Votar a Barrabás

España es un país que está a la izquierda de Europa, el más a la izquierda de todos, excepto Portugal, que hunde la nariz en el Atlántico. Sin embargo, se trata de una ilusión óptica, ya que España, en realidad, está a la derecha de la derecha, tres pasos más allá de la pared. Admitámoslo de una buena vez: España es un país de orden, un país formal que no se mete en política más que cada cuatro años, un país con una tasa del 22% de desempleo, una contrarreforma laboral y los sindicatos más callados que un cadáver en la sección de ultracongelados. Este es un país tan de derechas que aquí hasta la izquierda es de derechas. Ahí están dos décadas de psocialismo para demostrarlo.

Todavía estamos pagando el pato de una pedagogía donde se le obligaba al niño zurdo a escribir con la mano diestra, se le ataba su mano natural a la espalda cuando reincidía y hasta se le abofeteaba si era necesario. Con esa educación, es lógico que hasta el artista millonario que lee a Gramsci en sus ratos libres acabe disfrutando de una sicav. Y que no observe la menor contradicción en su conducta, entre la sicav y enmarcarse una ceja. Claro que cuando el enmarcarse una ceja o el no ir a misa se convierten en signos de conciencia social, es lógico que el rango de intelectual lo ocupen gentes como Risto Mejide o Mario Vaquerizo. O que los suplementos culturales se masturben con la séptima entrega de Star Wars.

Ocurre que aquí la derecha no es una ideología ni una actitud, ni siquiera un estado de ánimo, sino una forma de ser. Creo que se explica bien con una anécdota de la guerra civil, cuando un hombre entró en mitad de una reunión de milicianos en el ayuntamiento del pueblo y dijo: “Buenos días nos dé Dios”. El camarada al mando se llevó las manos a la cabeza y le espetó a gritos que no había comprendido nada de la lucha que estaban llevando a cabo, ni de la religión como opio del pueblo ni del futuro de una sociedad sin clases. Concluido el rapapolvo le ordenó: “Anda, vete a la calle, vuelve a entrar y da los buenos días como Dios manda”.

Por poner un solo ejemplo, los segovianos han votado mayoritariamente, como segundo cabeza de lista, a Pedro Gómez de la Serna, expedientado por el PP tras conocerse el escándalo de las comisiones millonarias que cobraba al ofrecerse como intermediario de contratos en los negocios de empresas españolas en el extranjero. No se sabe si acabará ingresando al grupo mixto, renunciando al escaño o vendiéndolo al mejor postor. Lo único seguro es que, al igual que en los Evangelios, siempre que el pueblo tiene la oportunidad de elegir entre un hombre justo y un delincuente, elige a Barrabás. No es una prerrogativa de los españoles aunque, de haberlo crucificado aquí, habríamos tenido serios problemas para plantar a un mal ladrón.

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