Irritaciones

Ya sé que las reacciones emocionales mal controladas pueden ser un riesgo serio para la salud corporal y espiritual, sobre todo si se producen en medio del calor excesivo de agosto. Especialmente si se trata de alteraciones del sistema nervioso, del sistema moral o del mental que se manifiestan en forma de irritación, indignación o escándalo, y más aún si son persistentes y si van acompañadas de la constatación de un cinismo metódico de los causantes del mal. Quiero decir que mi irritación crece y crece, y se hace muy molesta cuando veo que editorialistas de periódicos, políticos diversos, personajes públicos que suponemos respetables, etcétera, no tienen ningún empacho representar día sí y día también, un año y otro año, la escena del primer texto que yo traduje del griego a los catorce años, aquella fábula de Esopo, la única que recuerdo en versión original, según la cual «cada hombre lleva dos alforjas, una delante y otra detrás: la de delante va llena los defectos de los demás; la de atrás, de los propios «.

La moraleja de la fábula, evidentemente, es que cada uno ve sólo, por decirlo con el ejemplo evangélico, la pajita o hierbecilla en el ojo del otro, y no la viga o tablón en el suyo. Así parece que ha sido siempre, y así es todavía, y a menudo con un exhibicionismo, un cinismo y una mala baba que me llegan a producir no sólo irritación, indignación o escándalo, sino también una repugnancia creciente; aún más cuando el cinismo se agrava con un componente ideológico que aplica malignamente una etiqueta condenatoria a todo un sector social, a una idea o a un proyecto aprovechando que alguno de sus representantes ha cometido un error ético o político reprobable, como el chiste de un humorista famoso en el diario más importante de Madrid, donde aparece un señor leyendo la prensa en la playa e imaginando, dentro de la nubecilla gráfica, la palabra NACIONALISMO escrita de manera que la ‘L’ es el signo de la libra; la ‘S’, el signo del dólar, y la ‘O’, aproximadamente, el signo del euro. Es evidente que el buen hombre acaba de leer informaciones relacionadas con el expresidente Pujol y sus hijos, y la identificación del nacionalismo, los negocios sucios y los intereses económicos resulta inmediata y clarísima. Y es igualmente evidente que el mismo humorista y el mismo diario no harían nunca esta asociación o identificación pensando, por ejemplo, en los gobiernos sucesivos del PSOE de Andalucía a lo largo de treinta y cinco años o en la UGT del mismo territorio, ejemplos difícilmente superables de aprovechamiento sistemático del tesoro público en beneficio de una red perfectamente organizada de responsables sindicales y políticos, empezando por secretarios generales y Consejeros varios.

Algo metódico, permanente y obsceno que ya implica a centenares de imputados de todos los grados y categorías, y cientos de millones de euros entre despilfarros sindicales, ERE falsos o hinchados y una extensa red de cursos inexistens de formación. Según explica el economista y exmiembro de gobiernos del PSOE Guillermo de la Dehesa, el conjunto de los tribunales españoles investigaban 1.661 delitos de corrupción, prevaricación, malversación, etc, y 656 de estos 1.661 sumarios provienen de Andalucía, que tiene 8,5 millones de habitantes, y 215, de Cataluña, que tiene 7,6. Incluso en el País Valenciano, propiedad casi privada del PP español, sólo hay 280 sumarios por corrupción. Ya sé que las comparaciones, como se suele decir, son odiosas, sobre todo por la parte que hace el papel peor, pero las cifras, cualquiera que sea su explicación, son, ciertamente, espectaculares. Y en todo caso, no conozco ningún otro caso equivalente de expolio metódico y masivo de caudales públicos cometido por los responsables de la asignación y distribución de estos caudales mismos. Pero nadie, al menos ninguna persona sensata, democrática, liberal, progresista, aprovechará este hecho para identificar sindicalismo o socialismo con el dinero y la corrupción alterando las mismas letras ‘L’, ‘S’ y ‘E’. Es claro que, si según el nuevo secretario general del PSOE, el nacionalismo -el de los demás, no el suyo, no hay que decirlo- es una «lacra» que hay que extirpar, junto con el machismo, la violencia de género y otros horrores, entonces también se explican muchas cosas. Pero la transparencia es proclamada con grandes gestos y con la boca llena, tal como es necesario. Empezando y terminando por los cristales sucios de los demás, sin mencionar, ni una sola palabra, que tal vez en la propia casa los hay mucho más sucios y más opacos. Dicho esto, para calmar la irritación, esta y algunas otras, un buen remedio es aprovechar una medianoche de luna gloriosamente llena, como la de hace pocos días, y contemplar cómo camina por el cielo, brillante y pura, iluminando la serenidad del mar.

Joan F. Mira
El Temps