Franco, Franco, Franco

La historia retrata al óleo el caso español

La historieta ha pasado desapercibida, pero vale la pena destacarla como paradigma del Estado que padecemos. El juzgado contencioso número 4 de Alicante ha ordenado paralizar el cambio de las denominaciones de las calles de la ciudad que todavía hacen apología del franquismo, del falangismo o de motivos vinculados al bando rebelde de la última guerra dicha civil. En julio de 2016 el consistorio decidió sustituir estos recuerdos reivindicativos en aplicación estricta de la ley de la memoria histórica de 26 de diciembre de 2007. Es decir, nueve años más tarde, porque, mientras la mayoría municipal del PP no había considerado necesario ni prioritario cumplir la ley. Pero, después de la decisión del pleno, el portavoz del propio PP, Luis Barcala, presentó un recurso pidiendo que todo quedara parado porque el recambio introducía en el nomenclátor municipal «figuras representativas del comunismo y la izquierda». La juez ha decidido finalmente, pues, paralizar los cambios y ha ordenado «restablecer las placas anteriores», al considerar que hay que esperar la resolución del recurso y que «no concurren razones de urgencia». Todo el trámite legal parece aséptico y razonable. Pero la historia retrata al óleo el caso español. No hay «razones de urgencia» para sustituir placas de calle franquistas después de cuarenta años de la muerte del dictador y diez de la aprobación de la ley de memoria histórica. Prevalecen «las garantías legales». Y la ley, que no tiene prisa, recupera la dictadura a los ojos de todos.

EL PUNT-AVUI