Carlos Babío y Manuel Pérez “Meirás es una propiedad de Franco que se gestionó como una propiedad del Estado hasta 1975”

Entrevista a Carlos Babío y Manuel Pérez, autores de ‘Meirás, un pazo, un caudillo, un espolio’, la primera gran investigación sobre cómo Franco se hizo con la propiedad del Pazo de Meirás.

Carlos Babío (Sada, 1967) y Manuel Pérez (Sada, 1987) presentan este martes Meirás, un pazo, un caudillo, un espolio (Fundación Galiza Sempre), la primera gran investigación sobre cómo Franco se hizo con la propiedad del Pazo de Meirás que se convirtió en su residencia veraniega, una de las sedes del poder del régimen y, como tal, en “centro de tráfico de favores” desde 1938 a 1975. Carlos Babío, nieto de Josefa, la mujer que perdió su casa porque tuvo la mala suerte de que estuviera al lado del Pazo, no es historiador profesional pero empezó hace 21 años a recoger testimonios de una memoria oral que ya no existe y a visitar todos los archivos que le permitieron visitar hasta ganarse el respeto de la academia. “¿Por qué nadie se atrevió antes a contar esta historia?”, se pregunta. El libro abrirá heridas en la silenciada memoria de los gallegos y exigirá justicia. Babío y Pérez han contado por fin la historia para que tenga un final justo: la devolución del Pazo al pueblo.

 

¿A quién pertenece el Pazo de Meirás?

Carlos Babío [C.B.] A la heredera, a su hija, Carmen Franco Polo.

 

¿Desde cuándo es propiedad de la familia Franco?

 

Manuel Pérez [M.P.] Legalmente, desde noviembre de 1941. Es cuando se formaliza ante notario la compra-venta del Pazo de Meirás.

[C.B.] Es decir, lo que comienza como una donación del pueblo a su caudillo -ese es el relato oficial que creó el régimen- termina como una operación entre particulares en la que Pedro Barrié de la Maza [presidente del Banco Pastor y fundador de Fenosa], mediante un poder notarial, representa a Franco para adquirir lo que fuera la antigua propiedad de Emilia Pardo Bazán y tierras colindantes que se habían ido incorporando desde 1938. En diciembre de ese año se le habían entregado las llaves a Franco en un acto solemne y desde entonces lo disfrutaba la familia.

 

¿A quién se lo compran y cuánto pagan?

 

[M.P.] En el registro de la propiedad figura que se pagaron 80.000 pesetas. La versión que el régimen transmite desde el principio es que había costado unas 400.000 pesetas.

[C.B.] El hecho de que se eligiera este pazo y no otro tuvo que ver con que el Banco Pastor mantenía una hipoteca sobre la propiedad.

[M.P.] En ese momento pertenecía a la nuera de Emilia Pardo Bazán, Manuela Esteban Collantes. Ella heredará la propiedad porque el hijo, Jaime Quiroga, y el nieto fueron asesinados en Madrid durante la guerra. Con la heredera había empezado a negociar años antes, en concreto Fernando Álvarez de Sotomayor, ferrolano, que después de la guerra volvería a ser director del Museo del Prado. Viajó a San Sebastián en representación de la Junta Pro Pazo del Caudillo y cerró un acuerdo verbal. Por eso los Franco pudieron empezar a obrar en el Pazo en plena guerra y empezar a disfrutarlo ya desde el 38.

 

En el libro explicáis cómo las incipientes elites coruñesas se reunieron en esa Junta e idearon un mecanismo para pagar el Pazo, para que lo pagara el pueblo, pero esa captación de fondos fracasó…

 

[C.B.] En esa Junta participaron la Diputación y todos los ayuntamientos de la provincia con la Cámara de Comercio, la de la Propiedad, la banca, empresas de comunicación, como La Voz de Galicia y El Ideal Gallego… decidieron adoptar como mecanismo el de la suscripción popular y en cada ayuntamiento, cada vecino, tuvo que aportar. Fueron invitados a hacerlo, estamos hablando de 1938. Aquello fracasó porque los gastos que generaba el Pazo, las exigencias de Carmen Polo eran crecientes, exigían más y más recursos. Así fue como se decidió retener parte del salario a los funcionarios y detraer ingresos de cualquier entidad, por ejemplo de las cofradías de pescadores, y luego que los ayuntamientos hicieran también aportaciones. La Junta quiebra, de liquidar el asunto se encargó el propio Barrié, y eso hizo que alguno de los expropiados no recibiera finalmente ni una peseta.

 

En el caso de tu abuela sí hubo compensación.

