Las hurís del paraíso musulmán

“Si las hurís del paraíso apareciesen ante los ojos de los hombres inundarían de luz el espacio entre el cielo y la tierra, llenándolo todo de su perfume”. Es una cita de Al Bukhari, destacado compilador de las tradiciones islámicas, que la profesora Dolors Bramon recoge en su libro L’Islam avui, en el que dedica un interesantísimo capítulo a aquellas criaturas, descritas en el texto coránico. Dios prometía a los bienaventurados “hurís de grandes ojos, como esposas para toda la eternidad como recompensa de su conducta”. Su existencia ha inflamado la imaginación de muchos creyentes del Islam, combatientes en la yihad.

En algunas conversaciones con amigos musulmanes he notado una cierta reserva sobre este tema excitante. Como ha escrito Dolors Bramon “todo lo que se refiere a la última vida de los musulmanes permanece oculto detrás de un velo y las escrituras que hablan del más allá pertenecen al genero metafórico”. Las manipulaciones de los islamistas fanáticos se remonta a los siglos XI y XII de nuestra era, cuando embriagaban a sus adeptos con hachís, les trasladaban a olorosos jardines, rodeándoles de hermosas y complacientes doncellas, haciéndoles creer que se encontraban en el paraíso. Después cuando querían regresar a su ámbito placentero, estaban dispuestos a cometer todos los crímenes que les exigían sus cabecillas, a fin de alcanzarlo. Eran los famosos hashashin o asesinos del Viejo de La montaña, el legendario Hasan Ibn Al Sabah, en su fortaleza del Caspio, en territorio del actual Irán al que sucedió Rachid Adin Sinan, señor del castillo de Masyaf en Siria.

Los hashashin que erigieron sus fortalezas sobre los que son ahora Irak, Irán, Siria, El Líbano utilizaban a estos jóvenes drogados como suicidas asesinos de sus enemigos. Mohamed Ben Atta evocó a sus seguidores antes de cometer los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, a las hurís, porque a su muerte les abriría las puertas de los jardines del paraíso. Durante el tiempo de la revolución palestina, con sus combatientes que luchaban contra Israel, fueron frecuentes las acciones terroristas. Expertos israelíes que estudiaban minuciosamente todos los detalles de su acción encontraron en algunos cadáveres de los atacantes, sus órganos sexuales envueltos con cuidado en gases y algodones para mantenerlos protegidos ante la expectativa de un ilusionado placer sexual inagotable porque la virginidad de las hurís se renueva sin cesar… El mártir musulmán no solo accede a las delicias de la eternidad prometida sino que se convierte en héroe popular, y su familia podía recibir una suerte de pensión o recompensa económica.

El Corán se refiere a unos seres, parece que de naturaleza femenina -el plural de esta palabra puede ser tanto femenina como masculina- a unas vírgenes afectuosas a disposición de los musulmanes por toda la eternidad. El Libro sagrado del Islam deja muy claro que no se trata de mujeres terrenales, muertas y después resucitadas, sino que Dios las ha creado de manera especial, de “púdica mirada, grandes ojos, senos turgentes, que nadie ha desflorado”, aunque también podría referirse a mujeres con atributos humanos. El número de hurís es un tema de fábula y hay versiones que afirman que cada hombre poseerá setenta y dos, ochenta o cien vírgenes.

Las mujeres han sido excluidas de este cielo masculino pero algunos ulemas se han ocupado de las delicias reservadas a las buenas creyentes, como la promesa divina de proporcionarles un marido si fueran solteras, o bien si eran casadas o viudas volverían a vivir con sus esposos por toda la eternidad o bien con el que hubiesen sido más felices.”Si Dios -ha escrito un jeque contemporáneo saudí- ha hablado de las hurís desatinadas a los bienaventurados y no de esposos para las mujeres es porque son los hombres los que normalmente desean a las mujeres y no lo contrario”. No hay ninguna alusión coránica al destino de las mujeres en este paraíso que es un paraíso temporal sublimado. El Islam solo concibe la mujer como portadora de sexo ,propiedad del hombre. El gran poeta sirio Adonis escribió que “el cielo se convierte para el hombre en prolongación del placer iniciado en la tierra”. El fanatismo religioso, creciente analfabetismo de los pueblos musulmanes, fomentan la fabulosa creencia en las hurís, siempre vírgenes, como poderoso aliciente a su Guerra Santa.

LA VANGUARDIA