Robert Fisk: «Para detener el ISIS, hacen falta universidades, no bombas»

(Beirut)

40 años después de su llegada a Beirut como corresponsal de prensa, Robert Fisk (Maidstone, Reino Unido, 1946) es uno de los grandes referentes del periodismo en Oriente Próximo. Autodefinido en alguna ocasión como «corresponsal otomano», Fisk ha cubierto los conflictos del Líbano, de Afganistán, de Argelia, de Palestina, de Irak, de Bosnia y de Kosovo, así como las llamadas ‘revoluciones árabes’. Fue periodista de The Times y, actualmente, de ‘The Independent’. Con la autoridad que da este bagaje reflexiona sobre el estado del periodismo actual y las vicisitudes que vive el Oriente Próximo actual y, en concreto, de la guerra de Siria. Fisk, siempre polémico, pero con un criterio propio muy respetado.

 

«La guerra de Siria es la guerra de la que se está informando peor»

 

-En sus artículos y libros, a menudo menciona que a su padre, después de combatir en la Primera Guerra Mundial, le dieron una medalla donde estaba escrita la frase «La Gran Guerra por la Civilización». Esta frase da el nombre al libro sobre Oriente Próximo que usted publicó en 2005. ¿Por qué llamaban «guerras de civilización» hace un siglo, y cómo son actualmente?

-El título del libro es irónico, por supuesto. Yo no quería decir que las guerras en Oriente Próximo fueran para la civilización. En cambio, a mi padre le decían que era por la civilización, que él luchaba. Tras la Primera Guerra Mundial, las potencias vencedoras -básicamente, Gran Bretaña y Francia- decidieron que tenían que hacer un mundo nuevo, y crearon las fronteras de la mayor parte de Oriente Próximo, también las de Yugoslavia e Irlanda del Norte . A lo largo de 40 años, me ha impactado mucho el hecho de que yo mismo desarrollara mi carrera profesional en Belfast, en Oriente Próximo y, por supuesto, en la antigua Yugoslavia. Alrededor de estas mismas fronteras he visto la gente quemar, con sus países divididos. Por eso el título del libro me pareció una manera muy íntima de evocar mi padre de joven -cuando luchaba por lo que él pensaba que era la civilización- y ver los resultados reales de aquellos hechos, de los que yo he sido testigo.

 

-De niño, su padre le contaba la historia de la Gran Guerra y le mostraba los campos de batalla. ¿Entonces ya se veía a usted mismo siendo un periodista muy conocido que viviría y explicaría las futuras guerras?

-Mi padre siempre me enseñó a ser humilde. Quizás ahora soy muy conocido, pero esto sólo es porque, probablemente, tengo un carácter provocador. De pequeño, no creo que fuera muy consciente de la inmensidad de la Primera Guerra Mundial.

Pero sí he crecido creyendo que las dos grandes guerras del siglo pasado han modelado las vidas de virtualmente toda la gente que he conocido. Mirad vosotros, con Franco y la Guerra Civil española, y Stalin y Hitler apoyando a los republicanos y los ‘nacionales’. En Oriente Próximo, todo lo que pasa comenzó con la lucha imperial, enorme, de la Primera Guerra Mundial. Y entonces vino la Segunda Guerra Mundial y el enfrentamiento entre el capitalismo, el comunismo y el nazismo. Son hechos de los que nunca aprendes lo suficiente. Ahora, por ejemplo, estoy con los diarios de Ivan Maiski , el embajador soviético en Londres durante la Segunda Guerra Mundial.

 

«Los periodistas debemos abandonar la idea de ser neutrales: hay que estar al lado de los que sufren»

 

-¿Cuál ha sido la experiencia profesional que le ha enseñado más cosas?

-Supongo que hay varias experiencias de las que he aprendido mucho. Por ejemplo, ver las repercusiones de la masacre de Sabra y Chatila en 1982 -que los israelíes no hicieron nada por detenerlas me hizo dar cuenta de que la manera de informar sobre Oriente Próximo tenía que cambiar: no podías hacer como cuando informas sobre un partido de fútbol, ​​cuando das el mismo tiempo a los dos equipos, que están en condiciones de igualdad. En 2001, estaba en Jerusalén cuando un suicida palestino se hizo estallar en una pizzería israelí. No dediqué el 50% de mi información a la organización del suicida: di el 95% a las víctimas israelíes de la violencia. Es lo mismo que en Sabra y Chatila. Aquello enseñó a muchos periodistas que hay que abandonar la idea de ser neutral, que, en todo caso, hay que serlo junto a los que sufren. Cuando eres testigo de barbaridades como los crímenes de guerra, debes enfadarte, no te puedes quedar sentado con tu ordenador portátil escribiendo lo que han dicho varios portavoces.

