La risa de los ingleses

Augusto Assía escribió una crónica en La Vanguardia en 1945 donde decía que los británicos saben reírse de casi todo: “Los ingleses se ríen de los funerales y de las bodas, de ellos y de los demás, de sus creencias más serias o de sus prejuicios más estúpidos, de su heroísmo y de su egoísmo, de su patriotismo y de su cobardía”. Y recordaba a Shakespeare haciéndole decir a Lady Macbeth: “Ríe para escarnecer el poder del hombre”.

Theresa May va con una sonrisa en los labios desde el día que el Brexit despeñó por el abismo la carrera de David Cameron. Ella, que hizo campaña en favor de la permanencia en la UE, se puso al frente de los antieuropeístas cuando vio el resultado de las urnas. Es lo que tiene tener principios: si a sus electores no les gustan, no hay problema porque posee otros. May cambió de postura con la misma rapidez con que cambia sus zapatos de tacón bajo, los llamados ‘kitten heels’. Hoy no hay nadie más antieuropeísta que ella, por más que aparezca sonriente ante Angela Merkel o ante Jean-Claude Juncker. Le ocurre lo que al poeta Robert Southey, que tenía la mala costumbre de reírse en los funerales.

Sin embargo, el Brexit empieza a crearle a May preocupaciones en su propio territorio: en la City los bancos de inversión y las compañías financieras empiezan a hacer las maletas, en Irlanda del Norte se niegan en redondo a que les pongan una frontera con sus compatriotas del sur y en Escocia la primera ministra Nicola Sturgeon acaba de anunciar que pedirá que se convoque un nuevo referéndum a finales del año próximo. La inquilina del 10 de Downing Street está de los nervios con Sturgeon, hasta el punto de llamar a la puerta de España para pedir auxilio, sabedora de que Rajoy aborrece las consultas. Assía dijo en su día que los ingleses ganaban las guerras porque se tomaban sus desgracias a broma. Motivos tendrá May para reírse con los quebraderos de cabeza que le esperan en sus propios confines.

LA VANGUARDIA