Soraya Abud y las fuentes de Adonis

La conocí en la puerta de un buen restaurante italiano en Mar Maikel, barrio de la movida artística y nocturna de Beirut. Me la presentó Javier Ruiz, entonces director del Instituto Cervantes. Soraya Abud, joven uruguaya hija de emigrantes, ha encontrado en el Líbano no solo sus raíces familiares en un paisaje abrupto y bello –uno de sus ancestros fue un destacado hombre de letras–, sino su complemento rural para ejercer su creativa vocación culinaria. Después de varias visitas como chef invitada en restaurantes locales, se ha convertido en pionera del turismo rural, todavía incipiente en este país levantino. Su biografía profesional la inició en Montevideo y a los diecinueve años tras ser pinche de cocina, trabajó como chef en el Ritz de Madrid. Cuál no sería mi sorpresa cuando me contó que durante varios veranos estuvo al cargo de la cocina del barco del conde de Godó, donde elaboraba sus platos con productos que encontraba en los lugares que atracaba. “Creo –me dice la cosmopolita Soraya– un plato que es puro arte efímero”. Soraya pertenece a esta amplia diáspora libanesa establecida desde la Primera Guerra Mundial, en las repúblicas de América Latina, de México a Chile, pasando por Brasil. En Beirut presumen de que presidentes, jefes de gobierno, senadores, gobernadores y próceres afortunados, son de origen libanés. Allí todavía les llaman “los turcos” por proceder de pueblos árabes que habían sido dominados por el imperio otomano.

 

La casa de Akura

Soraya había estudiado Antropología de la Alimentación. En su estancia en el pueblo de Akura, en la ladera de estas montañas majestuosas del Líbano, cerca de las pistas de nieve de Lakluk y de las fuentes del río Adonis, ha trabajado en una hermosa casa de la familia Germanos, dedicada ahora al turismo rural. Quiso aunar la ecología, el paisaje y la mesa. Aprendió las recetas de los platos típicos locales, grabó las conversaciones, las historia del pueblo, con el animo de no perder el contacto con el terruño. Su propósito es seguir la evolución de esta sociedad a través de la cocina, saber lo que piensa la gente de la nutrición, y cómo forma parte de su identidad. En Uruguay hay alrededor de cuarenta mil habitantes de origen libanés. Akura es uno de los pueblos mas antiguos del Líbano y el primero a donde llego San Marón, procedente de Siria, en la Edad media. La casa de los Germanos, donde ya llegan los primeros turistas rurales, está rodeada de abetos, de pinos, tiene los tejados cubiertos a cuatro vertientes con rojas tejas, y las ventanas y galerías de estilo ojival.

 

Adonis

Muy cerca del pueblo de Akura se accede por una carretera abrupta y poco transitada a las grutas de Afka, como llaman los lugareños a las míticas fuentes de Adonis. Estaba a punto de darme por vencido. La carretera, aunque renovada, es de interminables y pronunciadas curvas sobre un hermoso paisaje abismal, bronco. Desde hace siglos nadie le conoce como río Adonis sino como Nahar Ibrahim. Adonis cuyo nombre proviene del fenicio Adón, significa señor, y es el espíritu de la vegetación, de la renovación. El valle de Nahr Ibrahim es una suerte de Tierra Santa dedicada a su culto con numerosas tumbas y templos, hoy desaparecidos. Adonis está enterrado según la leyenda en Biblos o en Afka y ha sido uno de los grandes mitos de la Antigüedad junto con el de Venus o los de Isis y Osiris.

En la cueva nace el río que se despeña en una cascada que fluye bajo un antiguo puente de piedra. El agua, los árboles y matorrales, el rumor de la cascada componen una estampa de este paisaje mediterráneo, animado por bañistas, adolescentes, niños con pantalones cortos o bañadores y muchachas que retozaban en la alberca, vestidas con tejanos, blusas y alegres velos en la cabeza. ¿Quiénes de estos jóvenes chiíes que acuden a solazarse, a jugar en el verde del río, saben que aquí nació uno de los mitos universales, Adonis, el bello dios fenicio cuyo culto se expandió hasta Alejandría y Grecia? Es el choque entre el mito y la realidad, la realidad y el deseo en tantos pueblos del Oriente donde se han acumulado siglos de civilizaciones. El valle como tantos lugares hermosos del Líbano está sucio, lleno de basura, y nadie ha pensado en explotarlo turísticamente.

LA VANGUARDIA