 

-¿Y cuál es la situación sobre la que le ha resultado más difícil de informar?

-Es difícil el informar de cosas sobre las que la gente se ha hecho una idea concreta, y tú tienes que darle la vuelta para hacerle entender que lo que realmente está pasando es justo lo contrario de lo que le han dicho. En la televisión y en la radio, cuando me hacen preguntas, me doy cuenta de cada vez más que hay reporteros -que obviamente no han estado nunca en Medio Oriente- que no tienen ni la más remota idea de qué está pasando. No es su culpa, pero me toca dar la vuelta a sus preguntas para poder dar respuesta.

Ahora mismo, el tema más difícil para informar es la guerra de Siria, porque no podemos informar sobre el bando rebelde. Los reporteros se arriesgan a ser capturados por el ISIS o por Al Qaeda, y que les corten la cabeza. Diría que es la guerra sobre la que se está informando peor de todas las que he visto. Y no es culpa de los periodistas, sino de los rebeldes, que han decidido que los periodistas deben ser víctimas de sus cuchillos.

 

«En Oriente Próximo hay más reporteros que nunca antes. Pero me pregunto: ¿cada vez saben menos?»

 

-¿Hasta qué punto ha cambiado el periodismo desde que usted comenzó su carrera?

-La tecnología ha cambiado y ahora es mucho más fácil usar un portátil que lo era usar un télex. Hay otro cambio, problemático: la idea de que en algún lugar existe el tema noticiable. Si vas hoy a la redacción de un diario, verás que todo el mundo está mirando la CNN o Fox News. Si vas a un estudio de televisión, encontrarás que todo el mundo lee los diarios. Nos alimentamos unos a otros e, inconscientemente, decidimos cuál es el tema. El otro día, alguien me decía: «¿Y eso, no es el fin del corresponsal extranjero?».

 

-¿Y no lo es?

-¡Le contesté que eso ya me lo habían preguntado en 1978! Es curioso: en Oriente Próximo, ahora hay más reporteros de los que ha habido nunca antes. Ahora bien, la pregunta es si cada vez saben menos…

Uno de los problemas principales que tienen los periodistas ahora es este ciclo de noticias que dura las 24 horas del día: ya no tienen tiempo de investigar, preguntar a la gente, de comprobar los hechos… Deben estar en directo constantemente, tuiteando. ¡Tengo suerte de que mi diario no me pide eso! Aquí en Beirut, por ejemplo, a menudo encontrarás reporteros occidentales hablando sobre Libia a partir de materiales fotografiados o grabados por otros. Esto es la muerte del periodismo. Esto matará el periodismo más deprisa que Internet.

 

-Usted ha sido testigo de muchos conflictos armados en el mundo. ¿Hasta qué punto los medios de comunicación se convierten en parte de las guerras, y tienen impacto?

-Esto siempre es un peligro, ¿verdad? Los medios tuvieron un papel destacado en la invasión de Irak en 2003, siguieron la versión del Gobierno estadounidense según la cual se aseguraba que había armas de destrucción masiva en manos de Saddam Hussein. Antes de la invasión, yo escribía desde Amman y desde Beirut: «Esperen, no hay pruebas de eso», decía. Y algunos colegas míos me regañaban, se reían de mí, mientras ellos escribían piezas muy largas donde afirmaban que Saddam Hussein era peor que Hitler.

Creo que los periodistas siempre han tenido esta costumbre agitadora. Ya pasaba en la Primera Guerra Mundial, cuando escribían artículos sobre las atrocidades de los alemanes, y algunas eran ciertas, pero muchas otras no. El periodismo debería ser una profesión, pero me temo que sólo es una artesanía. Debería ser más como una vocación, algo único, que hacerla fuera un honor.

 

«Llevo 40 años en Oriente Próximo, y diría que las cosas están yendo a peor»

 

-¿Qué piensa de la evolución de los acontecimientos en Oriente Próximo durante 2016?

