El estado kurdo

Los kurdos estuvieron muy cerca de obtener la independencia en la Conferencia de París de 1919 de la que se derivaron una serie de tratados que fijaron las nuevas fronteras dibujadas con cierta arbitrariedad sobre las cenizas de los imperios derrotados en la Gran Guerra. No tenían amigos suficientemente potentes y tampoco disponían de personas adecuadas para moverse con inteligencia y astucia por los palacios y hoteles en los que el presidente estadounidense, Woodrow Wilson, el primer ministro británico, David Lloyd George, y el primer ministro francés, Georges Clemenceau, hacían y deshacían fronteras en unas frenéticas reuniones que se prolongaron más de seis meses. Los Tratados de Versalles, Trianon, St. Germain, Neuilly y Sèvres fueron los productos de la Conferencia de París, en la que se jugaban todos los intereses y ambiciones sobre el nuevo tablero del mundo. Los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña eran los árbitros de la situación e introdujeron el principio del derecho de autodeterminación de los pueblos que se aplicó en multitud de ocasiones después de la Gran Guerra y en todos los procesos de descolonización del siglo pasado.

Armenia acababa de ser víctima del genocidio turco de 1915 en el que se exterminaron más de un millón y medio de armenios. Los armenios tenían la simpatía de los Estados Unidos y de las potencias europeas. Pero la Revolución de Octubre y las imposiciones soviéticas para apoderarse de aquel viejo país fueron más fuertes que la voluntad de los delegados de París. También el Kurdistán cumplía las condiciones para llegar a ser un Estado. Turquía por un lado y la Unión Soviética por otro lo impidieron. Al final de ese reparto de territorios en forma de nuevos estados los kurdos quedaron repartidos entre Irak, Siria, Turquía e Irán. La gran paradoja es que un siglo después de aquel intento no exitoso, la posibilidad de la creación de un Estado kurdo está más cercana que nunca. Se calcula que hay unos 25 millones de kurdos que viven en la zona donde se libra la guerra entre el Estado Islámico y los países de la región. De hecho, los kurdos es el pueblo más numeroso del mundo que no tiene un Estado. Armenia y Georgia recuperaron la soberanía nacional y se convirtieron en nuevos estados como consecuencia de la descomposición del imperio soviético.

Los kurdos tenían en contra Turquía, Irán, Siria e Irak. Ya era suficiente con que formaran un pueblo pero sin delimitación de fronteras, sin Estado, porque ninguno de los vecinos estaba interesado en ello. A partir de la involucración estadounidense en contra de la política de Saddam Hussein, al que acabaron echando con una guerra turbia y sin causa, la parte kurda de Irak empezó a tener autonomía, medios propios y protección de las potencias occidentales. Los kurdos que viven en Irak son unos seis millones. De hecho, son independientes aunque formalmente no hayan sido reconocidos por el derecho internacional ni por la ONU. La irrupción del Estado Islámico, con su barbarie y con el intento de crear un califato que borre las fronteras de la región, ha hecho probable que el Kurdistán iraquí se convierta en un nuevo Estado. Para fijar fronteras, para frenar la locura inhumana de los yihadistas y para proteger los intereses de los países que nunca han querido un Estado kurdo. No se pretende que los kurdos que viven fuera de Irak formen parte del nuevo Estado. Turquía tiene ahora un régimen nacionalista y proislámico. Es la gran potencia de la zona y no ha querido nunca resolver el tema de la minoría kurda ni quiere remover fronteras. Hace unos días el ejército turco entró en territorio sirio para proteger y llevarse los restos del abuelo del fundador de la dinastía otomana, muerto en el año 1236, ante la inestabilidad de la región y para evitar la profanación de un personaje que tiene una gran consideración en la historiografía nacional.

En los famosos 14 puntos del Tratado de Versalles, obra de Woodrow Wilson, se decía que un país puede conquistar la independencia si puede mantenerse por sí mismo, si tiene credenciales democráticas y si respeta sus propias minorías. Estas condiciones se cumplen. Mejor dicho, interesa que se cumplan porque un Estado kurdo podría convertirse en un tapón que frenara el expansionismo brutal y sin orden ni concierto del Estado Islámico, que es temido por toda la región. Para conseguir la independencia, los kurdos de Irak deberían comprometerse a no arañar los territorios donde viven kurdos en Irán, Turquía y Siria. En definitiva, deberían garantizar que no intentarán formar un gran Kurdistán. Como se podría conseguir este embrión de Estado kurdo en el norte de Irak. La comunidad internacional lo vería bien. Pero sería imprescindible llegar a pactos con los países donde viven kurdos y, principalmente, con Bagdad, que debería desprenderse de una parte importante del territorio donde hay petróleo y otros recursos energéticos.

Turquía, Siria e Irán pondrán todo tipo de dificultades porque una vez que tienes un Estado kurdo, la tentación de que todos los kurdos quieran formar parte del mismo sería muy grande. Pero el peligro de los bárbaros del Estado Islámico es de tal magnitud que no sería de extrañar un acuerdo para dibujar unas nuevas fronteras en el norte de Irak donde apareciera un nuevo Estado. Estaría garantizado por los intereses internacionales y por las circunstancias geopolíticas que se han planteado en los últimos años. Lo que no ha sido posible en más de un siglo puede ocurrir en un futuro próximo.

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