Cantos de sirena

Establecer un nuevo Estado en Europa necesita un máximo consenso de país en los liderazgos, objetivos, estrategias y calendarios. No es una condición suficiente, pero sí es una condición necesaria. Sin embargo se convierte en una empresa imposible. Objetivos básicos: proyectarse al mundo desde las instituciones y características propias del país, y vivir en una democracia y en un estado de bienestar de mucha más calidad que la situación actual de dependencia. Es un proyecto que beneficiaría a todos los ciudadanos de Cataluña, hablen la lengua que hablen -y en Cataluña se hablan más de doscientas-.

La independencia permitiría alcanzar objetivos positivos y evitar los negativos. Entre los primeros, decidir las interdependencias que se quieren tener en diversos ámbitos (políticos, económicos, culturales, de investigación, etc.). También disfrutar de un reconocimiento internacional. Entre los segundos, disminuir los efectos perversos de una economía globalizada que tiene en las crisis un elemento recurrente.

Adam Smith sabía que la existencia del mercado libre era más bien un mito. Afortunadamente. E insistía en que el objetivo era el bienestar de las poblaciones. El problema hoy no es el mercado en sí, sino su impredecibilidad, la fragilidad de la economía financiera y la redistribución deficiente de los estados. La solución de Trump y del Brexit es cerrar más sus estados. La de Merkel y la UE, combatir obsesivamente el déficit y la deuda. La de la socialdemocracia… terreno desconocido.

La economía financiera ha revelado ser de vidrio. Las políticas desreguladoras y privatizadoras (Clinton, Blair) han mostrado aspectos nefastos. El endeudamiento público y el privado no resultan sostenibles. Y en términos ecológicos los estados muestran miopía de futuro. La crisis ha empobrecido a millones de personas, ha aumentado las desigualdades y ha hecho más ricos a los que ya lo eran. Y las encuestas detectan una erosión importante de valores liberal-democráticos. Populismos diversos. Tampoco hay ninguna garantía de que no vuelva a haber crisis como la iniciada en 2007. Al contrario. No se están tomando medidas globales. Además, mientras no existan regulaciones fiscales internacionales, no desaparezcan los paraísos impositivos y no se controle el fraude, las políticas redistributivas (pensiones, etc.) irán desde una incompletitud deficiente en épocas de bonanza a una escasez frustrante en épocas de crisis. Y así iremos tirando, con una economía incierta y una política hipotecada.

Por otra parte, en las últimas décadas la situación económica de Cataluña ha estado presidida por un déficit fiscal y de infraestructuras crónico y escandaloso, por modelos obsoletos de gestión del gobierno central (AENA, Renfe…), etc. Seguir en el Estado español como hasta ahora resulta una pésima opción, tanto por motivos globales como locales.

¿Puede resolverse el tema del reconocimiento y acomodación nacional de Cataluña en términos españoles? La respuesta corta es: no. Hay demasiadas evidencias históricas y empíricas que lo descartan. Si algo enseñan los últimos 150 años es que el Estado español se caracteriza por una cultura política jerárquica y autoritaria que no facilita la incorporación de modelos consociacional y de federalismo plurinacional, los únicos que podrían resolver el tema de fondo de una manera aceptablemente justa y estable.

Establecer una democracia de calidad en una sociedad plurinacional es un tema que les viene muy grande a las instituciones y partidos del Estado. Es algo que se encuentra más allá de lo que da de sí intelectualmente la cultura política de los principales actores españoles. Basta leer el documento de la FAES sobre la reforma del modelo autonómico o la Declaración de Granada del PSOE (los socialistas no son federales ni ellos mismos; de Podemos no se conoce ningún modelo elaborado sobre el tema). Quizá algún día llegarán propuestas de las instituciones centrales, pero todo apunta a que serán muy deficientes y que no superarán el paradigma de referencias conceptuales deficientes y de casos empíricos inadecuados mostrado hasta ahora. Hay demasiada mala experiencia acumulada. Cantos de sirena. Humo. Zanahorias en el aire.

Un proyecto nacional emancipador no pasa por querer cambiar el Estado sino por alcanzar un Estado propio. Internamente hay que ampliar la mayoría independentista y disminuir el grupo de los que se oponen a ella. Son dos objetivos diferentes que requieren medios diferentes. Y también hay que tener las estructuras institucionales preparadas para asegurar el éxito de una unilateralidad que parece inevitable.

Independencia: el qué y el porqué están claros. Sobre el cómo y el cuándo siempre hay más dudas (inevitables): ¿se están haciendo las cosas lo suficientemente bien?, ¿se combinan lo bastante la ambición y el realismo?, ¿septiembre de 2017?…

ARA