-Otro año terrible. Las cosas no han mejorado nada. Hay una falta completa de comprensión por parte de Occidente sobre lo que está pasando, y mucha ingenuidad por parte de la gente que vive en Oriente Próximo. Falsas esperanzas, traiciones enormes. Cada año hay nuevos horrores, y, aún así, todavía tenemos que luchar contra estos relatos ridículos sobre si esto es una guerra de civilización. Tonterías. Ya hace 40 años que estoy en Oriente Próximo y, si tuviera que definirme, diría que en general las cosas en Oriente Próximo han ido a peor.

 

-Se ha dicho mucho que en Oriente Próximo nos encontramos ante un proceso de redefinición de las fronteras establecidas por el Acuerdo Sykes-Picot hace un siglo. ¿Es un proceso que se está haciendo de acuerdo con las realidades sociales actuales? ¿O más bien la situación actual es una consecuencia de estas fronteras?

-Sykes-Picot fue un proyecto imperial, con la intención de dividir el Oriente Próximo entre los franceses y los británicos. Se hizo para nosotros, no para la gente que vivía allí. ¿Qué querían, esa gente? Se hicieron muchas investigaciones. La mayoría querían un gran Estado árabe que abarcase desde el Atlántico hasta la frontera de Mesopotamia y Persia. Esto también lo decían oficiales del Departamento de Estado de los Estados Unidos.

Hoy no hay forma de captar la opinión pública en el mundo árabe. Pero se pueden hacer varias generalizaciones: quieren vivir en paz, quieren tener comida para sus familias, quieren dignidad y libertad. Lo único que se percibe claramente es que todo el mundo en Oriente Próximo, con la excepción de los salafistas, da valor a la educación. Si se quiere detener la radicalización y el ISIS, lo que hacen falta son universidades, no bombas. En muchos lugares de Oriente Próximo hay una falta completa de lo que yo llamaría educación humanista. Está muy bien ir a la universidad y aprender sobre la religión y el Corán, pero también hay que aprender de música y de pintura. También vale la pena echar un vistazo a Karl Marx, aunque el Corán no lo mencione. Hay demasiados estudiantes que o bien se decantan por la educación religiosa o bien por las ingenierías.

 

«Los salafistas quieren que haya una guerra de civilización, y nosotros se la hemos dado»

 

-Durante los años noventa, la teoría del choque de civilizaciones de Samuel Huntington fue cogiendo muchos vuelos. Después llegó el 11-S y todo el mundo se puso a hablar de un nuevo orden mundial que se encaminaba hacia este choque de civilizaciones. En cambio, durante estos últimos años…

-No, no, el orden de la historia no es correcto. El «nuevo orden mundial» fue una expresión de George Bush padre tras la liberación de Kuwait. Pero, si sigues lo que dicen y escriben los salafistas, ellos quieren que haya una guerra de civilización, y nosotros se la hemos dado. En lugar de pensar: «Justicia», pensamos: «Revancha», y eso es exactamente lo que hacen ellos. De hecho, había veces que si leías lo que decían Bin Laden y George Bush junior, apenas encontrabas diferencias. Ambos hablaban en este lenguaje apocalíptico religioso. Y las palabras hacen guerras.

Yo vivo en Oriente Próximo, entre musulmanes, y ni un solo momento he pensado que esta gente sean diferentes de mí. Tienen las mismas preocupaciones sobre sus hijos, sobre su mantenimiento, sobre la paz, el aprendizaje, la felicidad… Los seres humanos normales, durante el período corto que les es dado de vivir en la Tierra, todos quieren las mismas cosas. La diferencia es que en Occidente, en gran parte -aunque no del todo-, hemos perdido nuestra fe. Hubo un tiempo en que Europa era llamada «la Cristiandad». Pero ahora ya no lo llamarías así, ¿verdad? En toda Europa, nuestros dioses suelen ser los derechos humanos, Amnistía Internacional, Human Rights Watch, el Consejo de Seguridad de la ONU, la Cruz Roja…, mientras que en Oriente Próximo la gente ha mantenido su fe: realmente creen que Mahoma era el profeta y que el Corán es la palabra de Dios. La gran pregunta detrás toda esta puñeta de la guerra de civilizaciones es: ¿cómo puede ser que una gente que ha mantenido su fe haya podido ser dominada cultural, militar, económica, financiera y socialmente por parte de otra gente que ha perdido la fe? Esta es la gran pregunta, incontestada e incontestable.

