La sátira, arma contra los jihadistas

En Irak hace furor una serie de la televisión estatal que es una sátira contra Abu Bakr el Bagdhadi, ¨Califa¨ del Estado Islámico del Terror. Con treinta episodios, su realizador Ali Al Qassem quiere ridiculizar a los jihadistas que con sus barbaridades, desde las decapitaciones de secuestrados hasta la explotación sexual de sus víctimas, mujeres y niños, amplificadas por el inmenso eco en los medios de información, han conseguido atemorizar a medio mundo. Alrededor de 470.000 euros ha costado este serial, el más ambicioso de los realizados en Irak tras el desmantelamiento del régimen de Sadam Hussein por los norteamericanos, en el 2003.

La emisión expresa la extraordinaria capacidad de un pueblo, vivo, en un país destruido por las guerras, que con humor corrosivo intenta enfrentarse a la violencia. A fin de evitar venganzas, los guionistas y algunos actores, han preferido guardar su anonimato, pero otros han dado la cara, percatados de que es una forma de luchar contra la eficaz propaganda de los terroristas. Amar Karim es el actor que encarna al siniestro ¨Califa¨. El canal Irakiya alcanza todas las regiones de la maltrecha república, incluyendo la zona autónoma del Kurdistán, y la sometida al yugo del Daech, tal como se denomina en árabe al Estado Islámico.

El tráiler del primer episodio fue realizado con estereotipado estilo. En sus secuencias se veía a un demonio encabezando una hueste de jihadistas que atravesaban el desierto. Al llegar al campamento, un tipo, con aspecto de cowboy, símbolo de los EE.UU., le conducía a una tienda de campaña para celebrar su amañada boda con una reina judía que ostentaba una gran estrella de David, ante la presencia de una mujer con elegante traje verde y gafas de sol, imagen de la famosa jequesa Mozah, de Qatar. Jaker, el malo de la película Batman, Drácula y un enano aparecían danzando, entonando un himno jihadista, que sirve de sintonía a la serie y que reza: ¨Se ha abierto el huevo, un niño el Estado Islámico ha nacido¨. Surge entonces un diminuto Abu Bakr el Bagdhadi que con un coro de antiguos partidarios de Sadam Hussein cantan su himno triunfal, repitiendo el estribillo ¨¿Oh cercenador de cabezas, dónde estás¨? Las imágenes fueron más tarde suprimidas después de la entrada en combate de la Coalición, dirigida por los EEUU.

Es más sutil, menos grosera la sátira que hace unos días se representó en el teatro Metro Al Medina en el barrio de Hamra, el más cosmopolita de Beirut. La compañía Al Rahel al Kabir interpretó su himno musical, con canciones dedicadas al ¨Califa¨. ¨¡Oh señor tú que gobiernas con las leyes de Dios -cantaban mofándose de Abu Bakr- conducirás a sus siervos al abismo como nadie lo ha hecho!¨. Y en otros refranes repetían, en medio de un público alborozado:  ¨Como el Islam es misericordioso, cortémonos nuestra mano y comémonosla. Y como necesitamos reducir el trafico, hagamos estallar por los aires a los seres humanos.¨

Es sin duda Beirut donde se puede ejercer la sátira, expresarse con ironía, criticar a los políticos con mayor libertad. A mi llegada a esta capital en el otoño de 1970 era muy popular ¨Le theatre des dix heurers¨ con sus funciones de gran éxito en las que, con desparpajo, cómicos, imitadores ridiculizaban a los gobernantes de turno. Presidentes como Camil Chamoun, jefes de gobierno como Saeb Salam, con su eterno clavel en el ojal, destacados ministros como Raymond Edde, asistían a menudo a sus representaciones. En ningún otro país árabe se hubiese consentido tal libertad de expresión. ¿Quién imagina pareja osadía en El Cairo de Nasser, el Bagdad de Sadam Hussein, el Damasco de Hafez el Assad?. En pequeños teatros de bolsillo -se han cerrado uno tras otro los grandes escenarios- y en emisiones televisivas de gran audiencia, cómicos, supervivientes de aquella época libre y festiva, y de ahora, siguen haciendo reir con sus gracias atrevidas y a veces provocativas a los espectadores. En Egipto es muy popular la ¨Nokta¨, una suerte de chiste, que expresa la ironía de su antiguo pueblo ante la amargura de la vida cotidiana y el despotismo de sus gobiernos.

LA VANGUARDIA