 

[C.B.] A ella la dejaron literalmente en la calle, con cuatro niños… Tenía que vivir de la caridad. Eso generaba, digamos, mala imagen en Meirás frente al lujo del Pazo. Así que Barrié la llevó al notario y firmó haber recibido 50.000 pesetas. Mi abuela nunca tuvo ese capital. En el documento se indica que Barrié le pagaba 45.000 pesetas porque las otras 5.000 ya se las había adelantado. Por lo que pudimos ver en el testamento, mi abuela no reunió nunca un capital de más de 8.000 pesetas; así que me imagino que recibiría aquellas 5.000, que ya era mucho, y la obligaron a firmar por 50.000. Los manejos de Barrié, que actuaba en nombre de Franco, fueron de ese tipo en todo lo que hemos encontrado en relación con el Pazo. Pero estuvo muy bien asesorado en cada paso. Por ejemplo, en el acto notarial del 41 en el que se formaliza la compra del Pazo por Franco llaman también a la única hija viva de Pardo Bazán, Blanca Quiroga, para que renuncie a cualquier derecho sobre la propiedad. El Pazo inicial tenía 5,7 hectáreas, y hoy dentro de muros hay 9 hectáreas. Eso se añadió mediante expropiaciones u operaciones de compra-venta forzadas.

 

¿Cuál es el papel de Barrié de la Maza en el espolio?

 

[M.P.] Al principio, todo el mecanismo que se diseña para extraer los recursos se basa en la experiencia acumulada del sistema de suscripciones empleado para cubrir las necesidades de la guerra. Barrié y el Banco Pastor participaron en todo el proceso de financiación de la guerra y también hicieron las aportaciones más importantes para el Pazo. Luego se encargó de la formalización de la propiedad. Después lo recuperó a través de operaciones inmobiliarias que ahora mismo están en discusión como en el caso de la fachada marítima de A Coruña.

 

Hubo otros protagonistas que fueron recompensados, como el caso de Alfonso Molina, que hoy sigue dando nombre a la avenida de entrada a la ciudad.

 

[M.P.] Alfonso Molina entra en la Junta Pro Pazo como presidente de la Cámara de la Propiedad. Formaba ya parte de la élite local, incluso su familia estaba en el consejo de La Voz de Galicia. Pero jugará un papel clave como jefe del servicio de vías y obras de la Diputación. Fue el técnico encargado durante años, porque incluso siendo ya alcalde mantuvo el cargo en la Diputación, de gestionar todas las infraestructuras de acceso al Pazo. Y, a partir de 1947, como alcalde, convirtió al Ayuntamiento en una empresa de servicios de los Franco, servicios de jardinería, por ejemplo. Si podemos decir que Barrié era la persona de confianza de los Franco como financiero, a nivel político Molina se convirtió en el hombre de confianza de Franco en Coruña hasta que falleció en el 58.

 

En la investigación documentáis que el aparato del Estado trabajaba para el beneficio personal del dictador. ¿Cuánto duró eso?

 

[C.B.] Documentamos lo que gastaron las administraciones públicas, desde el Estado a través de los ministerios, la Casa Civil y la Casa Militar, a la Diputación provincial y los ayuntamientos, en particular el de A Coruña, que asumieron diferentes papeles en el mantenimiento del Pazo entre 1938 y 1975. La Diputación se ocupaba de tener las carreteras bonitas. El Ayuntamiento era la empresa de servicios. Hay una relación de millones destinados al Pazo, pero es imposible encontrar prueba documental de todo lo que se gastó. En el Ayuntamiento sólo se conserva un documento sobre una actuación concreta en el Pazo, pero había personal trabajando allí.

[M.P.] Y todo eso se justificaba en necesidades de seguridad del Jefe del Estado. Pero es que además, muerto Franco, el Estado continuó sufragando gastos en Meirás. Mantuvo guardias al servicio de Carmen Polo allí. Los había todavía cuando el incendio de 1978. Y la familia siguió beneficiándose del resultado del espolio mucho después con apoyo de instituciones públicas. En 1999 hubo una operación urbanística de terrenos lindantes al Pazo en los que se ubicara el acuartelamiento militar y se les facilitó la venta.

[C.B.] El período más difícil de investigar son los últimos años de Franco y los primeros años de la democracia. Mucha de la documentación sigue clasificada.

[M.P.] Pero el volumen documental es importante, porque en realidad, Meirás es una propiedad de Franco que se gestionó como una propiedad del Estado hasta 1975.

 

¿Qué dice Meirás sobre el franquismo?

 

[M.P.] Meirás era un centro de poder. Después de Madrid, en verano, se convertía en la corte de Franco. El aparato del Estado se trasladaba aquí. Eso lo sabían bien las élites coruñesas que decidieron regalárselo a Franco. En el contexto de los fascismos, el franquismo es un totalitarismo en el que el Estado aspira a ejercer una función que va más allá de lo público. Esa indefinición entre qué es lo público y qué lo privado, cuál es la función de las administraciones, a quién sirve… Meirás era un lugar al que acudir cuando se quería conseguir algo del Estado y desde el que el poder podía obtener contraprestaciones por ello.

“Meirás es una propiedad de Franco que se gestionó como una propiedad del Estado hasta 1975”