 

«Ahora ya nadie recomienda Turquía como modelo para las ‘primaveras árabes»

 

-Cuando comenzaron las revoluciones árabes, la democratización de los países árabes volvió a ser, de nuevo, un tema importante en las agendas internacionales. ¿En qué punto cree que se encuentra este proceso, seis años después?

-No ha habido mucho proceso como tal, excepto -supongo- en Túnez. Recuerdo que, cuando tuvieron lugar las revoluciones, todo el mundo decía que Turquía era el nuevo modelo del mundo árabe. Yo decía: «¡No, no, no! ¡Turquía no, por favor!». Por supuesto, ahora nadie recomienda Turquía como modelo.

La palabra «democratización», por cierto, me deja un poco estupefacto. En todas las manifestaciones que vi en Egipto, nunca encontré a nadie blandiendo una pancarta que pidiera «demokratiyya». Nadie pedía democracia, sino libertad y dignidad, que no es exactamente lo mismo. Para la mayoría de gente en Oriente Próximo, la palabra «democracia» remite a los países occidentales que apoyaban a los dictadores. La palabra tiene una aureola triste. Por lo tanto, hay que partir de la base de que usar la palabra «democratización» es incorrecto. Los árabes, ¿cómo pueden conseguir liberarse de nosotros y de sus propios dictadores y torturadores? Yo digo que a través de la educación; es el único camino. ¿Pero cómo se consigue? ¿Y cómo se canaliza toda la riqueza que hay, especialmente cuando uno de los países más ricos -Arabia Saudí- también es uno de los más retrógrados?

Son problemas que los árabes deben solucionar ellos mismos. En Occidente vemos a Oriente Próximo a la vez como exótico -cuando miramos las mezquitas o el desierto en el ocaso- y peligroso -cuando los refugiados llegan a casa. Se ha llegado a describir la llegada de un millón de refugiados en Europa el año pasado como una catástrofe, pero no lo fue. Habría sido una catástrofe si ese millón de refugiados se hubieran unido al Estado Islámico. Pero no fue así. ¡Subían al tren para ir a Berlín, no a Raqqa! Por lo tanto, ¿por qué era una catástrofe para nosotros? Esta gente quería ser como nosotros. Buscaban refugio en los países que ellos consideraban que eran mejores que los suyos. Necesitamos ver estos fenómenos tal como se nos ofrecen realmente, y no como lo reflejan nuestros miedos.

 

-¿Cuál es el rol reservado para las minorías en Oriente Próximo actual, por ejemplo: los kurdos, los cristianos, los drusos o los iaziditas?

-Mientras continúen las actuales tendencias salafistas, será muy difícil que las minorías puedan quedarse en sus países natales, ya sean cristianos, kurdos o iaziditas. Mira a los kurdos: tenían a los estadounidenses dándoles apoyo, pero ahora les están traicionando; los estadounidenses están apoyando a los turcos. Por el amor de Dios, ¡a los kurdos siempre les traicionan!

Mantuve una conversación muy interesante con religiosos cristianos sirios -armenios, ortodoxos griegos, católicos- en el norte del país, hace un año y medio. Me decían: «Vosotros seguis queriendo rescatar a los cristianos de aquí, pero nosotros queremos que se queden. Irán a Canadá o Europa y, sí, seguro que podrán construir iglesias, pero al final se mezclarán con la sociedad laica, y ya no serán nunca más cristianos auténticos, como lo son aquí en Siria: perderán la esencia. Aquí en Oriente Próximo es donde empezó el cristianismo, y aquí es donde deberían quedarse». Así que, en cierto modo, cuando escuchamos que alguna gente dice: «Oh, rescataremos a los cristianos», lo que deberíamos recordar es que sus hogares están allí.

No estoy diciendo en absoluto que no se tengan que ir. Nadie les puede culpar, ante la victimización abominable que sufren como pueblo. Pero siempre existe otra cara de la historia, en la que nunca pensamos porque la hace más difícil, más compleja, más complicada y menos sencilla de entender o de explicar.

CRITIC

Robert Fisk: “Per aturar l’ISIS, fan falta universitats, no pas bombes”