El mundo de los Sursok

Lady Cochrane Yvone Sursock celebró sus noventa años en los jardines de su palacio. No fue el aniversario ostentoso ni multitudinario, como se estilan estas fiestas cuyas fotografías se publican en la revista Mondanitee, dedicada exclusivamente a lo que antaño se llamaban los ecos de sociedad. Cuando la saludé –apenas la había visto alguna que otra vez- me dijo con sencillez que estaba emparentada no sé con qué Grande de España. Debe su título, Lady Cochrane, a su marido fallecido, un aristócrata irlandés. Su familia de origen levantino se estableció en Beirut en el siglo XVII, bajo el Imperio Otomano, y uno de sus antepasados estuvo destinado en la misión diplomática de la Sublime puerta en París. Fueron perdiendo sus vastas propiedades en Turquía, en Egipto, donde quedaron nacionalizadas por el Rais Gamal Abdel Nasser conservando algunas posesiones en la Bekaa y en Beirut, en el que mantienen el palacio privado más esplendido de la ciudad construido en el siglo XIX. Su padre gran comerciante y reconocido pintor, edifico también la Residente des Pins, que fue Casino, y más tarde Embajada de Francia y el edificio del museo Nacional.

Sursock no es sólo el nombre de la familia patricia más prestigiosa de Beirut -una familia griego ortodoxa- sino de su barrio, de su calle, de su palacio. Se extiende el barrio sobre la ladera de la colina de Achrafie, lugar por antonomasia cristiano de la capital, donde la burguesía levantase sus residencias estivales hace dos siglos. La calle, está orillada por los últimos palacios modernistas con sus jardines, cerrados por grandes verjas de hierro, entre los que hay la residencia del arzobispo griegortodoxo, el museo privado de arte con su famoso salón de otoño de pintura, también con el mismo nombre, y otras mansiones de la época, propiedad de distintos miembros de la señorial familia. En otra de estas viviendas, Linda Sursock recibía a escritores franceses de paso por Beirut, como Maurice Barres o Pierre Benoit. Cerca del palacio de lady Cochrane hay una escalera, la escalera de San Nicolás, que atraviesa la ladera desde la calle Sursock a la de Gemaize, bulliciosa y vibrante calle de la noche beirutí.

¨Sólo Dios sabe -escribe Lady Cochrane – lo que pasará a esta propiedad, rodeda cada vez más de altos edificios innobles, futuros HLM. Es todavía el único espacio verde de un barrio aplastado por la polución. Pero quizá perdure en el recuerdo de quienes lo conocieron guardando la imagen de una época en que la civilización y el arte formaban parte de la vida cotidiana¨. Ha sido nada menos que el gran novelista Dominique Fernández, de la Academia Francesa, premio Goncourt, enamorado del Líbano, quien ha descrito el palacio: ¨Este ambiente -explica- de ahogadas pasiones le hubiese gustado a Marcel Proust por la alta sociedad que frecuentaba el palacio, los innumerables domésticos que se deslizaban en silencio sobre sus losas¨. De dos pisos, tiene elementos de palacio veneciano con sus ventanas ojivales, castillo de Francia con sus torreones, villa de Deauville. A su decoración oriental -fue construido sobre vestigios fenicios, griegos, bizantinos- con esculturas de Palmira, tapices persas, la madre de lady Cochrane, hija de una condesa napolitana, añadió cuadros italianos, imitando a Caravaggio, tapicerías de su país, porcelanas, vajillas de Bohemia, chimeneas de mármol en salones, alcobas y bibliotecas. La escalera interior de doble rampa de mármol y hierro, con sinuosidades y circunvalaciones complicadas, es una gran obra moderna. En el jardin de cipreses, palmeras, con el esplendor de la flora mediterránea, han dejado una columna truncada de la escalinata, en memoria de los bombardeos de la guerra.

En la remozada terraza de madera del Sporting Club, que me evoca rústicos chiringuitos de playas mediterráneas, ceno con Alfred Sursock, hijo de Lady Cochrane. Alfred prefiere vivir en su otra patria isleña más que en El Líbano. ¨¿Qué encuentras tu aquí  -me pregunta-para querer tanto a Beirut¨?

LA VANGUARDIA