Está pasando casi desapercibida en los medios del Estado la noticia del rechazo en la comisión constitucional del Congreso de la petición de un partido político para que formal y solemnemente se revocaran, a todos los efectos, los decretos de nueva planta que desde 1715 supusieron la derogación de las libertades, los Fueros, de Catalunya; y para que oficialmente se reconociera aquella tropelía, ofreciendo las excusas pertinentes y restituyendo la soberanía arrebatada.Todo ello al hilo del debate sobre el derecho de autodeterminación y las demandas soberanistas expresadas en la manifestación celebrada en Barcelona con motivo de la Diada.
Era una vieja y justa aspiración de muchos catalanes que solo ahora se ha materializado en dicha solicitud. Pues bien, ese simbólico gesto de estricta justicia y reparación del agravio histórico, reclamado a los herederos de aquellos que cuando conquistaban una plaza, además del pillaje a que sometían a sus habitantes, acababan con su derecho, prohibían su cultura e incluso llegaban hasta a cambiarle el nombre, como hicieron con Xátiva rebautizándola como Colonia Nueva de San Phelipe, ha sido rechazado por los votos unánimes de PP, PSOE y UPD, que la han considerado «extemporánea e incluso excéntrica por no estar en vigor esos decretos» (aunque sí el atropello y la imposición que nació de ellos).
Aunque tarde y a la fuerza hasta la Iglesia ha pedido perdón por alguno de sus desaguisados (recuérdese a Galileo) y ha intentado restituir su honra pisoteada injustamente, pero la España de los Reyes Católicos, del conde duque, de Felipe V, del Espartero y de Franco…, por lo visto nunca lo hará.
¿Agravios y cepillados a Catalunya y a Euskal Herria? Parece que hasta el último momento y hasta el último suspiro…, luego pasa lo que pasa, y es que cuando el sentimiento de superioridad, el desprecio, cuando no el odio, presiden las relaciones con comunidades que en última instancia se ven tratadas como colonias sujetas militarmente a lo que la metrópoli decida más allá de lo que sus ciudadanías puedan exigir democraticamente al amparo de las cartas de DDHHCCPP de la ONU y de lo que es normal en su entorno europeo, es muy difícil que estas transcurran con la normalidad y la cordialidad que sería de esperar.