El PSOE nacional de Andalucía

Me alegró leer las declaraciones del señor Carles Tusquets en la entrevista del ARA del día 27 de noviembre. Ya era hora de que alguien hablara claro. El señor Tusquets mostró el coraje que a menudo falta a los políticos. Dijo que mientras el ‘statu quo’ de Andalucía no cambie, las ansias independentistas catalanas no se detendrán. El señor Tusquets recordaba que ya lo advirtió hace 25 años y que nunca le han hecho caso. Tranquilo. Continuarán. Porque estamos ante un hecho estructural español.

Cuando uno visita Rusia, y se adentra en su historia, acaba entendiendo -aunque no necesariamente compartiendo- por qué la segregación de países como Georgia o Ucrania les saca de quicio. Estos países han ayudado a formar una parte importantísima del imaginario colectivo de Rusia. Cuando se visita Moscú y se solicitan restaurantes de cocina local, la recomendación siempre es la misma: cocina georgiana. Y si bien formalmente Georgia no pasó a formar parte del Imperio Ruso hasta principios del siglo XIX, las fuertes relaciones venían de lejos. Si a todo esto le añaden que Stalin era georgiano, resulta que la contribución de Georgia a lo que ahora es la cultura general rusa es innegable. Aún más ligada está Ucrania (antigua Rus de Kiev), que, de hecho, con el antiguo territorio de Moscú y Bielorrusia conformaron el carácter de la Rusia europea.

Observar esta realidad lejana puede ayudar a entender lo que Andalucía significa para España. Es un territorio que, hace cinco siglos, aceptó con entusiasmo la castellanización -se trataba de ahuyentar a los moros y sustituir la cultura y la lengua enemigas por las castellanas-. A partir de ese momento, Andalucía es la gran contribuidora a la formación del imaginario español. No se entiende España sin Andalucía. La proyección internacional de España -lo que, desde fuera, todo el mundo entiende como típicamente español- no es más que la difusión de los arquetipos más típicamente andaluces: toros, flamenco, bandolerismo justiciero, pseudofeudalismo agrícola, etc. Ningún régimen político se ha vuelto en contra de esto. Los catalanes, por el simple hecho de estar alejados de esta mitología y ser más ricos (quiero decir que también están lejos los gallegos, pero eran más pobres), fuimos observados como rebeldes indómitos. Como las repúblicas bálticas respecto a la antigua Rusia. No hemos logrado -no hemos sido aceptados- como contribuidores netos al imaginario español: nuestra lengua y nuestros orígenes lo impedían.

No ha sido hasta bien entrado el siglo XX cuando Cataluña ha sufrido una influencia cierta de las maneras y tipismos andaluces. La dictadura de Franco estimuló esta influencia de manera muy viva prohibiendo la cultura catalana, exaltando los tipismos más populares españoles, estimulando la inmigración, etc. Y fue durante la Transición cuando el socialismo catalán (entonces PSC-PSOE) se erigió en el contenedor de esta supuesta bestia lerrouxista dormida que podían significar los inmigrantes en Cataluña. Con el apoyo de un PSOE español que, para ganar y ser fuerte en España, había de convertirse definitivamente en andaluz -lo que no fue difícil, ya que sus cabecillas eran Felipe González y Alfonso Guerra-. Roma era tan importante que, para triunfar, la Iglesia Apostólica se tuvo que hacer «Apostólica y Romana». El PSOE, o se convertía andaluz o no triunfaría.

Es en aquellos años en que se decidió expoliar Cataluña y otras zonas de España para mantener contenta a Andalucía -el País Vasco podía tener concierto porque es pequeño-. Y mi pregunta hoy, pasados ​​los años, es la misma que me he hecho desde hace decenios: esta gente socialista catalana (ahora descaradamente PSOE en Cataluña), ¿de verdad han defendido alguna vez nuestros intereses? Vistos los resultados -los clientelismos, las actitudes de los caciques del partido en los ayuntamientos del cinturón rojo de Barcelona, ​​la renuncia absoluta del socialismo catalanista, etc.-, es evidente que no. El antiguo PSC-PSOE decidió que o se hacía andaluz y le reía las gracias a Andalucía (el viaje del señor Iceta es la grotesca caricatura actualizada) o desaparecería.

Cuando en 2004 impulsamos, con un grupo de amigos, la plataforma Contra el Desequilibrio (que fue la primera acción coordinada que denunciaba el expolio fiscal), tuvimos que hacer grandes juegos de palabras para no ser tachados de insolidarios… ¡por la misma sociedad catalana! ¡Si que hemos hecho animaladas como pueblo! Quizá sea esta sangría constante y larga de Cataluña la que ha provocado que cuando veo entrar la palabra solidaridad por una puerta yo procuro huir por la otra. Los que la pronuncian en exceso suelen ser unos jetas.

ARA