un estilo y un estar en el mundo que, desgraciadamente, no parece fácil que se vuelva a repetir”. “Sus dotes artísticas iban acompañadas de una gran humanidad y de una generosidad sin límites. Son innumerables sus colaboraciones con causas siempre relacionadas con la libertad, la justicia y la solidaridad, desde su apoyo al desarrollo cultural vasco hasta la honra debida a las víctimas de la inquisición, de fascismos y dictaduras, en Euskal Herria y en todo el mundo”, continúa Irigaray.

El pintor José Ignacio Agorreta (Pamplona, 1963) cuenta que le conoció brevemente en 2011 en una exposición en la que ambos participaron en el Museo Gustavo de Maeztu de Estella con motivo del 50 aniversario de la ikastola Lizarra. A su juicio, trabajos como la Cosmogónica vasca “aúnan al hombre comprometido con la evolución del arte contemporáneo con el hombre que interpreta las raíces de su pueblo”, aunque lamenta que muy probablemente quedó “eclipsada” por la convivencia de Basterretxea “con otros dos monstruos como Oteiza y Chillida”. De su vasta trayectoria, Agorreta destaca los murales que realizó para la Basílica de Arantzazu. “Solamente por ese proyecto merece un lugar destacado en la historia del arte contemporáneo”. Y es que, “es uno de los trabajos más importantes de la pintura vasca de la segunda mitad del s. XX”, termina.

Noticias de Navarra